Mercedes G. Rojo escribe, Carmen Gómez Ordás ilustra y los lectores pintan un poemario que viaja por el tiempo
Poemas para días de sol y lluvia es a la vez un libro y una máquina del tiempo. Hace casi 25 años que la escritora Mercedes G. Rojo concibió algunos de los versos incluidos en el volumen. Se trata de un pasado remoto para lectores que ni siquiera entonces habían nacido y ahora pueden incluso 'pintar' el futuro de ejemplares que cobran vida al contar con la opción de colorear las ilustraciones realizadas por Carmen Gómez Ordás tras haber pasado tres años en standby a la espera de encaje editorial. Será la forma de personalizar una obra pensada para público de todas las edades que se puso de largo a mediados del pasado mes de noviembre en León capital y que este sábado 2 de diciembre llega a Astorga con una presentación que incluirá la lectura de varios fragmentos.
El libro es una máquina del tiempo para la autora de la parte literaria, que recrea su propia infancia y el comienzo de su vocación creadora en poemas como El columpio de la encina. Fue con la llegada a la familia de su primer sobrino hace 24 años cuando gestó los versos más antiguos de una publicación que también incluye otros compuestos tras el nacimiento de su propia hija hace 21 años con guiños a la tradición popular a través de Variaciones sobre una nana. “La poesía para niños la cultivo esporádicamente, cuando me lo pide el cuerpo”, señala Rojo para rescatar como antecedentes poemas sueltos publicados en la Revista Charín o a través del grupo de escritores Masticadores. Así que, cuando le propusieron publicar un libro, buceó en el tiempo y el espacio para rescatar versos antiguos y componer otros hasta “tratar de estructurar algo con lógica”.
Con la premisa de que la obra debía estar ilustrada, Mercedes G. Rojo confió la parte gráfica a la lacianiega Carmen Gómez Ordás. “Tenía una sensibilidad especial”, dice para justificar la elección. “Yo me sentía como una impostora al principio”, admite la elegida, que apenas contaba con alguna experiencia previa puntual. “Y el listón estaba muy alto”, abunda al admirar al trabajo realizado por la desaparecida Eva del Riego para los relatos de la propia Mercedes G. Rojo en la colección Historias y leyendas del gato maragato. La idea inicial de asignar una ilustración por cada uno de los 16 poemas pronto se quedó corta. Gómez Ordás se metió en su propia máquina del tiempo hasta pasar un año trabajando para acompañar los textos con dibujos. “Y el resultado son como dos libros en un uno”, resume Rojo.
La literatura, por mucho que esté pensada para peques, si no nos dice nada a los mayores, no vale la pena. No estaríamos haciendo un producto de buena calidad
Maestras de formación, las dos autoras coincidieron en optar por el blanco y negro para las ilustraciones. “Hoy hay mucho color y poco realismo”, cuenta Gómez Ordás para contraponer su propio estilo. La fórmula tenía la ventaja añadida de permitir involucrar a los lectores al darles la posibilidad de colorearlas a su gusto hasta personalizar la obra, que se cierra con una propuesta de actividades preparada por ambas con una parte literaria y otra plástica y una vocación común. “No es un libro para aprender, sino que es un libro para disfrutar”, resume Mercedes G. Rojo.
La obra se mueve en una dualidad: la de mantener el pulso para ser digerible para el público infantil sin dejar de resultar interesante para el lector adulto. La escritora pone el punto de partida: “La literatura, por mucho que esté pensada para peques, si no nos dice nada a los mayores, no vale la pena. No estaríamos haciendo un producto de buena calidad”. Para pasar de las palabras a los hechos, Mercedes G. Rojo ofrece claves como “contar con naturalidad”, “buscar el sentido del ritmo” o “no abusar de la rima” hasta decantarse en este último caso por el romance como fórmula “heredada de la tradición oral”.
Desde el punto de vista de la ilustración, Carmen Gómez Ordás también se vio navegando entre dos aguas. “No quería que quedase ni muy cursi ni extremadamente estética. Quería que tuviese calado sin que resultara molesta”, apunta esta maestra de Primaria que ejerció en Canarias, Asturias y su Laciana natal y predicó con el ejemplo. “Consideraba la Plástica como algo muy importante porque la llevo dentro. Las aulas en las que trabajaba estaban muy decoradas”, señala quien se tomó “como una aventura” para la que tuvo que armarse de valor. “Yo consideraba la ilustración como un arte mayor”, asegura.
No quería que quedase ni muy cursi ni extremadamente estética. Quería que tuviese calado sin que resultara molesta
Más allá de las cuestiones formales, la dualidad también baja al fondo. “No hay que evitar temas ni circunstancias”, señala Mercedes G. Rojo. Y la frase se traduce en el libro con poemas sobre la extensión de los molinos eólicos (Moliendo vientos), la inmigración (De veleros y pateras) o la muerte (Difícil respuesta). “Había que abordar temas fuertes en los que me he tenido que parar más tiempo”, añade Carmen Gómez Ordás para referir también como retos el hecho de dibujar a personas de su propia familia o las ilustraciones de poemas dedicados a los molinos eólicos y el Quijote.
Hace tres años ya estaba lista la materia prima de Poemas para días de sol y lluvia, un título que también contrapone los momentos para disfrutar en primera persona de la naturaleza (Sonidos de primavera) como otros para refugiarse detrás de la ventana y exponerse a la reflexión (Difícil respuesta y De veleros y pateras). Volcada en los últimos años en la coordinación y divulgación de proyectos literarios, Mercedes G. Rojo ha vuelto a hallar la complicidad del sello Ediciones del Lobo Sapiens, ahora para regresar al mercado con un título propio. “Hacía falta ya”, indica la autora, a la que le gustaría ahondar en la fórmula empleada en León capital con presentaciones diferentes para adultos y para niños, con los que sugiere trabajar en talleres reducidos hasta incluso probar a escribir un poema.
Con las fiestas navideñas ya a la vuelta de la esquina, Poemas para días de sol y lluvia se antoja como un posible regalo tanto para niños como para adultos. El libro, reseña Rojo, resulta muy adecuado “para personas a las que les guste compartir tiempo con los peques”. “Y aquí estamos ante la disculpa perfecta para encontrar ese tiempo”, concluye la autora de una obra cuyo origen se remonta a hace un cuarto de siglo y cuya proyección podrá dibujar cada lector sobre su propio ejemplar.