Las tres residencias geriátricas de Laciana dan empleo a 83 personas, más del 90% mujeres

Las tres residencias geriátricas de Laciana dan empleo a 83 personas, más del 90% mujeres.

Luis Álvarez Pérez

El municipio de Villablino cuenta con tres residencias geriátricas, que acogen a 123 residentes y dan empleo a 83 trabajadores, de los que más del 90% son mujeres. Y casi la totalidad de esos trabajadores son residentes en el propio municipio o en los limítrofes.

Se trata de datos que ponen de relieve que la atención social a la tercera edad es actualmente una de las actividades más generadoras de empleo y más importantes del municipio como nicho de empleo, tras el cierre traumático de la minería.

No en vano se ha puesto en marcha recientemente un ciclo formativo de Formación Profesional en el instituto Valle de Laciana de Atención a Personas en Situación de Dependencia, de dos años académicos presenciales de duración y de prácticas, que ya ha empezado a formar técnicos asistenciales, tanto para la asistencia en domicilios, en centros asistenciales o por teleasistencia.

Las tres residencias de Laciana desarrollan su actividad con sistemas diferentes. Una privada completamente, la residencia El Valle de Villablino. Otra pública de la Gerencia de Servicios Sociales de la Junta de Castilla y León, aunque con un sistema de gestión privada a través de un concierto vigente por 10 años desde octubre de 2017, con la UTE Provire SL-Orthem SAU, que es la misma del Centro Socio-Sanitario (CSS) Valle de Laciana, también en Villablino. Y la tercera pública y de gestión a través de un patronato de creación municipal, la residencia El Roble ubicada en Caboalles de Abajo.

La de mayor capacidad en camas residenciales es la del CSS Valle de Laciana, con 60 plazas de residentes y cinco plazas diurnas a mayores, que además cuenta con 15 camas hospitalarias, para atender desplazamientos de posoperatorios, enfermos crónicos o de asistencia medicalizada, desplazados habitualmente desde el Hospital del Bierzo. Por lo tanto, también es la que ocupa a más trabajadores, 55 en total, de doce categorías profesionales diferentes.

La edad media de los residentes es algo superior a los 85 años y exceptuando las plazas diurnas, ahora vacías por la pandemia, tiene una ocupación total de las plazas residenciales. Mientras que las camas hospitalarias lo están tan solo al ochenta por ciento.

Ocupa parte de las tres plantas del conocido popularmente como “hospital de Villablino”, cuyo nombre real es Centro Socio-Sanitario Valle de Laciana, que además alberga más de una veintena de consultorios de médicos de familia, especialidades clínicas, enfermería, rayos, extracciones para analíticas, urgencias y servicios administrativos.

La segunda en capacidad para residentes es la Residencia El Valle, con 38 plazas de las que diez son de las denominadas unidades de convivencia, estilo de pequeños apartamentos individuales. Está ubicada en un edificio de tres plantas de construcción específica para esta finalidad, en la Avenida de Constantino Gancedo y cuenta con un amplio jardín exterior.

Atienden el servicio de sus residentes un total de 16 trabajadoras, en este caso todas mujeres y tienen la media de edad más avanzada de las tres residencias, algo por encima de los 90 años.

Además, tiene un concierto con una clínica médica privada de Villablino (Omedos) para servicios médicos, de enfermería, de fisioterapia y de terapeutas. La ocupación actual de sus plazas es completa.

La tercera es la Residencia El Roble, que se ubica en un edificio y finca ajardinada propiedad del Patronato de las Escuelas de San Pedro de Caboalles de Abajo y cedido al Ayuntamiento de Villablino en febrero de 1996.

Las antiguas escuelas fueron rehabilitadas por el Ayuntamiento para este fin residencial, con fondos procedentes del primer Plan del Carbón adjudicándose las obras en abril de 1997. Los estatutos de la Fundación El Roble para gestionar el centro se aprobaron provisionalmente en el año 2000.

Dispone de 25 plazas para residentes, de las que en la actualidad están ocupadas 22. Atienden el servicio a los residentes 12 trabajadores de los que solo uno es hombre, el resto son mujeres.

Tiempo para la reflexión post pandemia

Transcurrido año y medio desde el inicio de la pandemia de la covid-19, que nos ha puesto a todos en jaque, y que en un principio generó numerosas incertidumbres, temores, inquietudes, miedos, acusaciones infundadas y comentarios poco afortunados cuando no malintencionados, sobre las gestiones en las residencias geriátricas, llegando incluso a acusar a los trabajadores, sin fundamentos, es tiempo ahora de reflexionar para tratar de analizar y comprender lo sucedido durante estos dieciocho meses.

Es algo que se puede hablar con las responsables de estas tres residencias (María José Lago de El Roble; Araceli Francés del CSS de Villablino y Nuria Panera de El Valle), para analizar con ellas lo vivido, las experiencias, los comportamientos o las actitudes percibidas, nos ofrece una visión de conjunto diferente.

La conclusión lleva a reconocer que no siempre los medios hemos sido justos con este sector asistencial y económico tan importante para nuestros mayores y del que finalmente la mayoría de los habitantes terminaremos siendo usuarios.

Las tres responsables de los centros confirman que la pandemia “nos cogió por sorpresa, no se sabía nada sobre cómo actuar, todo era nuevo”, las instrucciones eran cambiantes cada poco. Casi cada semana recibían nuevos protocolos de actuación por parte de las autoridades sanitarias, comentarlos con los trabajadores, reorganizarse, aplicarlos.

Todos hicieron lo mismo, trabajar, seguir cada día atendiendo profesionalmente las necesidades de sus residentes, con los medios de que disponían y poniendo intuición y profesionalidad en los aspectos que no cubrían, contemplaban o a los que no llegaban los protocolos oficiales.

Unos con mejor suerte y otros con peor. Es de todos conocido el calvario particular por el que pasaron los trabajadores y sus mayores en la residencia El Roble, llegando a encerrarse los trabajadores en el centro para tratar de preservar la salud de todos y seguir con la actividad asistencial. Un gran número de casos se propagaron y finalmente lograron contener los brotes. Las otras dos residencias tuvieron mejor suerte.

El miedo de la transmisión

Pero los temores a un contagio, a llevar la enfermedad a casa, a la familia, o al revés, de la familia a la residencia, estaban siempre ahí. Solo ellos saben lo que vivieron, mientras nosotros estábamos confinados en nuestras casas, ellos tenían que acudir cada día a su trabajo con temor. Ninguno abandonó o renunció, siguieron cada día atendiendo a sus residentes y cumpliendo su cometido profesional.

Reconocen que fue una época muy difícil y dura, pero una vez pasada parece que se ve de otra forma un poco más aliviados. Y todas agradecen a la comprensión de los familiares de los residentes, a los trabajadores por su empeño, sin abandonar un solo día, a los servicios sanitarios, a la Guardia Civil y a la Unidad Militar de Emergencias (UME), los que se vieron asistidos por ellos.

Apenas sí hay una palabra de reproche, ni a la saturación de los servicios médicos, o al bloqueo de los teléfonos del centro de salud, por el exceso de llamadas.

Un aplauso no siempre dado

Aunque un deje de amargura se deja traslucir, porque creen que no se ha sido del todo justos en el trato que les ha dado la opinión pública en general, en parte debido a los medios de comunicación, a los trabajadores y a la gestión de las residencias geriátricas, no solo de Laciana si no, de todo el país. Y es que junto a las noticias de los problemas interminables, pocas veces se han destacado la gratitud y el reconocimiento a una labor callada, abnegada y eficiente para ofrecer un servicio asistencial tan necesario en el peor de los tiempos posible.

Ahora con las vacunas y un mejor conocimiento del funcionamiento de la enfermedad, afrontar de nuevo el otoño es como “una labor un poco más cómoda, que no relajada”. Aunque hay quien asegura que la experiencia de las mascarillas en la disminución de las enfermedades tradicionales (catarros, gripes, alergias...) hacen que estas hayan llegado para quedarse de forma permanente.

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