Ramón Díez: “Normalmente, nunca toca nada; pero cuando toca es una fiesta de desesperación”
La primera mujer no quiere recuerdos. Se va de la ciudad. Cruza el país en diagonal y llega al mar. Allí se queda. Conoce a nuevas personas. La fuga funciona hasta que echa a todos de su nueva vida. Cuando despide al último, pierde la cabeza. Y huye al revés, buscando los recuerdos que quería olvidar, que ya no recuerda.
Su marido, ahora, es un árbol.
(Ramón Díez, La huida, perteneciente a su libro La muerte distinta)
Músico, fotógrafo, narrador, poeta, Ramón Díez ha publicado recientemente La muerte distinta (Amazon, 2021), que es un ensayo fotolibro, que aúna imágenes y textos breves, escritos en presente, con la fuerza y la expresividad de las imágenes impactantes, acerca un mundo un tanto terrible, en el que “no sabes lo que te va a tocar”, escribe él mismo. “Normalmente, nunca toca nada. Pero cuando toca, es una fiesta de desesperación”, nos alerta Díez a la vez que nos comunica que “las bacterias llevan batas blancas... El suero se acaba. La morfina se acaba”, apostilla el polifacético Ramón Díez, que nos habla de su libro 'La muerte distinta' como la historia de dos mujeres, en las que ambas mueren, aunque de forma distinta (de ahí suponemos el título), porque una sigue viva; “simplemente su cabeza ya no es suya”. Qué terrible morirse en vida. Algo tan habitual por lo demás en nuestra sociedad. En las diversas sociedad, tal vez, casi seguro. Se trata de un 'fotolibro', “donde se supone que las fotografías deben tener una presencia importante en un papel de calidad. Por eso, un 'fotoebook'. Un experimento”, recuerda Ramón, que nunca se ha sentido de una ciudad en concreto. Tampoco de un país en particular, aunque sea consciente de que nació en León, como mera coincidencia, y además le gusta esta ciudad, donde tiene buenos amigos, buenos recuerdos... “No me gusta 'ser' de un sitio. 'Tener' un hogar, una casa. La casa es la cabeza. Y si la cabeza está tranquila, puede estar en Groenlandia o en Chile; o en León”, apunta Ramón, que le da más importancia a lo que ha vivido en distintos lugares y con distintas personas. A lo que ha aprendido, y sigue aprendiendo, que se lo debe, en su opinión, al hecho de moverse, de viajar, de conocer. Y es que uno aprende moviéndose por el mundo, viajando, adentrándose en los lugares y en la mente de las personas.
Por una parte, crecí como músico. Por otra, mi vida se desvió, y los personajes que me creé en la cabeza hicieron que me perdiera por un tiempo
En todo caso, Ramón Díez, que fuera bajista del mítico grupo leonés Los Flechazos, cree que en León siempre ha habido mucho movimiento literario. Y recuerda con afecto a escritores de la talla de Julio Llamazares, Antonio Gamoneda o Andrés Trapiello, y también a autores más jóvenes, e igualmente talentosos, como es el caso de Vicente Muñoz o de Jorge Pascual, a quienes hemos tenido la ocasión de entrevistar para esta misma sección de la fragua literaria leonesa. “Son tantos...”, agrega él, que manifiesta su interés por la literatura que le procura emociones, que le toca el alma, “por casualidades, a veces”, matiza este devoto sobre todo de Fernado Pessoa, al que considera absolutamente genial, reivindicando su Libro del desasosiego, que es sin duda un diario íntimo lleno de sabiduría, y al que le entusiasman autores tan dispares entre sí y a la vez tan lúcidos como Kafka, Hemingway, Camus, Pavese, Vila-Matas, Millás, Antonio Vega, Baudelaire, Artaud, Pedro Salinas, Sa Carneiro, Emily Dickinson, Laforet, Bolaño, Cortázar, Borges, Susan Sontag o Gonçalo M. Tavares...
Aparte de La muerte distinta, Ramón Díez es autor de la novela corta El ruido de Ana (Chiado Editorial, 2014), que fue, según él, un proyecto cinematográfico que se quedó a la mitad. Un proyecto que, con el tiempo, recuperó y logró transformar en una historia de una mujer que deja de oír lo que no le interesa. Y vuelve a oír, “a filtrar, a diferenciar”, cuando se encuentra con personas interesantes, que le cuentan cosas interesantes.
Asimismo, es el creador de Cuentines (Chiado Editorial, 2017), una recopilación de relatos que extrajo de su blog A que sí..., y de El viaje (prohibido lanzarse al mar) (Amazon, 2020), en el que Ramón entrevista a catorce personas adictas, que le contaron cómo funciona la cabeza de un adicto. “Su presente tambaleándose por un pasado y por un futuro amenazador. Siempre en un estado de no estar en el momento”, matiza este apasionado del cine (no en vano su hermano Ángel es director de cine), que recuerda que, con unos doce años, llegó a escribir un guion para un cortometraje, “para una especie de concurso que organizaba Candilejas –una asociación de amantes del cine–”. Sería ya en plena adolescencia, con catorce o quince años, cuando empezó a leer en serio. Y se puso, añade él, a escribir sus pequeños cuentos, canciones, ideas.
Tiempo de Los Flechazos
Pues su faceta como músico quedó reflejada en Los Flechazos, que era, en sus propias palabras, su grupo de mesita de noche, porque se consideraba un gran fan suyo. Y, cuando lo llamaron para tocar con esta banda, su mundo cambió, asegura él. “Por una parte, crecí como músico. Por otra, mi vida se desvió, y los personajes que me creé en la cabeza hicieron que me perdiera por un tiempo”, rememora Ramón, que reconoce haber mantenido siempre una buena relación con Héctor Escobar, que también perteneció, como bajista, a Los Flechazos. “Nos cambiamos el bajo en alguna ocasión. No coincidíamos nunca en el escenario. Dos bajos en un escenario hubieran creado un sonido demasiado espeso para un grupo como Los Flechazos”, sostiene Ramón, que recuerda aquella experiencia como algo que necesitaba en aquel momento.
Esa guerra se ve en lo que se toca, en los puestos de trabajo perdidos, en el cambio, lo que ya nunca será igual. Una desgracia. También se ve en lo que ya no se puede tocar. En los besos, en los abrazos, en la cercanía que se resume en desnudar con la mirada las máscaras de los demás, para ver si todavía queda alguien por ahí debajo. Tristeza
“Desde aquí, desde mi ahora, veo que andaba bastante perdido. Era muy joven. Tuve cosas buenas. Pero lo mejor llega cuando haces las cosas para ti mismo. Ahí, en ese momento, sale lo bueno que todos tenemos”, afirma Ramón Díez, convencido de que la pandemia que estamos viviendo es una guerra mundial, algo con lo que no contábamos. “Pensamos en bombas. Incluso en trincheras. Esa guerra se ve en lo que se toca, en los puestos de trabajo perdidos, en el cambio, lo que ya nunca será igual. Una desgracia. También se ve en lo que ya no se puede tocar. En los besos, en los abrazos, en la cercanía que se resume en desnudar con la mirada las máscaras de los demás, para ver si todavía queda alguien por ahí debajo. Tristeza”, advierte este creador que confiesa que siempre tiene demasiadas ganas en acabar un proyecto para empezar algo nuevo. “No sé lo que vendrá. Pero tiene que venir. Es la droga que me mantiene. Lo disfruto y, a la vez, me altera. Necesito estar atado a una nueva novedad. Me hace bien”, concluye.
Son sitios donde viven las personas que van a morir pronto.
Poca gente quiere morir.
Las residencias son peceras gigantes donde los ancianos se olvidan de todo cada minuto y comen verdura.
Los locos no lo saben.
Si nadie se muriera, las colas de los supermercados serían horribles.
(Ramón Díez, Las residencias, incluido en su libro La muerte distinta)
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ENTREVISTA BREVE
“Todo se puede leer, un libro, una fotografía, un pensamiento, una vida”
¿Qué libro no dejarías de leer o leerías por segunda vez?
El 'Libro del desasosiego' de Fernando Pessoa.
Un personaje imprescindible en la literatura (o en la vida).
Bartleby, el escribiente (de Herman Melville).
Un autor o autora insoportable (o un libro insoportable).
Nadie. Con el tiempo he aprendido a no juzgar. Lo que no me interesa, lo deshecho. Intento no perder el tiempo.
Un rasgo que defina tu personalidad.
Ser siempre un niño pequeño.
¿Qué cualidad prefieres en una persona?
La honestidad.
¿Qué opinión te merece la política actual? ¿Y la sociedad?
Nunca me ha interesado. Sé que hay gente que quiere hacer cosas por los demás y hay otra gente que las quiere hacer para ellos mismos.
¿Qué es lo que más te divierte en la vida?
Caminar durante una hora antes de que amanezca.
¿Por qué escribes?
No lo sé. Por descubrir. Por encontrar. Por curiosidad.
¿Crees que las redes sociales, Facebook o Twitter, sirven para ejercitar tu estilo literario?
No. Sirven para promocionarte.
¿Cuáles son tus fuentes literarias a la hora de escribir?
Todo lo leído, todo lo aprendido. Todo lo que queda por aprender.
¿Escribes o sigues algún blog con entusiasmo porque te parezca una herramienta literaria?
Últimamente estoy con mi web RamonDiez.com donde me centro, sobre todo, en fotografía. Me interesan sus vidas, sus formas de ver... también me lo tomo como un diario. Todo se puede leer, un libro, una fotografía, un pensamiento, una vida.
Una frase que resuma tu modo de entender el mundo.
Sorprenderse, tener la curiosidad de un niño, aprender. Siempre.