'Camino Negro', la película que escarba en las entrañas del alma minera del Bierzo y Laciana

A María Luisa Picado, que nació en Las Lanchuelas (Valencia de Alcántara, Cáceres), le impresionaron las montañas y le chocó el olor a carbón de las cocinas cuando llegó con apenas 11 años de edad a Matarrosa del Sil (Toreno, León). Había otra cosa que no se podía ver y ni oler, pero que se palpaba: el “alma minera” de la zona. Muchos años después, volcó aquellos recuerdos en una novela que tituló Camino Negro. A Luisje Moyano, residente en Jaén y con experiencia de haber rodado el cortometraje Reset en una mina de plomo abandonada en Linares, le llamó la atención aquella historia de resistencia obrera en pleno franquismo, le maravilló Primout (Páramo del Sil) hasta modificar una de las tramas para localizarla en ese pueblo enclavado entre montañas y le encandiló una chica de 18 años que se presentó a un casting para secundarios y figurantes y ahora será una de las protagonistas de la adaptación cinematográfica del libro.

A Aitana Quintans, que ahora está en la recta final del Bachillerato con la idea de estudiar Psicología, no le sorprenden ni las montañas ni el olor a carbón. De Caboalles de Arriba (Villablino), mamó ya desde la cuna la cultura de la zona con padre, un tío y los dos abuelos mineros. Fue al casting animada por un amigo. Habló con Luisje Moyano antes de la cita sin saber que era el director. Y él la eligió sin necesidad de escucharla después en la entrevista para interpretar el personaje de Camino en el filme. A Luna Martínez, jienense que ya había trabajado antes a las órdenes de Moyano, le sonaba muy lejana la minería del carbón hasta que tuvo que empaparse para ponerse en la piel de Bárbara. Lidiando con el frío de la zona a finales de noviembre, sobre toda una cosa le sorprendió profundamente: “El hecho de que la gente luchara por seguir trabajando en algo que jamás me hubiese imaginado porque me parece un trabajo muy duro”.

Y a Rafa Castillo-Romero, que también sabía lo que era rodar con Luisje Moyano y ya había hecho teatro en Villafranca del Bierzo, le sonaban más cercanas las movilizaciones mineras, también por su afición al cine social de británicos como Ken Loach. Más lejana de su origen malagueño era la localización del rodaje de Camino Negro, que se ha sustanciado entre León, Ponferrada, el Palacio de Canedo (Arganza) y las cuencas mineras del Bierzo y Laciana. El director ya le había puesto en antecedentes al grabar un trabajo en Jaén. “Pero no sabía que ahora sería tan lejos”, reconoce el penúltimo día del rodaje en Santa Leocadia (Toreno), con sotana y en la piel de don Luis, el sacerdote inspirado en la figura de Javier Rodríguez Sotuela, el cura rojo luego secularizado que estuvo a punto de ser procesado por propaganda ilegal cuando el día de Santa Bárbara (patrona de los mineros) de 1968 sustituyó la imaginería religiosa por pancartas reivindicativas.

Camino Negro fue primero un libro. María Luisa Picado dejó Matarrosa del Sil en 1972, con poco más de 20 años, cuando represaliaron a su marido por participar en las huelgas del sector todavía en pleno franquismo. Animadora sociocultural de profesión y afincada en Cataluña, se animó a escribir hasta recibir dos premios en certámenes de relatos cortos de la Diputación de Barcelona. Autopublicó luego la novela María, la frontera y el camino y tomó contacto con la editorial Angels Fortune a través de Isabel Montes para rescatar sus recuerdos de infancia y juventud en una cuenca minera. Cuando la editorial abrió un apartado de guiones audiovisuales, Picado hizo un curso de adaptación y resumió todas las tramas de la novela en una serie de seis capítulos. Desechada esa vía, ha colaborado con Luisje Moyano en la escritura de un guion que transforma el libro en un largometraje.

"Hay, sobre todo, sentimientos. Hay corazón en la novela", dice el director sobre el libro en el que se basa el filme

Camino Negro es ahora también una película. A Moyano no le convenció el capítulo piloto de la adaptación a una serie. Pero sí le había gustado el alma del libro. “Hay, sobre todo, sentimientos. Hay corazón en la novela”, cuenta. María Luisa Picado puso dos condiciones para realizar la adaptación: conservar el espíritu de la historia y mantener las localizaciones en las cuencas del Bierzo y Laciana. Moyano, que no había pisado la zona hasta el verano, se trajo parte de su equipo habitual en Jaén. “Pero si yo llego a un lugar, hay que respetar ese lugar”, dice para ilustrar su afirmación con la contratación de profesionales detrás de las cámaras. Y programó una serie de castings por la zona con la idea de completar el reparto de figurantes y papeles secundarios. Hasta que apareció Aitana Quintans.

Aitana se había enterado de la prueba a través de las redes sociales del Ayuntamiento de Villablino. No tenía pensado presentarse hasta que la animó un amigo. El director estaba sentado a la espera de comenzar el casting en la capital lacianiega. “Y aparece una chica con el pelo cortito. Venía caminando y me digo: la tengo”, reconoce Moyano. “Fue una apuesta personal. Y creo que no me he equivocado. Porque Aitana lo está bordando”, añade minutos antes de que la joven aparezca por Santa Leocadia para participar en su último día de rodaje en Camino Negro. Quintans no había nacido en los años sesenta y setenta en los que se ambienta la película. Pero la historia de la minería es también la de su familia. Y ella se recuerda de niña viviendo, y sufriendo, las últimas movilizaciones del sector. “Mi padre fue a una de las revueltas y lo llegaron a detener. Aquello fue muy duro”, confiesa.

La película contrasta los dos planos temporales con una pequeña variación. Parte del filme recrea las historias de antes, las correspondientes a la infancia y juventud de María Luisa Picado, con las mujeres participando también en movilizaciones prohibidas en plena dictadura. Y estira en el tiempo el encuentro de aquellas amigas de juventud para situarlo en 2020 y hacer un paralelismo entre el encierro, una de las fórmulas reivindicativas típicas del sector minero, con el confinamiento por la pandemia del coronavirus con Arantxa del Sol, Cuca Escribano, Marta Urzelay y Antonio Mayans como protagonistas de esta parte.

Con familia minera, Aitana Quintans se presentó el casting y el director la eligió para el reparto. "Fue una apuesta personal. Y creo que no me he equivocado. Porque Aitana lo está bordando", señala Moyano

Luisje Moyano se permitió otra licencia cuando visitó Primout y se dijo que allí tenía que rodar. Al poeta Ángel González, que ejerció como maestro en los años cuarenta en esta localidad que llegó a despoblarse completamente décadas después, le dijeron que a Primout no volvía nadie. Y el realizador quiso regresar pese a las dificultades de acceso a un pueblo al que no llega la carretera para adaptar una de las tramas situadas en la novela en Villablino, la protagonizada por un hombre que vive escondido en un zulo durante la posguerra, en este “lugar tan bello y tan de cuento”.

A María Luisa Picado, que de niña se sorprendía por las montañas y el olor a carbón en la cuenca minera del Sil, el rodaje cinematográfico con jornadas maratonianas de trabajo le parece “una noria de sentimientos”. “Hay días en que nos levantamos a las seis de la mañana y regresamos a las diez de la noche”, ilustra tras reconocer como espectadora que no se imaginaba la cantidad de personas que trabajan detrás de las cámaras. Copartícipe en la elaboración del guion y presente en el rodaje de historias entroncadas con su propia biografía, también se reconoce conmovida por “la profesionalidad” de actores que “se ponen y lloran de verdad”. “Una lloraba como una Magdalena y yo, desde detrás, lloraba con ella. Y pensaba: ¿pero cómo puede ser esto?”.

La actriz Luna Martínez hace de Bárbara, personaje de alguna manera inspirado en las vivencias de infancia y juventud de María Luisa Picado en los años sesenta y setenta. “Me he estado viendo muchas fotos, probándome la ropa, hablando con personas y con la propia escritora para que me pudiesen explicar ya no sólo las cuestiones de la mina, sino cómo se vivía en aquellos momentos. Y, sobre todo, cómo vivía la mujer aquí”, cuenta antes de rodar una escena en la que se ve intimidada cuando va por agua a la fuente.

"Me gusta investigar un poquito sobre el personaje, pero no demasiado. Tampoco quiero contagiarme", dice el actor Rafa Castillo-Romero, que interpreta el personaje inspirado en el cura rojo Javier Rodríguez Sotuela

Aitana Quintans actúa en medio de un proceso de aprendizaje. Aficionada a la fotografía, ahora se pone delante de la cámara reconociendo su sorpresa por detalles como el poder tener una pausa para empezar a rodar tras cada grito de “acción”. Además de llevar bajo la piel la cultura de la zona (es hija de un minero en la realidad y la ficción, la “más rebelde” del grupo en la película hasta de alguna manera identificar su papel con su propia personalidad), también aporta cierta dosis de naturalidad al ser la primera vez que se ve en esta tesitura. “Luis siempre me deja una toma, para que yo vea más o menos cómo lo quiero hacer con naturalidad. Y luego, a partir de ahí, ya vamos cogiendo esos pequeños matices”, cuenta quien ahora no descarta tener en la recámara la opción de dedicarse a la interpretación en paralelo a su aspiración de estudiar Psicología.

Y Rafa Castillo-Romero interpreta el papel inspirado en todo un mito en la zona, el sacerdote luego secularizado Javier Rodríguez Sotuela, que se puso del lado de los mineros, lo que, al mismo tiempo, lo puso en el ojo del huracán del régimen. El actor recibió el papel como una “lección de vida”: la de comprobar “cómo hay gente que pudiéndolo tener tan fácil, se complica la vida”, haciendo un paralelismo con el poeta Federico García Lorca. “Me gusta investigar un poquito sobre el personaje, pero no demasiado. Tampoco quiero contagiarme (...) porque creo que un actor debe dar su propia visión de ese alguien”, reconoce hasta destacar el valor de trabajar fuera de su espacio de confort y descubrir “una maravilla de material humano” como la encontrada en las cuencas hasta valorar la experiencia fuera del rodaje como su propia lección de vida.

“He conocido a gente maravillosa. Y también con eso se queda uno”, coincide Luisje Moyano en Santa Leocadia, en la penúltima jornada de un rodaje intenso, ahora con la idea de poder hacer uno o varios preestrenos por la zona en torno a la próxima primavera y de que por este Camino Negro cinematográfico transite el “alma minera” de las cuencas del Bierzo y Laciana. 

Un documental sobre mujer y minería

El director Luisje Moyano estiró la idea inicial de filmar sólo la película cuando a través de los castings descubrió el potencial humano de unas zonas marcadas por el negro del carbón hasta perfilar su identidad y cuando vio un apartado dedicada a la mujer minera en la visita al Pozo Julia de Fabero.

“Siempre hablamos de los mineros. Pero, ¿y las mujeres, ya no sólo las que fueron mineras, sino las que quedaron en casa? Esa madre, esa mujer, esa hija, ¿qué pasa con esas mujeres? Porque eso también es mina, eso también es minería”, cuenta. Para responderse a esas preguntas, ha rodado de forma paralela un documental sobre mujer y minería.

Moyano quedó impactado por los testimonios en los castigns al responder a la pregunta sobre la relación personal con la minería. “El 80% se ponían a llorar”, señala. “Y muchas eran viudas. Y unas cuentas eran hijas sin padre. Eso me llamó la atención”, añade para situar también en esa secuencia parte del germen de un documental que recogió otros testimonios como del propio cura de Matarrosa del Sil en la época Javier Rodríguez Sotuela.