Pilar y Gerardo “Juntos hasta que la sauna nos separe”
Muchas veces los héroes cotidianos, aquellas personas que logran superar los obstáculos de la vida sin perder ni la sonrisa ni el ánimo, caminan en paralelo a nosotros y no siempre nos damos cuenta. Ahora cuando ambos han pasado la barrera de los ochenta su coraje y su fuerza interior y el buen humor que destilan hacen más llevadero el runrún del trajín cotidiano.
Cada tarde, ya desde hace ya mucho tiempo, Pilar Castro Domínguez acude a la cita de la partida con sus amigas en la Sociedad Deportiva la Venatoria, mientras Gerardo Rodríguez Puente, sin prisas pero sin pausas, sube al gimnasio en el que ha vuelto a cobrar la sonrisa tras un accidente, una caída insustancial de esas en las que medicina llega hasta un punto y el resto depende de uno mismo.
Y la final de la tarde ambos concluyen la jornada con una buena sesión de sauna, como mandan los cánones; del calor al frío de la piscina exterior y vuelta al punto de partida. Y a su alrededor se ha gestado una especie de camarilla en la que los sinsabores de la vida se aparcan y fluye la chispa, la sonrisa, la cercanía que proporciona de la desnudez, o casi. A esta batalla, a esa complicidad, se unen una legión de incondicionales todas las tardes.
El primer paso
Pilar y Gerardo irradian una fuerza interior deslumbrante, que no pasa desapercibida, tal vez porque desde muy jóvenes han tenido que plantar cara, sin más carta de presentación que su propio ánimo.
Apenas unos adolescentes se matricularon en la universidad de la vida. Pilar comenzó con doce años a trabajar en el puesto de venta de quesos de la plaza del mercado que tenía su familia. Con su madre y una hermana. Horarios agotadores, en especial los sábados, sobre todo en aquellos años en los que León abría los ojos después de décadas de pesadillas.
Entonces los sábados eran jornadas de casi 24 horas porque los albañiles cobraban el libramiento por la tarde y se hacia buenas cajas. Pilar también recuerda las épocas de tránsito cuando por los segadores y los “teitadores” acudían a las campañas y se llevaban su buenos fajados de quesos. Poco tiempo después, aún adolescente, en esa etapa en la que te comes el mundo, Pilar conoció a Gerardo que cerca ya de los 83 años aún conserva el donaire de los galanes de los años cincuenta.
Gerardo trabajó desde los doce años en el entorno del mundo del automóvil hasta que montó su propio negocio como chapista, al que aún acude a diario para ver como van las cosas, para leer el periódico, para echar mano de la experiencia cuando su hijo Leoncio lo requiere.
Fueron años duros y no se cobraba demasiado; como botón de muestra recuerda que allá por la década de los años cincuenta le contrataron para trabajar en Villablino, como “un figura” dice Gerardo, como experto cualificado que era; entonces le pagaban 2.500 pesetas, unos quince euros actuales, y la patrona le costaba 1.700 pesetas. Y era un sueldazo, reconoce Gerardo.
Hijos y nietos
Pilar, que no aparenta los 80 años cumplidos en mayo, dirige el matriarcado familiar. Ha criado a sus dos hijos, Leoncio, que seguido los pasos su padre, y Pilar, licenciada en Bellas Artes, y ahora han tomado el relevo los nietos; Marta, Álvaro, Fernando Sergio y Alberto. Durante muchos años los angostos horarios de trabajo dejaban poco margen y apenas unas salidas a Gijón y poco más. Pero desde que se han jubilado, como mandan las leyes a los 65 años, no ha dejado de aprovechar ni un día para cumplir los sueños de viajar o en el caso de Pilar su pasión por la lectura: Gerardo lo explica de una manera muy gráfica; “en nuestra habitación tenemos dos camas con dos repisas; la de Pilar esta llena de libros, la mía de medicinas”.
Desde hace algún tiempo Marta, la nieta vive con ellos. Aquí se enamoró de un chavalín, explica Pilar, y nosotros encantados, porque nos hace compañía.
Pilar y Gerardo ya no le temen a casi nada. Ahora tiran por los nietos, que si un coche para uno, que sin una ayuda para el que está con un Erasmus estudiando fuera, que si el aguinaldo para otro. Cada vez que hablan de ellos se les escapa el orgullo de familia, se les hincha el pecho.
La vida es un largo camino y Pilar y Gerardo ya le han perdido el miedo, siempre que estén juntos, Juntos hasta que la sauna nos separe.