Identidad es sentimiento y pragmatismo necesidad
Decir que la Región leonesa no es reconocida por el ente autonómico, nunca debe sonar repetitivo como si fuera lo único que pueden aportar quienes buscan identificarse, y que otros lo admitan, poniendo en valor la condición de leoneses. Los detractores de algo tan veraz, políticos, intentan degradarlo a cantinela, y lo peor es que hay quien, comprándoselo, les da hasta el voto, verdadera alma de la democracia. Esto es, “vender el alma al diablo”; a cambio recibimos –¡Todos los leoneses!– ninguneo social y económico. ¡Vaya contrapartida!
Renunciar a decir: “¡Somos Región! ¡Somos Pueblo! ¡Somos Leoneses!” es claudicación, encubriendo con estulticia lo obvio. Participar en el juego autonomista centralizador que padecemos es colaboracionismo. Callar es una acomodaticia postura que ayuda a la deformación de nuestra realidad. Los políticos lo tratan de camuflar tras el partidismo y algunos ciudadanos, al socaire de una determinada ideología, no dudan en votarlos con indolente seguidismo. Dueto político-social perverso.
Está más que comprobado que nuestra estancia en el ente autonómico va camino de la depauperación extrema económica, social... ¡De todo orden! Sé que dejarlo así, sin más, puede que haya quien estime que es una apreciación personal, una queja, no una constatación. Podía admitir tal cosa cuando se hable de identidad leonesa, como concepto etéreo, ésa que los políticos del ente se niegan a tomar en consideración aunque, a contrario sensu, intente involucrarnos en una cosa que pretenden llamar identidad castellanoleonesa, pero en modo alguno puedo admitirlo en aquello que atañe al cotidiano vivir, el bienestar social de los leoneses del que la Junta Autonómica se despreocupa, cuando no descaradamente nos lo arrebata.
Unitarismo autonómico dañino
El ente autonómico, tal como lo han diseñado, en busca de un todo, el unitarismo morfológico geográfico popular, como he venido insistiendo hasta la saciedad, no solo es dañino por falso, es nefasto por apropiación indebida de lo nuestro, sin hermanamiento entre las partes, la promotora que gana, supremacía, y, en inferior estrato, la anexada que pierde. Todo a fortiori. No había unión antes y mucho menos ahora, léase amarre insano castellanoleonés, que, además, se muestra con verdadera disimetría en el ámbito de lo industrial, económico y laboral... en nuestro perjuicio, comprobable, y perfectamente ratificado, por ejemplo, en certeros informes de expertos, pulcramente elaborados, que hablan de extrema gravedad, para lo leonés.
Invito a los lectores a que lean el informe que ha emitido Proyecto León, el Tercer Observatorio Económico–Autonomía Leonesa. Ya sea total o parcialmente, según tiempo, interés y buena voluntad. Pero por favor no dejen de fijarse con detenimiento en las conclusiones de la página 14, de enorme substancia que le invitará a repasar los datos ofrecidos en las anteriores. Y lo que es de enorme interés, por cuanto nos enseña el camino: Valoración y propuesta de soluciones de las páginas 17 y 18. ¡Después vamos a hablar!
La injerencia castellana en lo socioeconómico leonés, con afán de beneficiarse, es tan fácilmente comprobable, que no se puede entender la tolerancia popular leonesa en general; y de las partes diremos algo más. No sólo se nos da poco, menos de lo que nos corresponde, sino que se nos arrebata parte de lo que tenemos. Algo queda claro, las seis provincias castellanas sin el potencial leonés, de la Región leonesa, en plan comunidad en atención a empuje y poder se queda en cuadro. Añadiré que lo califico así para ser benigno, sin menosprecio para nadie, pues sinceramente creo que irían a peor, de ahí que los dirigentes traten de sujetarnos.
Hablando de pragmatismo
Ahora, engarzando con todo lo autonómico, voy a entrar en una sencilla reflexión sobre pragmatismo, Ése que, demasiadas veces, es para los leoneses dentro del ente, algo acomodaticio, un tapabocas. Vamos, casi equiparable a un edulcorado trágala, que los políticos nos venden en plan sedante; o que nosotros, el pueblo, lo admitimos por aquello del conocido dicho, “del lobo un pelo”. Lo que debemos recibir del presupuesto comunitario, y lo que se nos asigna a cada provincia leonesa, es fácil comprobarlo, siempre está entre lo cicatero y el escamoteo.
A veces, en función de una buena práctica, llega por mediación de UPL, sea por petición o reclamación, o en plan propaganda gestionado, por partidos de ámbito nacional, cual si éstos nos estuvieran otorgando un favor, llega, digo, en forma de ayuda algún dinero para tal o cual cosa, que en puridad lleva toda la apariencia de migajas, migas cuando más. ¡De suculenta tajada, nunca!
Veamos algo sobre otra variante de escamoteo. A modo de ejemplo, ayer nos han vuelto a hablar de Torneros, cuando hasta el momento todo han sido zancadillas de ambos gobiernos, el nacional y el autonómico. Bien orquestado todo por Fomento y Medio Ambiente autonómicos, surge la noticia de que se va a retomar esta cuestión, a activarlo después de informe y contrainforme de la Confederación Hidrográfica del Duero, reparos y aprobación. En tanto con manifiesto descaro le pasan al gobierno central la responsabilidad de seguir.
Pero, atención, no dicen que ya Valladolid, sus dirigentes locales y autonómicos, han plasmando la idea logística Torneros, y ejecutada, en Medina del Campo. Usurpan el noroeste peninsular, con todos los entronques habidos y por haber. Otra maniobra centralista. Y surge el burdo intento de que nosotros, los leoneses, al decir que se va a proseguir Torneros aunque sea en muy alicortada condición, y a saber para cuándo, echemos mano del pragmático “a menos perder”. ¡Indignante! No podemos seguir tolerando que nos vacíen desde el ente. Estamos ante una perenne usurpación, un nefasto vaciado, una incorregible perversión.
Por supuesto, los leoneses nos movemos entre la tolerancia y la resignación, muchos partidistamente con acatamiento, en tanto crece la indignación en los más comprometidos por León. Es vital y urgente que pongamos en práctica el Lexit que nos lleve fuera del yugo que llaman “mapa cerrado”, una falsedad insostenible con la Constitución en la mano.