Los 72 años son los nuevos 30 en mortalidad humana
n equipo de investigación liderado por Oskar Burger, científico del Instituto Max Planck de Investigación Demográfica en Alemania, ha utilizado datos de mortalidad de las poblaciones modernas de cazadores-recolectores –cuyas historias de vida son similares a las de las generaciones del pasado– para colocar en un contexto evolutivo general la reciente caída de la mortalidad humana. El estudio se publica en la revista PNAS.
“Comparamos las probabilidades anuales de mortalidad en las dos naciones que tienen actualmente el mayor índice de longevidad, Japón y Suecia, con poblaciones de cazadores-recolectores. Los datos de estos últimos los utilizamos como patrón típico o promedio de supervivencia de nuestro pasado evolutivo humano antes de la revolución agrícola y preindustrial”, declara a SINC el investigador. Los individuos aborígenes pertenecían a grupos como los hadza de Tanzania (Africa), los !Kung de África del Sur o los agta de Filipinas.
El objetivo de Burger era saber cuánto se había alejado la población más longeva del mundo de los patrones de mortalidad humana típicos. Para ello compararon las curvas de mortalidad para cada población y analizaron la media de edad a la que había mayor probabilidad de fallecimiento.
Los cazadores-recolectores a la edad de 30 años tienen la misma probabilidad de morir que individuos japoneses a los 72 años
Una capacidad sin precedentes
Según sus resultados, los cazadores-recolectores a la edad de 30 años tienen la misma probabilidad de morir que individuos japoneses a los 72 años, “haciendo de los 72 los nuevos 30”.
“La información sobre los pueblos cazadores-recolectores la recogieron antropólogos que fueron a vivir con estas poblaciones. Nuestros estudios indican que su media de mortalidad está más cerca de los chimpancés, nuestros parientes más cercanos, que de los seres humanos de algunos países industrializados”, apunta el investigador.
Este hallazgo demuestra que la capacidad de las personas para prolongar su vida no tiene precedentes, lo que sugiere que la disminución de la mortalidad no se debe a las modificaciones genéticas, sino al ambiente.
Los científicos señalan que es necesario seguir investigando para entender qué hace que la mortalidad humana sea tan maleable.
“Todo lo que sabemos es que los intentos anteriores para estimar el límite de la esperanza de vida humana han fracasado. La esperanza de vida no va a seguir creciendo al ritmo actual para siempre, pero hasta qué edad se elevará sigue siendo una cuestión abierta”, concluye Burger.
Los autores comparan este aumento en la longevidad humana con la observada en estudios previos sobre moscas de la fruta seleccionadas y criadas para vivir más tiempo.
Referencia bibliográfica:
Oskar Burger, Annette Baudisch y James W. Vaupel. “Human mortality improvement in evolutionary context” PNASwww.pnas.org/cgi/doi/10.1073/pnas.1215627109