En caso de estropearse el embrague su reparación puede ser muy elevada. Por ello, es importante llevar un buen mantenimiento y revisarlo constantemente, para garantizar que se encuentre en buen estado y evitar el importante desembolso que supondría su reparación. Aquí tienes varios consejos para conseguirlo.
El embrague es uno de los elementos más importantes de nuestros vehículos, que incide directamente en la conducción y, en caso de estropearse, su reparación puede ser muy elevada. Por ello, es importante llevar un buen mantenimiento y revisarlo constantemente, para garantizar que se encuentre en buen estado y evitar el importante desembolso que supondría su reparación.
Y es que, si no lo cambiamos a tiempo, el embrague se va desgastando poco a poco sin darnos cuenta, incidiendo directamente en la conducción y en el rendimiento del vehículo.
Ten en cuenta que, aunque puede variar en función del modelo de coche, por lo general, el precio de un kit de embrague está entre los 100 y los 200 euros, a lo que habría que sumar el precio del montaje y la mano de obra. Por tanto, una vez sustituido, la reparación puede suponer un desembolso de más de 600 euros, que en algunos casos, puede arruinarnos el mes.
Conscientes de ello, a continuación, te vamos a dar una serie de tips para detectar que hay que cambiarlo y también para evitar averías en el embrague, con el objetivo de que puedas sustituirlo antes de que sea demasiado tarde, y de que alargues su durabilidad el mayor tiempo posible.
Si el embrague patina, es un claro síntoma de avería, y una clara señal de que deberás sustituirlo, ya que significará que el disco se ha gastado en exceso.
Cuando esto ocurre, el motor no es capaz de transmitir el régimen de vueltas adecuado a la transmisión, y notarás cómo al acelerar, la aguja de las revoluciones subirá enormemente, pero no la de la velocidad.
Cuando los ferodos están muy gastados y sometemos a un sobreesfuerzo al embrague, notaremos otros síntomas como un olor a quemado que puede resultar muy desagradable y un humo que sale del vano motor (esto último ya sucede cuando exigimos mucho al embrague).
Asimismo, si el pedal del embrague no vuelve, también es señal de avería, por lo que deberías valorar seriamente la posibilidad de sustituirlo.
Cuando el pedal no vuelve puede deberse a tres motivos diferentes:
Queremos hacer una mención especial a la avería en el bombín de embrague, ya que este es el encargado de acoplar y desacoplar el disco de embrague, a través de un retén hermético que lleva incorporado, el cual hace que el líquido de frenos no se salga del circuito.
La avería, por lo general, se debe a que se ha producido un fallo en el sistema hidráulico, el cual comparte el mismo líquido que el circuito hidráulico de los frenos.
Cuando el bombín de embrague se estropea, existe el riesgo de que se escape el circuito, lo que se traducirá en una importante avería. Para detectar esta avería, notarás cómo el pedal está más blando de lo habitual, o funciona de un modo extraño, costándole recuperar el recorrido y quedándose a medias.
Que el pedal de embrague esté muy duro también es señal de avería, concretamente, de que está llegando al final de su vida útil.
Esto ocurre debido a que el pedal tiene que realizar un sobreesfuerzo para retirar el disco y desacoplarse del volante de embrague. Cuando el disco está excesivamente desgastado, notarás cómo el embrague no comienza a moverse hasta llegar al final del recorrido.
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