Joaquín Araújo: “En menos de medio siglo estaremos perdiendo entre el 30 y el 40% del PIB por el cambio climático”
Naturalista, divulgador, periodista, agricultor y, como él mismo se define, “emboscado”. A punto de cumplir 70 años, con más de 100 libros a sus espaldas y tras haber plantado más de 25.000 árboles a lo largo de su vida, Joaquín Araújo acude al Museo de la Energía de Ponferrada para participar en el curso de Eduador Científico organizado por la Universidad de León. Desde esa antigua central térmica, el único español que ha ganado dos veces el Premio Nacional de Medio Ambiente y al que la ONU ha reconocido con el Global 500, el galardón más prestigioso del mundo del ecologismo, critica que España no suscriba el acuerdo para poner fin a la producción eléctrica basada en el carbón.
Una de las experiencias que más marcó su vida fue el verano que pasó hace ahora 50 años, muy cerca de aquí, en casa de los Panero, en Astorga. ¿Qué recuerda de aquel entonces?
Mi vida tiene un perfil peculiar en cuanto a mi relación capicúa con la poesía. Yo fui asquerosamente precoz y con 14 años ya escribía poesía, aunque me ganaba de largo Leopoldo María Panero, del que fui íntimo amigo, porque él empezó con cuatro. Esa amistad me llevó a pasar dos veranos en la casa palacio de la familia, en Astorga. Fue una inmersión en un mundo de refinamiento y cultura. Además, descubrí la naturaleza en un flechazo fulgurante, a la altura de cualquier gran noviazgo. Descubrí a la mujer de todas las mujeres, a la madre de todo lo femenino en este mundo, que es la naturaleza. Me enamoré hasta las trancas y me hice naturalista hasta que bien entrada la cincuentena volví a ser poeta. Ahora lo que más me interesa es la poesía. La semana pasada salió mi último libro, un volumen de poemas manuscritos.
¿Poeta de la naturaleza?
Sí, en gran medida. Aunque escribo también de otras cosas. En mi obra publicada, la naturaleza ocupa el 90 por ciento. En la poesía pasa lo mismo.
Ha recibido recientemente su premio número 50.
Otra historia curiosa con los guarismos. Me persiguen extrañas simetrías matemáticas. Estoy a punto de celebrar mis bodas de oro de dedicación a la defensa de la naturaleza y el medio ambiente. Da la casualidad que el último premio es el número 50 de mi trayectoria y el verano que viene se cumplirán 50 años de mi compromiso con la militancia ambiental.
Es conocida su opinión contraria a la minería. ¿Qué opina de que España no se haya sumado a la alianza mundial contra el carbón, alumbrada por la cumbre del clima de Bonn?
Es una auténtica tragedia. Todo lo que inspira la actuación política en relación al cambio climático, tanto a izquierda como a derecha, es ignorancia supina y mezquindad. Que nuestro país no suscriba la parte de supresión del carbón, que es el combustible fósil más contaminante, es un disparate absoluto. Y no me sirve la clásica excusa de que hay que salvar a un sector económico, porque el cambio climático ya hace perder un tres por ciento del Producto Interior Bruto (PIB) a las naciones industrializadas. Si se confirma el aumento de dos grados en la temperatura, en menos de medio siglo estaremos perdiendo entre el 30 y el 40 por ciento del PIB a causa del cambio climático. No pongamos excusas económicas. Económicamente hay que rescatar a la vida.
¿Cómo debería ser el modelo energético español?
Este país puede presumir históricamente de ser el mejor del mundo para la transición a un modelo energético vivaz, transparente, justo, limpio, seguro y barato. Un país con nuestra situación geográfica y entre las diez mayores potencias industriales tiene las posibilidades para convertirnos en un ejemplo de que se puede suministrar energía limpia suficiente para todos los usos que hoy tenemos. Esto está demostrado por científicos alemanes, ya no es una cuestión de sentimentalismo ecologista, es una cuestión matemática. Es posible, pero haría falta hacer una apuesta determinada. Pero por decisiones políticas absolutamente domesticadas por el sector eléctrico ya no somos líderes, hemos perdido posiciones en el mundo y para colmo seguimos jugando al escondite con lo que es una absoluta y perentoria necesidad de la humanidad.
En la comarca del Bierzo está prevista la instalación de una planta de aprovechamiento de biomasa forestal. ¿Qué opina de este sector?
Es un arma de doble filo. España tiene suficiente biomasa para mantener unas cuantas centrales, pero a veces hay actuaciones forestales nada deseables. Hay que tener una planificación exquisita del residuo forestal y del crecimiento que tienen los árboles, que se sitúa en torno al 15 por ciento al año, porque la rentabilidad y la eficacia dependen del suministro de esa materia que se va a quemar. Ya ha pasado que algunas centrales han tenido que comprar combustible que ha tenido que recorrer kilómetros, dejando huella ecológica. Y que no haya coartada alguna para hacer sustituciones forestales, sobre todo en esta comarca. Nada de eucaliptos y la menor cantidad posible de pino. Es fundamental para que este lugar siga siendo un hogar hospitalario.
La ordenación de montes también aparece como una cuestión clave para combatir los incendios que azotan cada año la comarca. ¿Qué se puede hacer para evitarlos?
Con una política que incluya el aprovechamiento de residuos forestales se favorece la protección del bosque y se limita la incidencia de los fuegos. Que se queme el Bierzo como se quema desde hace decenios es un disparate. Si se usa la productividad neta del bosque, que es renovable año a año, se lo defiende y se produce una energía que contamina infinitamente menos que la producida en centrales convencionales de carbón, gas o petróleo.
Parece inevitable asociar la rentabilidad económica al cuidado de los bosques.
Esta es la maldición de vivir en la civilización y el modelo económico en el que vivimos, donde las cosas se miden exclusivamente por la rentabilidad. Pero cada árbol en pie vale infinitamente más que un árbol caído. Nosotros no estaríamos aquí sin árboles, ni siquiera en el sentido intelectual. Pensamos gracias al bosque, que fue nuestro hogar durante seis millones de años. Allí era necesario crear sistemas de entendimiento, de comunicación verbal para tejer alianzas y estrategias. Una parte de la inteligencia humana se debe a que fuimos bosque. La vida y la belleza, eso sí es lo rentable, pero esto lo digo desde la más absoluta ingenuidad porque soy un sentimental. Yo he plantado un árbol por cada día que he vivido, porque es el mejor aliado para combatir el cambio climático. Si volvemos a la cifra que hablábamos antes del 30 por ciento del PIB, sólo hace falta echar cuentas de los miles de millones que podríamos ahorrarnos si hacemos una buena política forestal.
¿La sequía que estamos viviendo también es consecuencia del cambio climático?
La sequía es la metáfora de esta civilización. Para que se produzcan estas pésimas gestiones hay que tener seca la cabeza y el corazón. Este mundo se está secando porque hemos sido imprudentes en el abuso de la energía, es fruto de una conducta acaparadora y cómoda. Somos tan irracionales que, por pura comodidad, devoraremos al mundo entero. En el momento en que demos unas pedaladas más, bajemos una escalera o trabajemos con nuestras manos, veremos bajar el gasto de energía a una velocidad extraordinaria. Hay que empezar a hacer cosas que cuestan muy poco esfuerzo. Luego te lo agradece tu cuerpo y el conjunto de la vida del planeta.
Para un agricultor como usted, ¿no es inevitable pensar que la naturaleza muestra su peor cara con fenómenos como la sequía, los incendios o las heladas?
Considerar que hay una fuerza maligna, una madrastra extraña que nos da la espalda, es absurdo. La naturaleza no tiene ninguna finalidad, ni distingue entre el bien y el mal. Los que sí tenemos esa capacidad somos nosotros, por eso es terrible que apostemos más por lo que estropea la vida que por lo que la facilita. El mejor agricultor del mundo es la planta. Los economistas no se enteran: para crecimiento, el de una semilla de maíz, que plantas cuatro en el suelo y al cabo de unos meses tienes mil. Los agricultores son los beneficiarios de lo que sabe hacer la naturaleza.
¿Qué papel debe jugar la divulgación científica en este necesario cambio de paradigma?
Hay que ensanchar la base. La ciencia es fundamental pero tiene que darse la mano con más cosas. El conocimiento sin la vivencia, la ciencia sin la poesía, es un cuerpo amputado. Para llegar al gran público es necesario tener en cuenta el resto de capacidades humanas. La ciencia es la madre de la tecnología, pero la tecnología está siendo la madrastra del planeta, porque se está usando pésimamente, es pura ortopedia. Los humanos somos entre seis y nueve veces más eficientes que un coche, energéticamente hablando. La tecnología hay que usarla pero hay que conocer los antídotos.