'Cuando el recado eres tú' (I)
-¿Por qué le has dado a me gusta? Parece mayor, y no es tu tipo.
-No lo sé. Tiene algo...
Me atrajo su mirada, con esos ojos verde claro, y su barba desarreglada. De joven tuvo que ser muy atractivo, porque lo sigue siendo. Esa sonrisa de seguridad, su pose de comodidad tumbado en la cama, invitando desde la imagen a que te tumbes a su lado. Su frase en el perfil parecía puro marketing, y encargué el producto porque quería saber más. Era un camino misterioso que estaba dispuesta a recorrer.
Después de otro par de cervezas aprovechando el sol de septiembre en el patio de Óliver, volví a casa. Continué entonces mi conversación con Doca. Para ser un hombre de mediana edad de un pueblo perdido en la España vaciada, tenía un nombre peculiar. Pensé por aquel entonces que sus padres habían sido emigrantes y él era la generación de vuelta. Resulta que había viajado mucho, conocido un montón de países por su trabajo y me abría una ventana a un mundo al que yo apenas había tenido acceso.
-¿Qué me cuentas de ti?
-Soy chef. Conmigo te reirás y comerás rico.
No pude más que reír. Le comenté que iba a preparar un risotto para cenar, pero que no tenía el arroz adecuado, y me había saboteado mi plan de cena.
-Si quieres, llámame y te explico cómo hacerlo. Aunque posiblemente lo prepares mejor que yo.
Fue la primera vez que escuché su voz. Tenía un acento peculiar y un toque vacilón. Desde entonces, es verdad que mis risottos han mejorado mucho.
Era divertido hablar con él. Me sentía muy cómoda, como si le conociera desde hace años. Tan pronto me llegaba un mensaje de voz contándome sus desventuras en el pueblo como me hacía una videollamada paseando en bicicleta por algún camino perdido. Me enamoré de ese amor a la vida que irradiaba en cada conversación. Poco a poco, se fue ganando un hueco en mi vida que sería muy difícil de vaciar.
Encontré en Doca a un confidente de fechorías y a un buen amigo. Nuestras vidas no encajaban, pero nosotros lo hacíamos a la perfección.
Por fin llegó el día.
-Salgo de trabajar a las 19:00. ¿Pasas a por mí y tomamos algo?
-Perfecto.Tengo muchas ganas de verte
Y así fue. Pasé a recogerle a unos metros de su trabajo. Subió al coche y me besó. No se anduvo con rodeos. Ni dos besos, ni encantado... Se aproximó, puso su mano en mi cuello para acercarme a él y me dio un intenso beso.
No fuimos a tomar nada. Deambulamos con mi coche buscando un lugar tranquilo para continuar lejos de miradas ajenas con esos besos y esas caricias. Aún no podía creerme que tuviera a Doca dentro del coche, ni mucho menos que me estuviera tocando. Era la primera vez que nos veíamos. Nunca he sido así, siempre doy pasos cortos, pero con él salté al vacío.
Es cierto que llevaba una temporada jugando a ser lo que no era, quedando con algunos amigos que había conocido a través de apps, pero siempre tomábamos algo un par de veces antes de saltar a la piscina. Ni siquiera tenían mi número de teléfono, algo que Doca consiguió en una primera cita.
Terminamos la tarde a las afueras de la ciudad, en un parking creado sin muchas luces y que, con el frenazo del boominmobiliario, había quedado abandonado a su suerte, rodeado de pinos. Mentiría si os digo que no hacía más de diez años que no practicaba sexo en un coche. La situación era bastante cómica, y así nos la tomamos. Dos personas adultas, con casas propias y vidas hechas, abandonados al placer en un coche por no tener otro lugar a mano al que ir en ese momento para tener algo de intimidad.
Creo que ha sido uno de los mejores momentos de sexo que he tenido en mi vida. Puede sonarte extraño, lo sé.Es raro que en una primera vez todo sea tan fácil y placentero, pero Doca era un maestro de las manos. Apenas necesité moverme para llegar al clímax. Solo me recosté en el asiento del coche abriendo las piernas para él. Por supuesto, le devolví el favor. Él, más previsor que yo, sacó un condón de su bolsillo y se lo puso, mientras yo le asaltaba poniéndome encima de él. Disfrutamos mucho mientras le cabalgaba en el coche. No sé si los amortiguadores podrían decir lo mismo.
Cuando acabamos, fue especial. Me miraba como si fuera un regalo caído de no se sabe dónde, incrédulo de lo que acababa de ocurrir.
-Tengo que hacer algo de compra para la cena. El niño quiere unos Nuggets de pollo, ¿me acompañas a comprar?
Y le llevé al supermercado. Caminábamos juntos, y nos vacilábamos como dos adolescentes. Pidió en la charcutería lo que necesitaba para cocinar, y me fue explicando la receta paso a paso. De sus labios, sonaba muy tentadora esa cena.
Cogió la bolsa que le daba la charcutera y me abrazó dándome un beso en la cabeza mientras la tenía apoyada en su hombro. Todo era como muy de cuento escrito en una novela romántica. Pagada la compra, me acompañó al coche y se despidió con un largo beso. No me dejó que le acercara a casa. Decía que vivía muy cerca y que quería regresar dando un paseo. La verdad es que la noche invitaba a ello. Pero yo también tenía que volver a casa y continuar con mi vida real, y eso hice.
No me podía creer que no me hubiera dando cuenta. El roce de mis rodillas con la puerta del coche y las marchas me habían hecho heridas en las piernas. No hablo de rozaduras, no, unas heridas de las que se curan con Betadine, porque aquello eran más bien socavones. Tenía las rodillas en carne viva. Tan ensimismada estaba con Doca que ni lo noté hasta que no me metí en la ducha. El placer, a veces, causa dolor. No pude ponerme pantalones en días. Menos mal que aún hacía buen tiempo, porque odio las tiritas, y con cualquier cosa que rozara esas llagas veía las estrellas. Qué curioso: lo mismo que vi aquella tarde con él. Un recordatorio, supongo.
En casa notaron aquellos círculos incriminatorios en las rodillas y tuve que explicarles que me caí en la clase de yoga, que ahí era donde se suponía que había estado por la tarde.
Volver volví en estado zen, eso no se puede reprochar.
* 'Cuando el recado eres tú' es una novela sin tabúes de Sara T. @latraviesadefolledo que se publicaá a finales de agosto por @latraviesadefolledoMariposa Ediciones