Tomás Sánchez Santiago: “Siempre me ha parecido torpe, y hasta peligroso, el ensimismamiento y la exaltación excluyente”

Tomás Sánchez Santiago. Foto: Manuel Cuenya

Manuel Cuenya

“... Así era por aquellos días la calle Feria, una pequeña república de dependientes embravecidos, de épicos viajantes de palabra ya abaratada por la repetición y el cansancio del oficio, de mirones que rendían sus últimos años a la observación silenciosa y al consejo comercial de última hora cuando se trataba de convencer a algún cliente indeciso. Pero por encima de todo ello, la calle era una pajarería de palabras sin orden que iban y venían en todas direcciones. Palabras de reclamo y de regateo, palabras de oficio, palabras secretas como contraseñas que encerraban la clave industrial por la que se gobernaban los precios de cada establecimiento, palabras empedernidas en cualquier conversación mercantil y palabras llenas de una exótica salud extraña («plexiglás», «vulcollán», «uralita», «formica»), que llegaban de pronto a la calle como una novedad fuera de tono a la que había que acomodarse para no perder el compás del oficio. Y era en esos juegos de palabras donde los niños aprendíamos un abecedario decimal y lleno de relámpagos que ya nos acompañaría para siempre, nos estañaba la boca con la saliva dulce de nombres que jamás se oían en otros espacios de la ciudad, la ciudad gobernada por el gemido indigesto propio de un país con olor a orín envejecido, encelado en conservar en hielo negro, amortecida y triste, la canción de la vida...”

(Tomás Sánchez Santiago, 'Calle Feria')

Con una extensa y sustanciosa obra, tanto en prosa como en verso, Tomás Sánchez Santiago es uno de los grandes narradores, poetas y ensayistas del panorama actual de la geografía española.

Natural de Zamora, lleva veinticinco años viviendo en la ciudad de León, donde dice sentirse cómodo. Y donde ha ejercido como docente en Enseñanza Secundaria. A este respecto, señala que ya sólo es un honrado pensionista, que pidió la jubilación hace un par de años, cuando cayó en la cuenta de que el ejercicio de la enseñanza se estaba convirtiendo en una actividad puramente administrativa. No obstante, sigue ligado de alguna manera a la docencia a través de la Universidad de la Experiencia.

“A mí me derrotaron los papeles y la falta de compromiso de la Administración con una educación basada en la equidad, en la libertad, en la responsabilidad que yo no veía ya ni por asomo. Todo se ha convertido en carne para las estadísticas. Así que me fui”, se expresa con rotundidad y conocimiento de causa Sánchez Santiago, a quien la provincia leonesa le resulta bellísima, aún la sigue descubriendo –aclara–, pero en realidad no se siente especialmente de ningún sitio. “Siempre me ha parecido torpe, y hasta peligroso, el ensimismamiento y la exaltación excluyente”, señala con lucidez Sánchez Santiago, quien, por lo demás, reconoce que la tierra natal de toda persona provoca adherencias íntimas difíciles de definir, “sobre todo en todo lo que concierne al mundo emocional de la niñez”, porque esas sensaciones están muy vivas en su persona, aunque tienen que convivir irremediablemente –subraya– con una visión crítica de esa misma tierra donde uno nació. “Eso deja una sensación agridulce en el ánimo”.

A mí me derrotaron los papeles y la falta de compromiso de la Administración con una educación basada en la equidad, en la libertad, en la responsabilidad que yo no veía ya ni por asomo

Conviene ser crítico no sólo con la propia tierra (pues nunca es oro todo lo que reluce), sino con uno mismo, si al menos el deseo es mejorar, crecer, saber dónde está uno parado, que diría algún hispanoamericano.

En cualquier caso, como zamorano, como leonés o ciudadano del mundo, sí cree que existe mucha literatura del Poniente –al menos puede percibirse ese aliento– “donde lo ancestral, lo popular, lo insólito se revelan con facilidad en obras de narradores y poetas. Ese rastro llega hasta el mundo galaico”, ese Noroeste del que también nos hablara el maestro Antonio Pereira, uno de nuestros mejores narradores, un cuentista excepcional, tanto por escrito como de modo oral, quienes tuvimos la ocasión de conocerlo y tratarlo así lo sentimos.

Y en este sentido, de la abundante literatura del Poniente, Sánchez Santiago afirma que hay latido literario en León, que hay vida, que él sigue como puede aunque no salga demasiado de su escondite, “quizás debiera hacerlo más a menudo”, precisa a la vez que añade que “en León se ha sabido tomar con alegría el relevo que las instituciones, sobre todo a partir de esta última crisis, provocaron. Una ojeada al panorama lo demuestra con facilidad: lecturas en cafés, clubs lectores que persisten en esa existencia a media voz, aventuras editoriales de todo pelaje que casi se cortan el paso...”, editoriales entre las que se halla Eolas, el sello que ha editado su reciente obra, 'Años de mayor cuantía', que presentara a finales de septiembre de este año en el Museo de la Radio de Ponferrada.

“Vine también a León a buscar nombres. Eso fue lo primero. Cuando uno entra en una ciudad para quedarse, no solo hay que prestar los ojos al sobresalto de la novedad; está también la llamada del oído, donde estallan palabras nunca esperadas como truenos de una tarde de verano. Hay otras visitas, claro. El dominio de los nuevos olores, los más inmediatos, los irremediables (aquí serían el azucarado de la humedad en muchos portales profundos y el olor a sudor viejo de los castaños del paseo de la Condesa).

Pero yo venía, más que nada, a oír lo sobrevenido.

Mi visita a la ciudad era una visita de escucha, un cuidadoso espionaje verbal. Así que me preparé para recoger cucharadas de palabras y a ver menciones sueltas: los rótulos en los comercios y las lápidas en las calles. Me orientarían sobre la sustancia de la ciudad y sus intríngulis, que acababan asomando su hocico, sí, en el plumaje seguro de los nombres.

Llegué entonces en el verano de 1993. Solo. Yo solo. Con el estímulo secreto de una desorientación total...“

(Tomás Sánchez Santiago, 'Años de mayor cuantía')

Una vez más, León, en opinión de Sánchez Santiago, da muestras de una actitud positiva en cuanto a editoriales, colecciones, fanzines, “papeles volanderos que van saliendo casi de continuo como para afirmar la necesidad de esa relación inigualable y decisiva entre las palabras y las personas”. Y, en esta misma línea, cree que todo esfuerzo editorial es heroico. “En tiempos de incertidumbre para la industria cultural, quienes aún apuestan con fe por la vida del libro como moneda de cambio a mí me merecen admiración y mucho respeto”, sostiene este creador, que concibió este título de 'Años de mayor cuantía' en cuanto cayó en que iba a tratar de rescatar unos cuantos sucesos capitales “que, sin estrépito ninguno, acabaron por configurar un carácter. El carácter de quien escuchó buena parte de estas historias. O fue él mismo quien las contó. O las recordó. O las imaginó. Da igual. Todas las personas tenemos un sistema de computación de nuestras vidas más allá de calendarios y relojes. A poco que se rasque en la intimidad de cualquiera, veremos que para sustituir el lenguaje de las fechas se suelen usar como referencias de anclaje datos vitales, rememoraciones, hechos particulares o públicos que nos afectaron o, al menos, quedaron por alguna razón misteriosa fijados en la memoria... pasado el tiempo es cuando aprendemos que lo imprevisible pesa a menudo más que lo que habíamos cargado con supuesta convicción duradera”.

Memoria y fabulación

'Años de mayor cuantía' es una mezcla entre memoria y fábula. Una obra que nos muestra instantes vitales esenciales, que a priori podrían tener el carácter de anécdotas sin importancia, pero que en su mirada, en su sentir, adquieren otra dimensión, también lírica. Y ahí figura también León, “la ciudad era un cogollo de calles tentaculares desde las inmediaciones de la catedral”. Se trata pues de “un monumento a las palabras... una crónica emocional”, acaso una novela experimental.

Cuenta Tomás Sánchez que su relación con el lenguaje pasa por una prematura excitación que le provocaban las palabras. Y eso es lo que ha intentado contar en 'Años de mayor cuantía', “ese sobrecogimiento que las palabras poseen... ese vivir entre palabras” (acostarse con las palabras, que nos decía Cortázar en su magna y vanguardista 'Rayuela') es lo que pretende contagiarnos Tomás: “estar entre las palabras (leyendo, escribiendo...) es como estar en un refugio infalible contra las asechanzas de la vida”, nos recuerda el autor de 'Calle Feria', otra de sus grandes obras, “una novela en la que se combinan distintas voces narrativas, registros y personajes que, como en la vida misma, entran, salen, reaparecen o desaparecen de manera inesperada por sus páginas”, toda una galería de personajes, entre los que se encuentran “componedores de relojes, taberneros, palomeros, curas heterodoxos o reparadores de cachivaches eléctricos doblados de críticos cinematográficos...”, en un universo-calle (Calle Feria), “donde las palabras que se echan a volar son lo único que no está tasado por la autoridad gubernativa o eclesiástica”.

Aparte de narrador y poeta (en todo caso sus obras están impregnadas de poesía), Sánchez Santiago ha investigado y publicado libros sobre la obra de algunos de los mejores poetas contemporáneos en lengua castellana como Valente, Gamoneda, Claudio Rodríguez o Aníbal Núñez.

En León se ha sabido tomar con alegría el relevo que las instituciones, sobre todo a partir de esta última crisis, provocaron. Una ojeada al panorama lo demuestra con facilidad: lecturas en cafés, clubs lectores que persisten en esa existencia a media voz, aventuras editoriales de todo pelaje que casi se cortan el paso...

“Me he ocupado -y lo sigo haciendo- de esos autores porque creo con fuerza en sus palabras, en sus obras. Ellos me siguen acompañando a mí como si los leyese por primera vez; es justo que yo trate de devolverles algo con mis aproximaciones como lector más o menos atento”, reflexiona nuestro entrevistado, quien siente el latido de autores de la talla de Baudelaire, Cortázar, los arcaicos griegos, cierto Shakespeare, Conrad, Kafka... “Todos forman parte importante de mi personal banda sonora permanente. Digámoslo así”, apunta Tomás Sánchez, que también es, desde hace años, colaborador del suplemento literario de 'El Norte de Castilla', una oportunidad, a su juicio, de asomar algunas esquinas de su mundo de manera recurrente. “Tengo suerte por eso”.

Y en estos momentos, además de la promoción de su libro 'Años de mayor cuantía', cuenta que en 2019 se publicará una recopilación de tres libros “de esa prosa fronteriza que tanto me gusta. Y que su día se editaron”. Ahora aparecerán todos juntos, engordados con algo más –añade–, en la editorial asturiana Trea. “Eso y la publicación de mi poesía reunida es lo que veo más inmediato”.

Entrevista breve a Tomás Sánchez Santiago

“Los políticos envilecen el mundo de la investigación y la cultura que ellos mismos prometen ennoblecer”

¿Qué libro no dejarías de leer o leerías por segunda vez?

La obra de Claudio Rodríguez.

Un personaje imprescindible en la literatura (o en la vida).

En la literatura, Jim Hawkins, el protagonista de 'La isla del tesoro'. Y también Antígona, la que toma partido por la sangre antes que por el deber civil impuesto.

Un autor o autora insoportable (o un libro insoportable).

He abandonado muchos antes de la página 50. Nunca sé del todo si por incapacidad mía o porque era el libro quien se me deshacía entre las manos. Dejémoslo así.

Un rasgo que defina tu personalidad.

La transigencia.

¿Qué cualidad prefieres en una persona?

La generosidad. También la entereza de ánimo.

¿Qué opinión te merece la política actual? ¿Y la sociedad?

La política se ha acabado por convertir en un reducto profesionalizado que provoca desconfianza en la ciudadanía. Y eso es más peligroso de lo que parece. Fíjese lo que ocurre en la actualidad con esta guerra de tesis y másters falsificados. Los políticos envilecen el mundo de la investigación y la cultura que ellos mismos prometen ennoblecer. ¿Cómo podemos creerlos?

¿Qué es lo que más te divierte en la vida?

Pues eso: estar despreocupadamente con mis amigos.

¿Por qué escribes?

Porque no sé defenderme, como decía la poeta Isabel Bono.

¿Crees que las redes sociales, Facebook o Twitter, sirven para ejercitar tu estilo literario?

No.

¿Cuáles son tus fuentes literarias a la hora de escribir?

No me atrevo a contestar a esta pregunta. En todo caso, supongo que mis lecturas constantes de ciertas obras y autores pesan irremediablemente en mí.

¿Escribes o sigues algún blog con entusiasmo porque te parezca una herramienta literaria?

No. Ni me he asomado a esa fosa séptica.

Una frase que resuma tu modo de entender el mundo.

Vuelvo a citar aquella de Bonhoeffer: “La alegría de una vida oculta y el valor para la vida pública”. Eso tan difícil de empuñar cada día.

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