“Ni pies ni cabeza”. “De risa”. “Un error como la copa de un pino”. “Ridículo”. Se les agotan a los regantes de León las frases irónicas y críticas para calificar la 'ocurrencia' del Ministerio para la Transición Ecológica, a través de la Confederación Hidrográfica del Duero (CHD) de vincular construcción de dos nuevos pantanos en la provincia, en el río Órbigo y pegados a la localidad de Carrizo, con que el agua que embalsen sirva para regar la amplísima extensión recién modernizada del Páramo Bajo. Nada menos que 24.000 hectáreas.
Pero en realidad, en León hay una convicción de que lo que podría estar desenterrando el Gobierno, con el beneplácito de la Junta de Castilla y León, defensor a ultranza de los nuevos embalses de La Rial y Los Morales en río Órbigo, es una futura “guerra del agua”. No duda en tildarlo así el presidente de la Comunidad de Regantes del Páramo Bajo, Herminio Medina. Y no es el único.
El veterano líder de esta zona del sur de la provincia comparte la idea de que todo forma parte de una estrategia, un contubernio, cuya finalidad última es garantizar que el agua de León continúe fluyendo sin problema hacia Valladolid o Palencia, no sólo al campo sino incluso suministrando a polígonos industriales.
Un plan que no pocas voces habían advertido ya cuando se ultimaba el nuevo Plan Hidrológico para la Cuenca del Duero a la que León pertenece y que, efectivamente, recoge la ejecución como muy tarde en el horizonte de 2027 de los dos nuevos pantanos mencionados, de 34 hectómetros de almacenamiento y 63 millones de euros de inversión.
La 'jugada' sería que La Rial (23 hectómetros cúbicos) y Los Morales (11,3 hm3) del Órbigo pasaran a regar el Páramo Bajo, dejando el agua de Riaño expedita para seguir llegando sin problema y en volumen suficiente al trasvase de la cuenca del río Cea al río Carrión y de ahí a Palencia y Valladolid.
El trasvase provisional que se pretende estable
Un trasvase que nació hace un cuarto de siglo de modo provisional pero se perpetúa en el tiempo. Un trasvase que tendría los días contados si se ejecutaran también los embalses de Las Cuezas, en Tierra de Campos, que en el caso de León afectaría a una localidad y el resto a territorio palentino.
Como los del Órbigo, los pantanos Las Cuezas también están recogidos en el Plan Hidrológico -aprobado hace escasos días en Consejo de Ministros por primera vez sin el voto favorable de los regantes- pero el sector leonés no observa la misma prisa por impulsarlos porque, como expresa Medina, “no les corre ninguna prisa, ya que pueden seguir llevándose el agua de León por dos pesetas” incluso aunque vengan tiempos de sequía.
Algo que a 'su' Páramo Bajo no le pasaría, dado que recuerda que aquellas tierras requieren 95.000 y 110.000 hectómetros cúbicos de agua, y los embalses de Carrizo apenas dispondrán “como mucho de 25.000”. O sea, nada. Y menos si antes deben servir para regar toda la zona de influencia natural del pantano de Los Barrios de Luna, cuyos regantes, liderados por Ángel González-Quintanilla, también se llevan las manos a la cabeza.
Esa nueva “guerra del agua” estaría servida cuando “el año que falte ocurra lo mismo que este año pasó con el agua que había que llevarse a Portugal para generar electricidad” cuando aquí se vivían restricciones, en referencia al polémico el Convenio de Albufeira entre España y el país vecino que tuvo como reacción una protesta con tractorada histórica en la capital leonesa.
El último fundamento para maliciar el contubernio del agua de Riaño para Valladolid y Palencia lo ha dejado entrever la propia administración del Estado. Porque en la Memoria elaborada por la Confederación Hidrográfica del Duero (CHD), organismo ministerial, para impulsar la licitación del proyecto de los embalses de La Rial y Los Morales en el río Órbigo no se esconde, sino que se deja a las claras, que el líquido que almacenen sería para el Páramo Bajo.
El documento habla directamente de “idear un sistema que permita captar recursos adicionales en cuencas no reguladas, como puede ser la del río Omaña (claramente excedentaria en los meses de invierno), dotando así de más volumen al embalse disponible en el sistema Órbigo”. La finalidad de los embalses es “conseguir una regulación adicional en la cuenca del río Órbigo y sus afluentes” que permita garantizar agua al Páramo Bajo cuando el agua de Riaño vaya prioritariamente a Payuelos. Solución que se contempla sólo con los pantanos del Órbigo. Más claro, el agua.
Pero es que además, esta pretensión ya se esbozó a las claras en 2018 en el seno en la Declaración de Impacto Ambiental (DIA) favorable para el proyecto de nuevos embalses junto a Carrizo, disponible aquí. Textualmente, rezaba que las presas de La Rial y Los Morales son “el primer escalón de cualquier solución global del problema de déficit de agua” que en un futuro se veía por la demanda del Páramo Bajo y la imposibilidad de obtener agua suficiente “a medida que se desarrollen nuevos regadíos en la comarca de los Payuelos”.
Por aquel entonces, los regantes del Páramo Bajo ya defendieron en sus alegaciones a la DIA lo mismo que reclaman hoy: que el coste de los dos nuevos embalses sería muchísimo más alto que únicamente mejorar el sistema de riego existente y sopesar la construcción de balsas de riego, opción que consideraron la más favorable, por lo que instaban a plantear esas otras alternativas.
Para ellos, la modernización es la prioridad, que para eso “se sacrificó el valle de Riaño y llevamos más de 25 años pagando”, y el parche del Órbigo sólo una manera de “tirar el dinero” público en infraestructuras que menosprecian el gran valor de un recurso en disminución: “Lo único que nos queda es el agua y también nos quieren dejar sin ella”, resume Medina, dispuesto a dar la batalla si los planes estatales y autonómicos finalmente provocan la guerra territorial del agua.