Sin pretenderlo de antemano, el director jienense Luisje Moyano preestrena en estos días Camino Negro, la película basada en la novela homónima de María Luisa Picado sobre movilizaciones mineras en pleno franquismo justo un año después del rodaje. Las proyecciones llegan en noviembre, el mes en que en 2018 cerró la última mina en El Bierzo, una de las cuencas retratadas en este filme que ahora se convierten en las primeras espectadoras. León capital, que también formó parte de los escenarios de la grabación, acoge en el salón de actos del Ayuntamiento (con entrada por Alfonso V) este viernes 7 de noviembre su exhibición con la presencia de Moyano, Picado y las actrices Cuca Escribano, Deborah Gil y Aitana Quintans, una lacianiega que debuta en la gran pantalla.
¿Qué concepto tenía sobre la minería, los mineros y las cuencas antes de rodar ‘Camino Negro’?
A mí la minería me toca de cerca. Conocía algo sobre la minería de la zona de Linares-La Carolina (Jaén). Sé del sacrificio que supone un trabajo que, además, es tan desagradecido. Así que cuando leí la novela de María Luisa Picado, me sentí identificado. Me gustó lo humano que hay dentro de esa historia. Y quise empaparme de eso en El Bierzo antes y en el rodaje de la película. Había rodado ya el cortometraje Reset en una mina abandonada de Linares. Y aquello, como esto, es fantasmal.
¿Pero hay diferencias entre la zona que conocía y en la que rodó?
Sobre todo, el clima (risas). En Jaén hace frío, pero no tiene nada que ver. Y en lo humano aquí (por El Bierzo) se da la mezcla, tan sana y tan buena, de gentes de distintos puntos de España. Y el hecho de ir todos a una. A mí me metieron en un grupo de whatsapp. Y hoy son amigos. Hay mucho que aprender de ahí, sobre todo en los tiempos que corren.
¿Algo que le sorprendiera?
Cuando visité el Pozo Julia de Fabero, vi un maniquí de una mujer vestida de minera. Pregunté. Empecé a investigar. Y de ahí surgió de forma paralela el documental FéMinas. Mujer, minería y desgarro. Ahí descubrí otra parte: la de mujeres tan sacrificadas que cruzaban la montaña caminando con ese frío y en alpargatas. Y, en ese proceso, todos y todas siempre me recibían con una sonrisa.
Y seguro que también saltaron muchas lágrimas…
Encontré muchas lágrimas cuando contaban ciertas cosas. Cuando se puso el documental en Páramo del Sil, dos abuelitas se removieron y se hincharon a llorar. Y, al final, me dijeron gracias. Y sonreían.
¿Hasta qué punto tuvo que hacer un ejercicio de abstracción para rodar sobre momentos en que las cuencas mineras eran zonas de aluvión cuando ahora se están despoblando?
La película es un viaje en el tiempo. Y, siendo una película de bajo presupuesto, conseguimos en Villablino una locomotora para tratar de recrear cómo eran aquellos tiempos.
Cuántas películas harían en Hollywood sobre la historia de España. Y nosotros no la aprovechamos
Hay otra paradoja: la película narra épocas de movilización social, incluso en medio de una férrea dictadura, cuando hoy las sociedades están desmovilizadas.
Antes había más movilización. Ahora ha perdido fuelle. Y contar eso era difícil ahora. Antes la lucha era normal. Hoy sería inviable plantear una marcha negra con los mineros caminando hasta Madrid. Hoy, con wifi por el camino, sería inviable.
Las huelgas mineras de los años sesenta pusieron al sector a la vanguardia de las movilizaciones contra el franquismo. Y, sin embargo, es un episodio muy poco conocido y apenas tocado en la ficción.
Es una parte desconocida de nuestra historia. Hay intereses para que no se sepa mucho sobre esto. Y cinematográficamente es riquísimo. Cuántas películas harían en Hollywood sobre la historia de España. Y nosotros no la aprovechamos. A veces no las hacemos porque pervive una cierta leyenda negra sobre el pasado.
¿Qué potencial narrativo, en este caso volcado al ámbito cinematográfico, ve al carbón?
El carbón prácticamente no ha sido tocado desde el punto de vista cinematográfico. Sí hay algún documental, hay ejemplos de documentales chilenos y peruanos, pero muy pocos. Lo militar, por ejemplo, está sobreexplotado. Y el mundo minero es muy cinematográfico también por la historia que hay detrás, que es muy potente. Yo relacionaba el trabajo de los mineros con el mito de Sísifo. No se cansan de bajar y de subir.
¿Siente, precisamente por ser un territorio poco hollado, una responsabilidad añadida al presentar ‘Camino Negro’ y ‘FéMinas. Mujer, minería y desgarro’?
A la gente le gustó el documental. Y espero que la película a la gente le guste y se emocione. Quise situar parte de la acción en 2020, justo antes de la pandemia, para hacer un paralelismo entre el encierro en las casas por el coronavirus y el encierro como método de protesta de los mineros. A partir de ahí se plantea un flashback. Es una historia coral, con muchos personajes. Yo lo diría a la gente que se deje llevar.
Lo más interesante cinematográficamente de la zona me pareció esa mezcla de naturaleza muerta, la de fábricas cerradas y abandonadas, y de naturaleza viva, la de las montañas y los osos
¿Y cuál considera que es el potencial como escenario cinematográfico que tienen zonas como El Bierzo o Laciana?
A mí me encantan estas zonas. Se da una mezcla de naturaleza muerta, la de las fábricas cerradas y abandonadas, y de naturaleza viva, la de los montes o los osos. Me pareció lo más interesante cinematográficamente de la zona: esa transición entre una fábrica abandonada, una montaña gigante que aparece, unos osos que te miran, un bar con unas abuelitas… Para colmo, el padre de la alcaldesa de Páramo del Sil me propuso dar una vuelta y me llevó hasta Primout. Cuando vi un lugar tan increíblemente bonito, llamé a María Luisa. Y le dije: “En la novela no aparece Primout, pero en la película tiene que salir sí o sí”.
Otro descubrimiento fue el de la actriz Aitana Quintans, que apareció en un casting para secundarios y extras y está entre las protagonistas. ¿Qué vio en ella?
Para mí, aparte de los personajes principales, son importantes los secundarios y los de figuración. Y quiero que sean de la zona también como agradecimiento a la zona. Yo, en los casting, me camuflo como uno más. Y cuando en Villablino vi a Aitana Quintas, me dije: “Te tengo”. No es fácil de explicar. Me fijo en la forma de andar y es muy importante la forma de mirar. Me preguntó algo y nos pusimos a hablar. Y ya ahí tenía claro que iba a ser una de las protagonistas.
Creo que Aitana Quintáns que será un gran talento en el mundo del cine. Espero que esto sea un punto y aparte en su carrera
Hay otros ejemplos de películas recientes con actores no profesionales como ‘As bestas’. ¿Qué valor añadido pueden aportar, más para esta película en el caso de Aitana Quintans, que viene de familia minera?
Claro. Aitana sabe de qué va el tema. No hace falta que le explique. Y eso me hace el trabajo más sencillo. Y no viene viciada de nada. Está estudiando Psicología, pero creo que ahora tiene presente ser actriz. Y creo que será un gran talento en el mundo del cine. Espero que esto sea un punto y aparte en su carrera. También vino un hombre al casting de Villablino. Nos dijo que había trabajado en figuración en Nueva York, con Martin Scorsese. Y luego nos dijo que era broma… Pero lo contó tan serio que nos lo tragamos. Y en la película hace un papel de taxista.
La película se preestrena en León capital y en pueblos mineros. ¿Cuál cree que será la reacción del público de las cuencas?
Creo que se van a emocionar muchísimo. Es su zona, son sus pueblos. Se van a ver ellos mismos. La historia está escrita por la mujer de un minero. Así que se van a ver identificados. Se ha respetado el espíritu de la novela. Como desahogo a la trama de las huelgas, se meten otras historias como la de un ‘topo’ en 1936… Si no consigo que a la gente le caiga una lagrimilla, habré fracasado. Van a ver un personaje real y superquerido en la zona, porque la gente tiene un recuerdo maravilloso, como el entonces cura Javier Rodríguez Sotuela, que está magníficamente interpretado por Rafa Castillo-Romero.
Y, dándole la vuelta a la pregunta, ¿cómo cree que acogerán la película espectadores de lugares no familiarizados con la minería del carbón?
Pues creo que les picará la curiosidad de aprovechar la zona turísticamente. Y de poder ir con la curiosidad de saber algo más. Hay recreaciones de minas en Fabero o en Páramo del Sil. Antes estas zonas luchaban para sacar carbón; y ahora luchan para que no se las olvide.