Fuente Blanca, de laguna de riego de más de ochenta años a paraíso de aves amenazado en León

La Laguna de Fuente Blanca es una laguna creada por y para el pueblo, con mucho que ofrecer. Los vecinos de Chozas de Arriba la construyeron en facendera hace más de 80 años para regar sus cultivos, la fueron abandonando con la modernización del campo pero, sin darse cuenta, se convirtió en el segundo humedal de la provincia de León y un referente para el avistamiento y cría de aves que se está deteriorando. Para protegerla y convertirla en un reclamo turístico respetuoso con el entorno ha nacido la asociación Medio Natural Laguna de Fuente Blanca.

Pablo Martínez y Diego Colado son, respectivamente, el presidente y tesorero de la asociación sin ánimo de lucro que, desde hace poco más de un año de su fundación, está tratando de rescatar la historia de las tres lagunillas que juntas conforman la llamada Laguna de Fuente Blanca y el propio espacio natural protegido por la Junta de Castilla y León desde hace treinta años. Ambos han explicado a ILEÓN cuáles son sus objetivos, a medio y largo plazo, para rescatar del olvido uno de sus enclaves más destacados, “el paraíso en Chozas”.

La Laguna de Fuente Blanca

La Laguna de Fuente Blanca son en realidad tres lagunillas, a 800 metros de la localidad de Chozas de Arriba, el pequeño pueblo de poco más de 200 vecinos del municipio de Chozas de Abajo, a menos de media hora en coche de León capital.

Anexas unas a otras, tan solo las separa un paseo que en sus mejores tiempos llegaba a quedar cubierto de agua, formando una sola. Juntas ocupan una superficie de más de 21 hectáreas, siendo el segundo humedal en superficie de la provincia de León, por detrás del Lago de Carucedo (El Bierzo), que tiene además catalogación de zona húmeda de interés especial.

Las tres lagunas que forman la Laguna de Fuente Blanca son Laguna Codojal, Laguna de Tierra y Laguna de Cemento. La Laguna de Codojal fue la primera en construirse. Se hizo con carros de tapines en facendera por los vecinos, para regar los arrotos de cereal. En la actualidad “está en la UVI de las lagunas, porque está seca prácticamente. Solo si llueve mucho coge 'un charco' de agua”, cuentan Pablo y Diego a este medio.

A principios de los años 40 estaba a rebosar, hasta el punto de que se quedó pequeña para dar agua a los campos de los vecinos, que decidieron crear a su lado la Laguna de Tierra. “Cada uno tenía la obligación de construir tantos metros de muro como agua fuese a utilizar para regar”. A día de hoy es la única que aguanta con agua casi todo el año, dependiendo del año.

Una década más tarde, en 1951, se construye, también en facendera, la tercera y última de las lagunas de Fuente Blanca, la Laguna de Cemento, que es la más grande de las tres. “Cuentan los más mayores que en las paredes están escritos los nombres de quienes participaron y que, cuando baja mucho el nivel del agua, aún se pueden leer”.

Las tres lagunillas beben de la Fuente Blanca, de la que toman el nombre. Hay una cuarta laguna en su entorno, pero separada de estas tres, que es la 'desconocida Laguna La Ñora'. “Está a unos 150 metros de las tres anteriores, no forma parte del mismo estanque, y esta sí que está seca todo el año”. Se llenaba con una canalización todavía visible del arroyo del monte que hoy está llena de arbustos y maleza. Esa que lo inunda todo con el abandono, que también amenaza a La Fuente Blanca y que desde la asociación pretenden evitar.

Por y para el pueblo

La Laguna de Fuente Blanca “se hizo por el pueblo y para el pueblo”. Los más mayores recuerdan bien cómo. Pablo y Diego han hecho llegar a este medio el testimonio de varios de ellos, con más de 90 años de memoria.

Araceli “era una chavalina” que “tendría 10 o 11 años” y narra en un audio grabado por una de sus nietas cómo “iban mi madre y mi hermano, porque mi padre ya había muerto”, a trabajar en la construcción de la laguna. A ella la dejaban en casa, con el almuerzo preparado. A media mañana, “se lo llevaba y lo comíamos allí los tres. Luego ya veníamos a comer a casa a mediodía. ¡Así todos los días hasta que acabaron!”.

Al abuelo de Pablo, Francisco, al que todo el mundo en el pueblo conoce como 'Quico', y que también tenía entonces 11 años “o así”, le tocó llevar gravilla y cantos, “con el carro y las vacas”. “El cemento lo ponía el pueblo” y el hormigón encofrado lo echaba un albañil “que era de la aldea de la Valdoncina y estaba casado en Fojedo”. “El tío Domingón era el alcalde de la época y pidió las firmas de todos los vecinos para ver si se aceptaba hacer el muro de hormigón”, la torca.

El fin era que todos los vecinos tuvieran agua para regar sus tierras, pero después surgieron otros. “Como no teníamos bañera, nos bañábamos en el estanque y en los regueros, porque antes no se secaba como ahora”, cuenta Araceli. También había peces y se podía pescar. Tal era el agua que acumulaba que “en alguna ocasión, dos o tres veces, las tormentas y el viento llegaron a reventar los muros de tierra inundando toda la zona, marchando los peces 'pa allá pa' Ardoncino, por eso se hizo el de hormigón”.

“Era un espacio importante para todos los vecinos”, subrayan Pablo y Diego. Un lugar de trabajo y de recreo, testigo de cientos, de miles, de historias que “algunas ni se pueden contar”, bromean. Cuando se hizo la concentración parcelaria, se sustituyó por pozos y cayó en desuso agrícola.

Pero en los 90 ya era una importante área de recreo para las aves y “se llegaron a ver flamencos y buitres negros”. Calculan que el espacio natural concita unas 200 especies, unas de paso y otras de cría, algunas en peligro de extinción y muchas protegidas, y que le otorgan una importancia medioambiental y turística que quieren potenciar, sin perder de vista que es necesario encontrar un equilibrio entre darlo a conocer más allá de una comunidad muy específica como es la interesada por la ornitología y protegerlo para mantenerlo.

Para llegar, hay cartelería desde el pueblo y se ha acondicionado una zona de aparcamiento. Incluso se ha creado una ruta de las lagunas, que conecta la Laguna de Fuente Blanca con otras más pequeñas.

El agua, cada vez más escasa

El agua es indudablemente el elemento esencial de la laguna, un bien cada vez más escaso y una preocupación que hizo surgir la asociación. De las 21 hectáreas que ocupan las tres lagunillas de Fuente Blanca, “ahora, inundables, hay unas 8 como máximo. Algo más de un tercio. En un futuro, con protección, podríamos llegar al doble”, valoran Pablo y Diego, que reconocen que “lo realista sería pensar en ir incrementando poco a poco la superficie hasta aproximarse a esa cifra”. Ejemplo de ello es que “el año pasado, que fue un año especialmente lluvioso, se perdió un metro de agua. Si este año no llueve, a final de año estará casi seca”.

El aporte de agua de la Laguna de Fuente Blanca es natural, de la fuente y de las lluvias. “Teniendo en cuenta que muy cerca de ellas está el polígono de Villadangos del Páramo y un par de empresas que se dedican a la extracción de agua, y que cada vez llueve menos, las lagunas se han secado en la última década por completo dos veces. En 2012 y en 2017”. Fueron las sequías las que propiciaron el surgimiento de la asociación, ese nexo de unión entre todas las partes involucradas -vecinos del pueblo, Junta Vecinal, Ayuntamiento y Junta de Castilla y León-, con el fin de protegerlas.

Pero al cambio climático y la actividad humana se une otro problema, y es la falta de intervención. Cuando se dejaron de utilizar las lagunas para el riego, se dejaron de mantener. Con la protección del espacio por parte de la Junta de Castilla y León, se limitó también la capacidad del pueblo para intervenir en ellas. La vegetación y los animales han ido haciendo agujeros en las bases, por los que se pierde la poca agua que les llega y acelerando su desecación.

El máximo de agua se alcanza en primavera y el mínimo en los meses de septiembre u octubre, por el inicio del año hidrológico. “Me gustaría volver a tener la laguna como la recuerdo de pequeño”, cuenta Pablo. O como la vio el padre de Diego, tan llena que casi anegaba los caminos entre una lagunilla y otra, como se ve en la imagen que nos ha cedido. Ambos saben que “cuanta menos agua, menos animales”, y más riesgo de perder la laguna, su biodiversidad y las posibilidades que ofrece.

La asociación, un 'dique de contención'

La Asociación Laguna de Fuente Blanca surge de la preocupación de los vecinos de Chozas por las sequías cada vez más frecuentes y prolongadas de lo que con tanto esfuerzo y sacrificio construyeron, para ser 'dique de contención'.

“La creamos en septiembre de 2023, pero todo empieza mucho antes”, por un grupo reducido de cinco personas con tiempo y, sobre todo, muchas ganas de hacer cosas. Los cinco tienen relación con el pueblo y una inquietud por la naturaleza y el cambio climático. Pablo es aficionado a la meteorología y siempre se ha dedicado a la educación. Diego estudió economía y se define como una persona “muy curiosa en temas culturales y medioambientales” y las otras tres personas son Begoña, graduada en Ciencias Ambientales; María del Mar, que es emprendedora; y Álvaro. “Somos todos diferentes pero todos queremos poner en valor el pueblo. Hacer pueblo”.

Una vez que constituyeron de manera oficial la asociación, empezaron a buscar la necesaria colaboración de más personas. Suman ya 110 socios, “el 95 por ciento son vecinos o arrimados del pueblo”, de todas las edades. “El más joven tiene medio año”, porque “la educación la haces desde pequeño, desde que naces”, por eso tienen pendiente “hablar con dos más. ¡Bueno, con sus padres! Hay que crear cultura de protección”.

Precisamente la protección y la educación son sus dos principales fines. El medio para conseguirlo, diferentes actividades y un plan “realista” a medio y largo plazo. “No tenemos mucho dinero, porque la cuota de socios es de 10 euros al año”, pero ya han organizado una exposición y un concurso de fotografías de la laguna, con las que han elaborado un calendario que tienen ya a la venta. Además, preparan para Navidad un filandón con los vecinos para rescatar del olvido las historias de la Fuente Blanca.

Ya han pedido permiso a la Junta de Castilla y León para poder intervenir en las lagunillas, para “tapar agujeros” y hacer un acondicionamiento básico de la zona “porque no es muy accesible que digamos”. El objetivo es “hacer lo que esté en nuestra mano con las posibilidades que tenemos, y lo que nos dejen, para que no desaparezcan”. Sobre la mesa tienen ya proyectos más ambiciosos, como “meterle agua de forma artificial, 'alimentarla' como se hacía en su momento y que no se seque”.

“Tenemos en mente hacer estudios científicos sobre los animales y las plantas de la Laguna de Fuente Blanca en colaboración con la Universidad”, pero no tienen prisa. “Es un proyecto 'a 100 años'. Vamos poco a poco, presentando iniciativas y haciendo cosas”. Al fin y al cabo, “hace más el que quiere que el que puede”. Y el que quiera y pueda tiene la opción de hacerlo poniéndose en contacto con ellos. Están en las redes sociales, Instagram y Facebook, en los teléfonos 647088723 y 663470314 y en el correo electrónico asociacionlagunafuenteblanca@gmail.com