El acusado de matar a Roberto Larralde pidió más dinero para cometer el crimen, según otro acusado

El testimonio de uno de los siete acusados por la muerte de Roberto Larralde, cuyo juicio se sigue en la Audiencia Provincial de León, puso de manifiesto esta tarde que el presunto autor material de los hechos, José Ramón V., tenía dudas sobre si “comerse el marrón”, como le pudo plantear el supuesto autor intelectual del crimen. En cualquier caso, reclamaría una cantidad superior a los 200.000 ó 300.000 euros que aquel le habría ofrecido. “Esto vale más”, fueron sus palabras durante un traslado desde prisión en un vehículo policial, según declaró el hombre que vendió el arma homicida al presunto asesino y que hizo con ambos ese desplazamiento.
Tampoco dudó en describir a Ramón como “un hombre de sangre fría” que reconocía que “por dinero se quitaría a quien fuera de encima”, además de señalar que en varias ocasiones vio faltarle al respeto a la víctima. También aludió al enfado de otro de los acusados, el que hizo las llamadas telefónicas que podrían servir de coartada por orden del acusado de idear el crimen (Julio). Afirmó que estaba muy enfadado con él porque quería que no declarase y él iba a decir la verdad porque le habían “metido en un embrollo”, según habrían hablado ambos, que compartieron módulo en prisión.
Además de explicar que él le vendió el arma a Ramón por 700 euros meses antes de lo ocurrido, sin imaginar el uso que éste iba a hacer de la misma, señaló que no ha solicitado protección policial como sí han hecho cinco de los acusados porque tiene la conciencia muy tranquila. Sobre Roberto, comentó que era “un chico sano, buena persona, de tan bueno, era ignorante”.
Antonio G. aludió a la politoxicomanía que padecía Ramón y narró que hablaba con un perro imaginario al que llamaba Rufo. “Le echaba tapas... la gente lo miraba y el perro no aparecía por ningún lado”, dijo suscitando murmullos en la sala, igual que cuando comentó que Ramón le había dicho que Julio y Froilán, otro de los acusados, “estaban liados”.
También declaró esta tarde Adrián M, quien reconoció haber entregado el arma homicida a Antonio a cambio de una deuda de 700 euros que tenía contraída con él. Manifestó haber participado con Ramón en un 'palo' frustrado de robo de droga que fueron a dar a Segovia, también en compañía de Roberto Larralde, y le tildó de “desequilibrado”, además de apuntar que por su adicción no estaba en condiciones de conducir ni una bicicleta. Concluyó su testimonio asegurando que no ha sido víctima de ninguna amenaza.
Con esas palabras se cerraba el turno de toma de declaración de los siete acusados y se suspende la vista, con antelación al guión previsto para reanudarse el martes 31 de enero a las 9.15 horas con la declaración de la Jefa del Grupo de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta, Udev, de León.
¿Crimen pasional?
La primera semana del juicio por la muerte del ex boxeador Roberto Larralde concluye después de intensas sesiones de interrogatorio en las que los miembros del jurado han tenido una participación activa, trasladando al magistrado que preside la sala numerosas cuestiones para plantear a los acusados. El jurado, integrado por siete mujeres y dos hombres, fue elegido después de que medio centenar de personas planteasen distintas excusas para no formar parte del tribunal popular encargado de juzgar los acusados de la muerte de un miembro de la familia Larralde, clan de mercheros muy conocido.
El hecho que las acusaciones califican como un crimen pasional sienta en el banquillo a la mujer del fallecido, que mantenía una relación sentimental con el supuesto inductor del asesinato, que había encargado al autor material la ejecución del mismo, asesorados ambos por un detective privado amigo íntimo de aquel, y habría ordenado a uno de sus empleados hacer unas llamadas telefónicas que sirvieran de coartada.
El acusado de matar a Larralde testificó que la noche de los hechos le dejó en compañía de “tres hombres de Europa del este” con quienes podría estar negociando “un palo de chocolate”. Mientras Roberto fue asesinado, su mujer y su amante viajaban a Madrid en compañía de dos mujeres y regresaron al día siguiente, fecha en la que también terminó sus vacaciones el detective amigo íntimo del supuesto inductor. Todos se declaran inocentes, salvo los dos relacionados con la venta de la pistola homicida, que reconocen tenencia ilícita de armas.