La oportunidad de la escuela rural
“Que los niños estén juntos no es ningún inconveniente. Dos aulas es una cifra ideal porque es como clases particulares para ellos. Los que son un poco más mayores se benefician de los pequeños y viceversa, que los ven como referencia”. Es la oportunidad de la escuela rural, aquella que se encuentra en localidades de menos de 500 habitantes. Valcabado del Páramo, en el sur de León, pertenece al Ayuntamiento de Roperuelos. Su alcaldesa, Cristina de la Fuente, lo tiene claro. Es una de esas poblaciones donde el COVID-19, además de haber dañado menos su base, lo tendrá más difícil para condicionar las ratios del número de alumnos por aula, pues son espacios más grandes, con menos escolares, por los motivos característicos de la geografía de los pueblos pequeños.
El Consistorio ha lanzado una intensa campaña para atraer niños y padres que los quieran escolarizar antes del cierre del plazo, el próximo 1 de junio. Ofrece 200 euros por alumno para material escolar, sin condicionantes, y el pago de una parte de los costes de desplazamiento para aquellos que residen en localidades cercanas, una cifra importante para un Consistorio pequeño. El objetivo, evitar el cierre de una de sus dos aulas, que por normativa ocurriría si el número de niños baja de 12 unidades, precisamente, las que tiene este curso 2019-2020. El temor reside en que tres de ellos escalan este curso a centros superiores, en La Bañeza, cabeza comarcal, y otros dos el próximo, lo que podría dejar tambaleando los cimientos del centro rural. De momento, la iniciativa ha permitido la inscripción de dos escolares nuevos. Aún falta uno más...
Lejos quedan las imágenes de decenas de niños que abarrotaban las varias aulas del Centro Santiago Apóstol de Valcabado del Páramo. Hoy, el medio rural de la Comunidad poco a poco ve cerrar sus escuelas, agarrándose al último filón que permite el sistema, con incluso hasta tres escolares. Pero esta localidad, plagada de iniciativas, se agarra a un clavo ardiendo para evitar que la salida de sus niños a los centros de Educación Secundaria, desmantele las instalaciones. Este curso, hasta la irrupción del COVID-19, una docena de niños poblaba el interior y exterior de un colegio cargado de simbolismo.
“Hemos hablado con la maestra que tiene la plaza y está encantada con la idea”, explica De la Fuente, quien señala que lógicamente el Consistorio se ha informado para no exceder los limites competenciales. Actualmente, reitera que la escuela “no tiene peligro de cerrarse” porque además augura nuevas entradas en próximos cursos, pero previsiblemente las salidas serán mayores.
Las dos aulas del centro de Valcabado, que pertenece al Colegio Rural Agrupado de Alija del Infantado (los dos únicos pueblos de esta estructura que se mantienen abiertos), se divide entre los alumnos que cursan desde Infantil hasta sexto de Primaria. “El espacio no será un problema”, comenta la regidora, a la vista de que el Ministerio de Educación decida el número de alumnos por aula o la ratio a partir de septiembre con motivo del COVID-19 para garantizar la distancia social.
Recuerda que en Valcabado hay niños, pero no todos están matriculados en el centro escolar del pueblo. La idea es sumar este curso al menos uno más a los dos que se han adherido ya, porque de la otra manera, la normativa obliga a que los 11 alumnos compartan un mismo espacio.
Quizás procedente de alguno de los pueblos de alrededor, donde en algunos de ellos solo hay uno o dos y sus padres también los desplazan a diario a La Bañeza. “Les ayudaríamos económicamente con los gastos de desplazamiento, porque el autobús escolar a día de hoy solo los traslada a la cabecera comarcal”, ofrece.
Del cuaderno al campo
De hecho, recuerda que ella misma ha realizado llamadas personales para intentar convencer a los padres, porque el “favor es para todos”, pues los niños no solo se aprovecharán de una educación como en un centro urbano, sino de hacerlo en un espacio rural: “No es lo mismo rellenar las partes de una flor en una ficha de un cuaderno, que salir en primavera al campo, en compañía de un grupo de abuelos, recoger muestras, identificarlas, olerlas, tocarlas, clasificarlas, rellenar la ficha y acabar haciendo un herbario de clase con flores de la zona”. Se trata de una secuencia que mezcla aprendizaje activo y significativo, relación directa con el medio ambiente y vínculo familiar.
Pero no solo eso, prosigue Cristina de la Fuente, quien enumera algunas de las actividades complementarias que se realiza en el centro durante el curso, como el teatro, dibujo, pintura, inglés, informática u otras acciones multideportivas, patrocinado por el Ayuntamiento, en una escuela con dos patios diferenciados, una localidad con pista deportiva y un frontón cubierto.
Una de sus preocupaciones a día de hoy, una vez confirmado que los niños no regresarán a sus clases hasta septiembre, es saber si podrá abrir la ludoteca de verano, “que siempre tiene mucho éxito”. “Entiendo que si las condiciones no se cumplen para el colegio tampoco para la ludoteca”, explica De la Fuente, quien recuerda que se han desinfectado las aulas y se han realizado tratamientos de ozono con máquinas adquiridas por la administración local.
Por el momento, los doce niños matriculados este año en el Centro Santiago Apóstol siguen la misma rutina: no se escapan de sus deberes telemáticos, con las tareas de la aplicación de la Consejería de Educación, a través de la cual hacen la videollamadas, programas, actividades en grupo e individual, música o religión.
La ventaja de un colegio rural
Cada unidad del CRA, en este caso Valcabado del Páramo, cuenta con un maestro tutor que imparte generalmente Lengua Castellana, Conocimiento del medio, Matemáticas y Educación Artística. De las áreas de Educación Física, Música, Religión e Inglés se ocupan profesores especialistas itinerantes que se desplazan entre las aulas de las distintas localidades del CRA (Alija y Valcabado).
También se mueven los maestros de Pedagogía Terapéutica y Audición y Lenguaje, que se trasladan a los centros donde hay alumnos que precisen de atención especializada, además de la participación de un equipo psicopedagógico encargado del diagnóstico y seguimiento de escolares con necesidades de apoyo educativo.
El centro escolar de Valcabado dispone además de un programa de salud bucodental y miniportátiles para los alumnos de 5º y 6º de Primaria, así como pizarra digital, sin olvidar materiales propios como biblioteca, audiovisuales o herramientas para educación física. “Este centro garantiza un currículo adecuada al medio rural y una escuela abierta a las familias y al resto de la comunidad educativa”, comenta la alcaldesa.
Además, las aulas mixtas ofrecen una “gran oportunidad” al docente y al alumno. Al maestro le obligan a anticipar más su tarea educativa, lo que conlleva “mayor compromiso profesional”. En cuanto a los escolares, los niveles inferiores alcanzan un mayor nivel académico, por una parte, al escuchar contenidos de los cursos superiores y, por otra, al tener como referentes más cercanos a sus compañeros mayores a los que toman como modelos.
En estas aulas, el libro de texto “pasa a ser un material de apoyo, un elemento secundario, y cobra importancia el trabajo colaborativo, participativo y democrático del equipo”, explica De la Fuente, quien cree que esto “sería imposible en aulas masificadas”.