Antonio Maestre: “La distinción y exclusividad que otorga la clase social de los privilegiados es la de evitar esperar”

Antonio Maestre

Abel Aparicio

Uno a veces llega a pensar que hay una mano misteriosa que con una goma va borrando las líneas que definen a la clase obrera y con un carboncillo va trazando intersecciones entre una clase media inexistente y una clase alta a la que se aspira pero a la que nunca se llega. Dice el periodista y analista político Antonio Maestre que el ascensor social no es que esté estropeado, es que no existe.

En tu familia respirabas ese ambiente, esa pertenencia a un entorno que llegaste a maldecir pero que, con el tiempo, comprendiste y respetaste. Eso sí, durante la infancia y la juventud maldecías esa situación.

No fue una vida cómoda ni fácil. Ni en casa por la situación precaria, ni en la calle, por no encajar demasiado y sufrir un barrio poco amable con alguien como yo, que tenía una sensibilidad alejada de la dureza con la que se dirimían las disputas. Me pasé toda la adolescencia intentando huir de un ambiente en el que no podía desarrollar mis intereses culturales e intelectuales y en el que no había espacio para encontrar gente con la que sentirme comprendido. Intentas huir del barrio, pero después, cuando comienzas a sufrir el rechazo clasista en espacios pequeñoburgueses que idealizabas porque no conocías, acabas reconociéndote más en ese barrio del que querías huir. Existe un viaje de ida y vuelta identitario en el que acabas valorando el espacio en el que te criaste cuando te vas porque sabes que es el que te ha conformado. Decía la protagonista de la película “Chavalas”, la chica de va del barrio pero el barrio no se va de la chica.

Hay un aparado en el libro titulado “Un cuarto sin wifi”. Durante la pandemia, mucha gente se dio cuenta de algo que tanto una gran parte del profesorado como de la sociedad conocía, pero que otra parte ni si quiera lo comprende. No tener una conexión a internet ni un cuarto exclusivo para el estudio.

La pandemia evidenció precariedades extremas que suelen pasar desapercibidas porque la vida privada suele quedar fuera de los marcos mentales. Nadie sabe cómo vive el vecino en casa ajena, pero el hecho de tener que quedarnos encerrados en casa convirtió en político las cuestiones materiales del espacio físico en el que habitamos. Cuestiones sociológicos que solo nos interesaban a aquellos que hemos estudiado la obra de Bourdieu aparecieron de manera grotesca ante los ojos de todos. Se comprendió de manera evidente que no es lo mismo quedarse encerrado en una casa con terreno y piscina que en un piso interior de cuarenta metros sin luz natural. Eso sirvió también para que se comprendiera que las cuestiones materiales determinan el progreso social hasta el punto de eliminar el derecho a la educación de aquellos que no tenían acceso a internet o a un dispositivo electrónico. Poca cultura del esfuerzo puede existir cuando no tienes wifi para hacer las tareas.

Otro punto que me marcó es la anécdota de la ropa que te ponías cuando ibas a las entrevistas de trabajo. No estabas a gusto, no te sentaba bien. Incluso hablaban en inglés cuando te acercabas porque claro, un obrero no conoce más lenguas que la materna.

No estaban muy lejos de la realidad al considerar que en la clase obrera tenemos más dificultades para saber idiomas, entre otras cosas porque no podemos estudiar en el extranjero, ni pasar veranos en Inglaterra aprendiendo. Pero el simple hecho de cambiar los idiomas en algunos trabajos para evitar que los trabajadores no cualificados se enteraran de qué hablaban es un signo de distinción clasista que me hizo aprender mucho sobre la estratificación social. Existen multitud de máculas de clase que llevamos encima sin darnos cuenta, y una de ellas es la forma de vestir, incluso cuando nos disfrazábamos de persona “respetable” en las entrevistas de trabajo y se veía a kilómetros que no sabíamos llevar chaqueta. Inés Hernand dijo una vez hablando sobre una entrevista que se le veía Carabanchel en las uñas.

Poca cultura del esfuerzo puede existir cuando no tienes wifi para hacer las tareas.

A la clase obrera, las y los nadie, también nos gusta comer bien. ¿En el fondo piensan que somos inferiores no ya económicamente, si no físicamente?

El refrán español de “no está hecha la miel para la boca del asno” tiene una asimilación clasista cuando hablando de alimentos exclusivos se dice que a alguien “le gusta lo bueno” como si a las personas pobres no les gustara el sabor de un jamón de pata negra, claro que le gusta, el problema es que no puede pagarlo. Es una manera de definir a la burguesía como los únicos capaces de disfrutar de ciertos placeres y apreciarlos por su elegancia y delicadeza.

El tiempo, eso que marca muchas veces el espacio de clase. Una hora en transporte público, espera en el médico, espera en los recintos deportivos escolares, espera para recibir ayuda a domicilio. Ellos no esperan, casi nunca lo hacen.

De hecho la distinción y exclusividad que otorga la clase social de los privilegiados es la de evitar esperar. Los mecanismo de elusión de espera. Pagar para evitar estar en una lista de espera diagnóstica, pagar para evitar hacer cola en el aeropuerto. Las esperas son un método de disciplinamiento social, te hace aprender cuál es tu lugar en la sociedad, solo espera quien no tiene puertas de acceso VIP, ya sea por recursos económicos o por tener acceso a un teléfono que te ponga el primero en la lista.

Vemos estos días un grave problema en cierta clase política. Gente con unos ingresos bastante elevados, a un lado y otro, recibiendo el bono social. Ante esto, ¿qué puede llegar a pensar una persona que realmente lo necesite y no lo reciba?

Desesperación y desafección. Porque acaba transmitiendo el mensaje que los recursos son siempre para los mismos, que son, además, quienes no lo necesitan. Pero si miramos más profundamente nos enseña lo que hace la clase social con el capital cultural, porque al final consiguen las ayudas sociales los que tienen herramientas para conocer su existencia y tener las habilidades para pedirlas. Quienes más lo necesitan no tienen el conocimiento que les posibilitara acceder a esas ayudas. Bourdieu habita en todas partes.

Desde la izquierda muchas veces se mitifica a la clase obrera, pero como todas, tiene sus grandes contradicciones. Solo recuerdo a un político en el Congreso de los Diputados con esa conciencia de clase, no por estudios, si no por su trabajo, Diego Cañamero, y eso no ayuda.

Sería imprescindible que los partidos políticos incluyeran una cuota de clase en sus listas. Esa perspectiva está ausente de manera vergonzante en la izquierda.

No hay nada más lógico desde el punto de vista material que un camarero dando su apoyo a quien promete abrir los bares después de llevar meses sin poder hacerlo. ¿Nos ganaron la partida?

Completamente. Y lo vimos tarde, pero es de una lógica aplastante. No se puede vivir con un ERTE del 70% de un salario que la mitad es en negro. Esa lógica tan abrumadora precisamente falló por la nula perspectiva de clase en los razonamientos políticos.

Los fascismos y sus herederos contemporáneos han plagiado ideas marxistas de comunidad y solidaridad. La camisa azul falangista es un claro ejemplo. ¿Ves posible una repetición histórica?

Es un tópico histórico. Y obviamente la extrema derecha sigue utilizando las mismas herramientas, no son tan excelentes como para usar estrategias nuevas. Por eso hay que estar prevenido, el lema de campaña de VOX para las elecciones municipales y autonómicas se llama “Cuida lo tuyo”. Una búsqueda de la defensa del estado del bienestar aunque solo para los nacionales. Pero siempre jugando con los límites y la ambigüedad para atraer a incautos.

Hay un giro en cuanto a las políticas económicas en España, quizá no tanto por gusto de este Gobierno si no por mandato de Europa. ¿Se comprendió, después de la crisis de 2008, que sin una clase obrera con recursos, la rueda capitalista en la que vivimos no gira?

El cambio que ha habido desde luego no se debe a que las élites europeas se hayan vuelto socialistas. Retorcieron demasiado el cuello de las clases populares y estuvieron a punto de ahogar el sistema. A la clase obrera hay que tenerla ahogada, pero respirando lo suficiente para que tenga algo que perder. Si no, quema cosas.

 

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