Manuel Ovalle, el cámara que quiso grabar a Tejero y logró que los muertos se enterraran con dignidad en Haití

Manuel Ovalle, en una cobertura en Perú para Televisión Española.

César Fernández

Las imágenes son historia de España. Y Manuel Ovalle (Ponferrada, León, 1955) ya estaba allí. El que se convertiría en el reportero gráfico de televisión más longevo del país venía de hacer un reportaje sobre las guerrillas de Zambia sin sospechar que le tocaría cubrir un golpe de Estado en Madrid. Vio entrar a los guardias civiles pegando tiros (pensando que eran etarras disfrazados) al Congreso de los Diputados el 23 de febrero de 1981. Y regresó al día siguiente para verlos salir por la ventana como ayudante del filmador José Manuel Alaiz, con quien ya había vivido un levantamiento militar dos años antes en Guinea Ecuatorial. “Yo era el responsable de que no se velara” la cinta, cuenta sobre la importancia de aquel material que suponía la consumación del fracaso de la asonada. El episodio se resume en el capítulo siete (ya había hecho una función similar durante el sepelio de Franco) del libro Ovalle, reportero gráfico, coescrito con la periodista Ana Martín para recomponer una trayectoria profesional paralela a la historia de España y del mundo y que se presenta en Madrid este 22 de febrero, un día antes del aniversario de aquel 23F.

La impresionante memoria de Ovalle guía el relato de 47 años (entre 1974 y 2021) como reportero gráfico de Televisión Española (TVE). Y así rescata cómo a las 11.00 horas del lunes 23 de febrero de 1981 sonó el teléfono de su casa. Tenía una semana de libranza tras aquella cobertura en África. Pero lo llamaban para prestar una asistencia a la televisión pública francesa con la idea de entrevistar al que aquel día iba a ser investido como nuevo presidente del Gobierno, Leopoldo Calvo-Sotelo. Hacía tiempo en el salón de los pasos perdidos antes de que entraran los guardias civiles. Tuvo que refugiarse en un cuarto. Quiso luego llamar a casa para tranquilizar a su familia hasta que uno de los asaltantes rompió el teléfono. Ya era madrugada cuando le mandaron salir del Congreso (era una de las primeras veces que entraba). Consciente por su experiencia de que los golpistas buscan dirigirse al país por televisión, propuso a su compañero Paco Rueda ponerle el micro al teniente coronel Antonio Tejero. “¡Manolo, recoge echando hostias!”, zanjó su colega. Tras pasar por TVE, Ovalle todavía tuvo arrestos para regresar a la Carrera de San Jerónimo, donde ya el 24 de febrero terminó el 23F.

El berciano ha sido durante casi medio siglo algo así como un coleccionista de imágenes. Su ojo derecho ha visto antes que nadie escenas que están en la retina de varias generaciones de españoles. Ovalle ya había rodado en 1990 un plano secuencia que se convertiría en parte de la cabecera del Informe Semanal con mujeres llorando antes varios ataúdes por el crimen de Puerto Hurraco (Badajoz) cuando en el verano de 1997 el país se paralizó por el secuestro con amenaza de asesinato del concejal del PP en Ermua (Vizcaya) Miguel Ángel Blanco. Cuando se consumó el tiro en la nuca, el reportero gráfico grabó reacciones como la del alcalde del municipio, Carlos Totorika, tratando de calmar a sus vecinos o la de su compañera Verónica Elorza, emocionada hasta el punto de devolver la conexión a la puertas del domicilio de la familia Blanco, a la que había filmado en la vigilia con velas encendidas. Un trávelin siguiendo una nube de manos blancas durante una de las movilizaciones completa el álbum de aquel episodio.

El asesinato de Miguel Ángel Blanco marcó un punto seguramente sin retorno en el devenir de la banda terrorista. Pero Manuel Ovalle se topó literalmente apenas un año después con otro atentado. Formaba parte del equipo de TVE desplazado para un reportaje de Informe Semanal al Parador de Hondarribia (Gipuzkoa) cuando en la vecina Rentería ETA mató al también edil del PP Manuel Zamarreño. “Llegamos al sitio antes que la Ertzaintza”, señala para recordar luego la tensión en el pleno municipal de un “feudo” de la izquierda abertzale y cómo más tarde él y sus compañeros fueron asaltados por varios encapuchados. Pese a resistirse a entregar la cámara, a Ovalle le quitaron el material con violencia y tuvo que pasar por el hospital en San Sebastián. La cinta que se quedaron fue curiosamente una de las que otros encapuchados enviaron a la BBC para hacer llegar uno de los comunicados de ETA.

Ovalle tuvo suficientes reflejos para dar el cambiazo cuando le exigieron una cinta en Haití y acabó dando una virgen: "Son lecciones que me habían enseñado históricos como Manu Leguineche, Manolo Alcalá y Miguel de la Quadra-Salcedo"

Hay otras imágenes que no se emitieron en España, pero que también hicieron historia. Manuel Ovalle se desplazó en enero de 2010 a cubrir las consecuencias del devastador terremoto de Haití, adonde luego viajaría una de sus habituales compañeras de fatigas, la reportera Almudena Ariza. El berciano se fio de su “intuición” cuando mandó seguir a la conductora reclutada sobre el terreno (quitando al automóvil los distintivos de prensa) a unos camiones que llegaron a una explanada hasta bascular a una fosa escombros entre los que había varios cadáveres, uno de los cuales quedó en el borde hasta que una retroexcavadora lo empujó al hoyo. Cuando uno de los operarios se dirigió a Ovalle pistola en mano, el berciano ya había tenido reflejos suficientes para cambiar la cinta de la cámara y entregarle una virgen. “Son lecciones que me habían enseñado históricos como Manu Leguineche, Manolo Alcalá y Miguel de la Quadra-Salcedo”, ilustra.

Las imágenes tuvieron su recorrido. No fueron emitidas por su dureza por TVE, que sí las distribuyó a otras televisiones del mundo. Y llegaron hasta la ONU (Organización de Naciones Unidas), que comprobó aquella práctica e instó al Gobierno de Haití a “enterrar a los muertos con dignidad” gracias a aquel material grabado por una intuición y salvado por una sagacidad labrada en una experiencia profesional que incluye la cobertura de 15 guerras (“y cuando había un Madrid-Barça se paraban los tiroteos”, apostilla), tres bombardeos, dos terremotos y varias catástrofes humanas, que se desarrolló en período de 'entreguerras' en Madrid y que se cerró con los últimos años en Huelva como corresponsal para Andalucía Occidental. Ovalle todavía se emociona al contar por teléfono el día en que unas imágenes suyas acabaron en Naciones Unidas hasta sentar un precedente en el mundo.

Y como en su oficio es posible pasar en apenas meses del drama al éxito, Manuel Ovalle se vio a finales de la primavera de ese mismo 2010 viajando hasta Sudáfrica con la selección española de fútbol, a la que ya había acompañado al mismo país un año antes en la Copa Confederaciones. El reportero gráfico era un tipo tan ajeno al fútbol que no sabía quién era David Villa cuando su compañera Silvia Barba le mandó grabar un plano corto del delantero asturiano. “El de las botas azules”, simplificó la reportera hasta hacerle rememorar una secuencia similar ocurrida cuando le encargaron personalizar la imagen de Diego Armando Maradona en el Mundial de España 1982, la única cita mundialista que había cubierto Ovalle hasta que la Roja se proclamó campeona en Sudáfrica.

Tras ser protagonista de una entrevista en una publicación de la Real Federación Española de Fútbol, el reportero se ganó la confianza de los futbolistas y el seleccionador, Vicente del Bosque. En el avión de regreso, fue de los pocos que no se tomó la pastilla que el médico repartía para dormir convencido de estar ante un momento histórico en el que convenía tener preparada la cámara al lado. Y no dudó en encenderla cuando vio pasar a Sergio Ramos y Pepe Reina dispuestos a celebrar la victoria con uno de los héroes de la final, Iker Casillas, y su pareja de entonces, la periodista Sara Carbonero. Las imágenes, que forman parte de la memoria colectiva del país, son otras de esas secuencias que llevan la firma de un reportero gráfico que se pasó 47 años filmando literalmente la historia. 

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