'Madres paralelas': los colores de la memoria

Un fotograma de la última película de Almodóvar con Penélope Cruz: 'Madres paralelas'.

El cine de Almodóvar siempre ha sido más combativo de lo que en un principio pudiera parecer. Todos esos sofisticados melodramas con los que ha sacudido la rutinaria escena cinematográfica del momento siempre han escondido una profunda carga de rebeldía, más activista que discursiva y más sutil que cualquier pancarta, entendida desde la provocación.

Ese Madrid arrebatadamente moderno y poblado por urbanitas imposibles que casi siempre ha sido el escenario de sus historias, ha sido también el perfecto y colorido contenedor de un universo en el que las drogas, la sexualidad o los convencionalismos sociales son tratados con una radical desinhibición. Y hasta en sus comedias o dramas más deliciosamente artificiales, bajo ese torbellino emocional que todo lo cubre, encontramos briznas de cine social, de búsqueda de la verdad.

La búsqueda de la verdad en forma de memoria histórica late también bajo este drama de mujeres y madres. Almodóvar le pone sus colores más tristes a esa memoria vergonzante que habla de cuerpos abandonados en las cunetas, mientras nos cuenta la historia de Janis y Ana, dos mujeres de edades y circunstancias alejadas que coinciden dando a luz en el hospital, y entre las que se creará un sinuoso y estrecho vínculo.

En Madres paralelas, bajo los hermosos acordes de la banda sonora creada por Alberto Iglesias, volvemos a encontrar todos esos destellos que han convertido a Almodóvar en un autor único e intransferible, en un realizador cuya caligrafía y manierismos estéticos son reconocibles en cualquier parte del mundo. Como ese extraordinario talento que tiene el cineasta manchego para plasmar, con su lápiz de luz, exquisitas imágenes en las que la puesta en escena trasciende su condición natural de paisaje para convertirse en un elemento narrativo esencial. Esa luz que vibra, trémula y cromática, hasta romperse sobre la pantalla con poética precisión, convirtiendo cada plano en un lienzo pop que nos desvela el lenguaje secreto de los colores. Porque un azul no es el mismo azul al lado de un amarillo, de un rojo o de un verde.

Y por supuesto volvemos a descubrir a unos actores y actrices a los que Almodóvar roba sus mejores gestos. Como en todos esos primeros planos que recortan los rostros de Penélope Cruz o Milena Smit sobre los tonos brillantes de la vida que palpita, o sobre los colores tristes de la memoria enterrada.

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