El efecto llamada de los grandes incendios y la nocturnidad: ecuación perfecta para los pirómanos

César Sánchez / ICAL

C.J. Domínguez

Siempre se ha sospechado que cuando se produce un incendio forestal de grandes dimensiones, alta capacidad de destrucción y mucha repercusión mediática, éste produce un efecto llamada: es el momento en el que los pirómanos multiplican su actividad. Y saben bien cuando hacerlo, amparados en la noche, cuando es difícil que algún vecino pueda observar sus delictivas maniobras y, lo que es peor, cuando los medios de extinción apenas pueden impedir los conatos.

Al hilo del destructor incendio que asola desde el pasado lunes la comarca leonesa de La Cabrera, esta teoría se ha vuelto a demostrar. Lo dicen los datos oficiales que facilita diariamente la Consejería de Fomento y Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León: desde el pasado sábado, en sólo una semana, han sido 15 los incendios forestales originados presuntamente de manera intencionada que comenzaron en el ocaso o directamente de madrugada, más allá de las 9 de la noche. Buscaban, está claro, la máxima destrucción y el máximo protagonismo. En este caso se incluye el incendio de La Cabrera, que comenzó en los montes de la localidad de Losadilla el lunes 21 a las 20.48 horas.

Y aquí entra el juego el factor del 'efecto llamada': en las 24 horas siguientes fueron la friolera de once siniestros más los que se prendieron a lo largo y ancho de la geografía provincial. En la misma noche que en Losadilla, pocos minutos antes (20.45 horas) se localizó otro fuego en Narayola (Camponaraya); y a las 23.55 horas uno más en Tabuyuelo de Jamuz.

La noche siguiente, cuando se habí activado el nivel 2 de Infocal y los primeros pueblos eran ya desalojados en La Cabrera, se sumaron otros ocho focos. En Correcillas (municipio de Valdepiélago) se prendió a las 20.55 horas; en Lombillo de los Barrios (municipio de Ponferrada), a las 21.00 horas; en La Braña (Vega de Valvarce, el Bierzo), a las 22.00 horas; en la también localidad berciana de Villar de las Traviesas (Toreno), a las 22.55 horas; a las 22.13 horas en Carucedo, también en el Bierzo; y en otro punto totalmente distinto de León, en Tejerina (Prioro, Montaña Oriental) a las 22.25 horas.

Brigadistas en la zona afectada por el gran incendio de La Cabrera. / Foto @briftabuyo

Ya de madrugada, en Berlanga del Bierzo, hubo otro incendio originado a las 0.38 horas; y el más intempestivo de ellos, a las 6.15 horas de esa madrugada del miércoles, en San Esteban de Toral (Bembibre).

La lista de completa con el que el sábado 19 de agosto había prendido en Olleros de Alba (La Robla) a las 22.30 horas; el miércoles días 23 en Langre a las 20.30 horas; nuevamente en Tabuyuelo de Jamuz el viernes 25 -ya había otro el lunes 21), éste a la una y veinte minutos de la madrugada; y hoy sábado a las 2.15 horas en Priaranza de la Valduerna (Luyego).

Ya el pasado jueves, el consejero de Fomento y Medio Ambiente de la Junta, Juan Carlos Suárez-Quiñones, destacó esta más que sospechosa coincidencia, denunciando públicamente a las “mentes criminales y malignas” que encienden los montes de la provincia “durante el ocaso, cuando los medios aéreos” -cuya intervención inmediata puede resultar decisiva- “ya no pueden actuar”.

Bien es cierto que la noche no es el momento de mejores condiciones para que un conato se convierta en un incendio voraz, dadas las temperaturas más bajas y la relativa humedad de la madrugada, pero casos como el de La Cabrera demuestran que no son óbice para que sean potencialmente desastrosos, sobre todo si la intervención inicial se demora, como se denuncia que pudo ser el caso de Losadilla.

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