'Anatomía de un instante': la imagen
La secuencia televisiva que muestra a Adolfo Suárez levantándose de su escaño para ayudar a su vicepresidente, Manuel Gutiérrez Mellado, zarandeado por los guardias civiles que asaltaron el Congreso el 23F, es sin duda una las imágenes más icónicas de la democracia. Los únicos que no se escondieron bajo sus escaños mientras el golpista Antonio Tejero descargaba su pistola en el techo del hemiciclo fueron Gutiérrez Mellado, Santiago Carrillo y Suárez. Esto es algo que sabemos porque una de las cámaras de televisión que estaban grabando la sesión parlamentaria en el momento de producirse los hechos permaneció encendida sin que los golpistas se percataran de ello. Es así como tenemos constancia real de lo sucedido. ¿Quién sabe cuál hubiera sido el relato final y establecido sin ese documento fílmico?
Javier Cercas asegura que dedicó ocho horas diarias durante cuatro años al estudio e investigación de la documentación y testimonios disponibles para elaborar la novela que ahora adapta con fidelidad y eficacia para la televisión Alberto Rodríguez: Anatomia de un instante. Su disección de uno de los momentos más cruciales de la Transición es tan exhaustiva y profunda como objetiva, ajena a cualquier opinión subjetiva que pudiera contaminar lo más importante, los hechos. Tiene la misma e indeleble naturaleza de documento histórico que esas imágenes grabadas por casualidad y que permitieron que nadie inventara ninguna otra versión que no fuera la verdad: esos tres políticos que eran considerados unos traidores en sus respectivos ámbitos fueron los únicos que mantuvieron viva la dignidad de nuestra entonces joven democracia. Su recorrido vital hasta llegar a ese instante, a esa histórica imagen, explica la lucha por superar todos los obstáculos que surgieron en el camino para consolidar el estado de derecho que ahora disfrutamos. Todos fueron capaces de ceder para llegar a acuerdos, de tener la suficiente visión política como para comprender que era el momento de olvidar el pasado y mirar al futuro con afán de concordia, haciendo país.
La miniserie de Alberto Rodríguez es tan interesante como entretenida. El brillante guión esconde el mismo dominio del suspense del thriller político que ya mostraba el director en aquella otra estupenda película que contaba los tejemanejes de Paesa y Roldán: El hombre de las mil caras (2016). También son excelentes su fotografía de colores mate y su dirección artística, con esas habitaciones llenas de humo y esa estética tan reconocible y ligada a la época que retrata. Aunque lo más fascinante son sin duda las interpretaciones, todos están deslumbrantes en la difícil tarea de llevar a la ficción a unos personajes que el espectador está cansado de ver en imágenes reales de reportajes o documentales.
Anatomía de un instante es una de esas series que, además de sus valores artísticos, debería ser enseñada a los jóvenes en las clases de historia. Por eso, para qué piensen, para que descubran de dónde venimos, para que entiendan porque es tan necesario conocer nuestra propia historia.