Los 50 años del CCAN: el club cultural surgido del antifranquismo que creó conciencia social en León
España se estaba preparando para los cambios. Era 1972. Había represión, por supuesto. Y algunos de quienes lanzaron el CCAN (Club Cultural de Amigos de la Naturaleza) de León la sufrirían en sus carnes. Pero también había complicidad. Y un miembro de la Policía Nacional, una de esas fuerzas represivas, podía ser en cierto modo uno más en aquellas primeras reuniones en las que se llegaban a deslizar críticas contra poderes establecidos como la Iglesia hablando de patrimonio. El círculo se cerró cuando, a la vuelta de los años, el agente Jaime Federico Rollán Ortiz, encargado de 'controlar' aquellos encuentros, publicó el libro 'Iglesias mozárabes leonesas'. Rollán Ortiz, fallecido en 2018, no podrá brindar este año por el cincuentenario del colectivo.
León tenía miedo a los cambios. La represión se había cebado tras la Guerra Civil con la parte del poder industrial de adscripción republicana. La ciudad era, más que de derechas, conservadora. “Cuando se está acabando algo, la gente se mueve, pero aquí todavía era reacia”, cuenta Ricardo Vega, uno de los padres fundadores del CCAN. Militante comunista, vivió en primera persona esta operación en la clandestinidad. “El PCE tenía que darse a conocer. Se empezó a arriesgar. Había que enseñar la patita”, cuenta. Y lo que en otras ciudades derivó en Clubes de Amigos de la Unesco, en León se bautizó como Club Cultural de Amigos de la Naturaleza. Su propia denominación le daba suficiente ancho de perspectiva en una sociedad que empezaba a abrirse a los cambios.
El PCE tenía que darse a conocer. Se empezó a arriesgar, cuenta el militante comunista Ricardo Vega, uno de los fundadores, para explicar el contexto del nacimiento del CCAN
Juan Carlos Ponga se recuerda yendo a finales de 1973 a una proyección nada menos que de 'El acorazado Potemkin' a Trobajo del Camino. “Allí contacté con el club”, rememora. Y por el Primero de Mayo de 1974 se organizó la primera excursión de la sección de arte con destino a la Tierra de Campos. De las salidas a patear el vasto territorio de la provincia detrás de patrimonio artístico a veces a punto ser expoliado se nutrían luego vía diapositivas algunas de aquellas reuniones. “Se han metido un poco con el Obispado...”, les reprochaba a veces con la boca pequeña el agente Rollán Ortiz, al que conocían como 'el poeta' y que luego publicaría también obras en verso. Aquellas excursiones también componían la materia prima de unas colaboraciones en Diario de León que reportarían al CCAN un premio Pimiento de Oro del Ayuntamiento de Ponferrada, un plus de visibilidad.
Un 'aliado' insospechado: la central nuclear de Valencia de Don Juan
El Club Cultural de Amigos de la Naturaleza de León encontró un 'aliado' insospechado en la iniciativa para levantar en Valencia de Don Juan una central nuclear. En las postrimerías del franquismo, la oposición a este proyecto a través de manifestaciones les costó a algunos sufrir en sus carnes aquella represión policial en forma de detenciones. Pero el CCAN pudo de alguna manera capitalizar aquel descontento. “Hubo una respuesta favorable a la lucha en los pueblos del entorno”, cita Ponga al recordar tractoradas de protesta de gentes de zonas que veían amenazados sus intereses económicos. El colectivo, que desde el principio puso a debate temas a la vanguardia como el feminismo, el ecologismo, el sindicalismo o el antimilitarismo, fue uno de los que salió ganando de aquella batalla.
León era casi un erial para el movimiento asociativo cuando surgió el CCAN. Sus primeros integrantes apenas citan a varias sociedades recreativas antes de referirse al Club Forecu (Formativo, Recreativo y Cultural) como una especie de precedente. “Tenía cierto espíritu de ruptura”, señala Vega sin que Ponga deje de ponderar en positivo como caldo de cultivo los exiguos índices de analfabetismo de una sociedad que desde tiempo atrás podía presumir de la formación de maestras: “Había un cierto nivel cultural, las mujeres estudiaban...”. Y de eso se valió también el colectivo.
El CCAN aglutinó diversas inquietudes con un denominador común ideológico que Ricardo Vega resume en el adjetivo “progresista” para ir más allá de la habitual adscripción al Partido Comunista. “No había integrismo”, constata Ponga. Muerto Franco en noviembre de 1975, cada partido, sindicato, colectivo o sensibilidad que estaban integrados en el club buscaron su propio espacio, lo que incluso derivó en la creación de asociaciones como la feminista de Flora Tristán. El Club Cultural de Amigos de la Naturaleza se fue quedando sin músculo. Y Antonio López Peláez, uno de los fundadores, ejerció de sostén hasta que volvió a coger fuelle.
Muerto Franco, las distintas sensibilidades que agrupaba el CCAN buscaron su propio espacio. El colectivo perdió músculo, recuperado a base de combinar el ambigú con una intensa programación cultural
López Peláez, Justino Burgos, Luis de la Calzada (que fue el primer presidente) y Ricardo Vega dieron forma en 1972 a un club cultural que nació en casa de este último, pasó por dos emplazamientos diferentes en la calle Cipriano de la Huerga y se asentó en la buhardilla de la Casona de Puerta Castillo, donde revivió a fuerza de combinar el ambigú con la intensidad de su programación cultural. Javier Carbajo formaba parte de un grupo de aficionados al cómic que ponían 50 pesetas para adquirir todas las publicaciones de la época y acabaron formando una comicoteca en León. Al contrario que los colectivos que salieron del CCAN, este se integró en la agrupación a principios de los años ochenta. El club, que había servido de trampolín para la presentación de libros de autores leoneses que luego llegarían tan alto como Luis Mateo Diez, fue por entonces escenario del 'bautismo' de los más variados grupos de música locales hasta incluso surgir en su seno la banda de salsa La faria.
El relevo generacional frustrado tras el desalojo
En la histórica sede de la buhardilla de Puerta Castillo, el CCAN se convirtió en un punto de encuentro. “Se produjo el encanto de que se diera una fusión de generaciones”, celebra Carbajo. “Yo ya no solía ir, pero iba mi hija. Había que dejar paso a otros”, completa Ponga, orgulloso precisamente del papel dinamizador de nueva conciencia social y cultural que cristalizó en la creación de agrupaciones. El colectivo, que había nacido bajo el influjo de una corriente asociativa que dio lugar a colectivos como Greenpeace o Médicos Sin Fronteras y que hizo causa común de la oposición a la central nuclear de Valencia de Don Juan, se metió luego en otras batallas como la de la “normalización” del consumo de cannabis. Y así surgieron Amigos de María o MAL (Movimiento Antiglobalización de León) como antes lo había hecho Flora Tristán.
El desalojo en 2012 de su histórica sede en la buhardilla de la Casona de Puerta Castillo tuvo una consecuencia de más calada que la inmediata de buscar un local: la ruptura del relevo generacional
La batalla que no ganó el CCAN fue precisamente la del mantenimiento de su sede emblemática, que revirtió a manos municipales a principios del año 2012 tras haber pasado por régimen de alquiler con la familia propietaria y con el Ayuntamiento de León y concluir el período de cesión. “No le interesaba al Ayuntamiento tener un club cultural de esas características, que tenía más programación que el propio Ayuntamiento”, sostiene Vega. “El problema del Ayuntamiento era no poder controlar las actividades culturales”, agrega Ponga. Las consecuencias del desalojo de Puerta Castillo fueron más allá de la inmediata: la búsqueda de sedes que le hizo abrir un período itinerante. Hubo otra repercusión de más calado: la de la ruptura generacional: “Nos ha faltado relevo tras el desalojo. Los más jóvenes de ahora tienen ya 40”.
Aunque el perfil ideológico no había variado, el CCAN sufrió la evolución de la sociedad desde la ilusión de la oposición en el tardofranquismo hasta cierto aburguesamiento con el asentamiento de la democracia en España con la consiguiente sucesión de estados de ánimo tras la dictadura a la que Ricardo Vega le pone palabras: “Desencanto, pasotismo, indiferencia y, ahora, dispersión y falta de conciencia. No hay esa militancia latente”. Con ese hándicap lidia la actualidad del CCAN, que no acabó de encontrar una sede estable al pasar por un par de emplazamientos en El Ejido, el último abandonado “por suerte” justo antes del confinamiento, sin perder fuerza como elemento dinamizador. Y ahora se prepara para celebrar el cincuentenario (en 1992 brindó por un quinto de centenario que jugaba con la afición al 'quinto' de cerveza y la oposición a los fastos del quinto centenario del Descubrimiento de América) siendo espejo de la evolución social del último medio siglo en León.