Los últimos amenazados de desalojo por el pantano de Riaño: “Si sube el agua hasta la casa, que pase, que es su dueña”

El agua del pantano ha llegado, como máximo, hasta la altura donde está la mujer junto al Palacio Gómez de Caso de Burón, aseguran sus moradores. / Carlos J. Domínguez

Carlos J. Domínguez

Son los vecinos de la cota 1.103, en el municipio de Burón. Viven desde hace 30 años en el filo del agua del pantano de Riaño. En tres décadas les ha dado tiempo a asumir a regañadientes el trauma del triste ahogamiento de este valle leonés, el derribo de la parte baja de su pueblo y la expropiación forzosa de otras 22 casas que nunca fueron derribadas.

Y cuando ya casi habían conseguido no tener demasiadas pesadillas, una vez que han aprendido a convivir con una lámina de agua 2.000 hectáreas que cuando no hay sequía lame las últimas viviendas en pie, hace un mes el cartero trajo un mazazo en forma de 22 cartas: les escribía la Confederación Hidrográfica del Duero (CHD). Les recordaba, de parte del Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, que estas viviendas hace 30 años que son de propiedad estatal, que ya pagó las expropiaciones, que resulta ilegal vivir en ellas y que quienes las ocupan debían echar el cerrojo e irse en el plazo de un mes. Cumplió este viernes 26 de enero ese fatídico plazo, aunque nadie haya movido un dedo.

Repsol sí deja bombona de butano al pie de las casas amenazadas de desalojo en Burón. / Carlos J. Domínguez

De todos los afectados, sólo un matrimonio, el formado por Huberto Allende e Isabel Álvarez, vivía en la misma casa que hoy siguen ocupando cuando el Estado les expropió. Porque “fue el bisabuelo el que compró este Palacio de los Gómez de Caso”, un imponente caserón de estilo asturiano que data del siglo XVII. Y que si Confederación quiere derribará a piqueta, que para eso “es su dueño”, no niega la pareja, no por eso menos dolida.

El resto de afectados o son nuevos inquilinos o son antiguos pero no residen sino que, como relata en el bar del pueblo Pedro Allende, “me sirve para seguir teniendo allí algo de ganado y una pequeña huerta”, de manera que “es mi vida igual, porque yo paso el día aquí y a casa sólo voy a dormir”.

Isabel se resguarda bajo el portalón de bellos arcos de piedra labrada, calza madreñas ahora que empieza a nevar y señala con pena hacia donde este año de sequía no asoma el agua, aunque a veces se les ha acercado mucho. “A la mitad de esa cuesta, como mucho, subió el año que más y estaría... ¿qué se yo?, al 98 por ciento igual; pero si por mala suerte hay una crecida o una gota fría y sube más, no tenemos problema: le digo, que pase el agua dentro de la casa, que es su dueña. Para eso fue expropiada”, afirma tan segura como que no van a presentar resistencia si llega la orden final de desalojo o llegaran a recurrir a la Guardia Civil para echarles.

CHD no usará la fuerza...

No parece ser el caso. “De momento” se descarta repetir imágenes tan crudas como las vividas hace 30 años, con cargas policiales y enfrentamientos entre la policía y los vecinos más luchadores contra la expulsión física de sus pueblos. La intención de Confederación, remarca una voz oficial autorizada, es “simplemente evitar un peligro para quienes han ocupado irregularmente las casas, porque la cota de seguridad no es un capricho”.

CHD asume que “no habrá que usar la fuerza a corto plazo” porque la normativa “es muy garantista” y hay que quemar muchos trámites, comprobar si algún okupa se ha ido ya en el plazo otorgado, requerir de nuevo por escrito, volver a dar plazo, atender si hay alegaciones y recursos... Eso sí, sin retirar la 'amenaza' final. Igual que, tal y como se anunció, llegarán nuevas cartas a otros inquilinos ilegales de Vegacerneja en idéntica situación.

El Palacio de los Allende desvencijado

Las piedras del Palacio de los Allende siguen esperando, tiradas sin control, desde hace más de 30 años para ser montado de nuevo el inmueble. / Carlos J. Domínguez

Teorías de la intención “real” del Ministerio hay en Burón casi más que vecinos. “Yo creo que lo van a tirar todo, derribo masivo”, teme José Manuel 'El Rodero', “y creo que es porque ahora sí igual reconstruyen arriba el Palacio de los Allende y necesitan dejar vistas” al pantano.

Se refiere a uno de los símbolos del abandono de la comarca, un sangrante incumplimiento más de tres décadas, el de volver a levantar aquella magna construcción del siglo XIX que señoreaba en la amplia pradera baja de Burón, que fue desmontada piedra a piedra y cuyas piezas crían musgo y liquen sin que nadie recuerde que se prometió convertirlo nada menos que en un Parador Nacional y después en uno regional.

Y tantas cosas más que “nos repiten siempre antes de todas las elecciones”, recuerda descreída Ziortza Allende, que regenta el Mesón Gura Txoko tras volver del País Vasco hace tres años buscando un futuro que allí le devoraba toda su vida en familia. En la pared del bar, una foto antigua del viejo palacio en su esplendor. Una arquería de ese esqueleto palaciego es objeto estos días de una exposición en la Fundación del Cerezales del Condado, con apoyo del Musac, sobre

El padre de Ziortza simboliza también la resignación que caracteriza a todos los afectados. “Yo tengo la última casa, la última de la fila, y el dia que me digan saco lo que tengo y les doy las llaves aunque me jodan bien; eso sí, me voy de aquí, no soportaría ver cómo lo tiran, eso no”.

“Aquí nació su padre, su abuelo...”

Nadie miente en Burón, dar pena no es su estrategia. Ninguno de los edificios se usa de primera vivienda y hasta Isabel y Huberto admiten que “tenemos a donde ir” a vivir. “Otra cosa es dónde metemos todo lo que hemos reunido aquí durante generaciones, de mucho valor pero sobre todo sentimental... eso no lo paga nadie”. Y esconde un amago de lágrima. Al recordar también que “yo, mira, llegué aquí hace 23 años, cuando tiraron la mitad de Burón yo no estaba, pero ”aquí nació mi marido, su padre, su abuelo... y nuestro hijo ya no porque se pare en el Hospital, que si no, también“.

Pero junto a su Palacio de los Gómez de Caso, que conserva hasta un enigmático calabozo, Javier pasa muchos meses en una vivienda en la que es visible la gran inversión realizada, la casa luce como nueva. Abajo, en la carretera, otro símbolo de la normalidad de 30 años que ha roto CHD: la bombona de butano que acaba de dejar el camión de reparto.

Una de las últimas 'caracolas', las viviendas prefabricadas en las que numerosas familias vivieron realojadas indignamente durante años y años en Burón. / Carlos J. Domínguez

Pero otras muchas de las casas conservan ya sólo muros a medio derruir. Hay desprendimientos habituales. Y un peligro evidente que lleva a 'El Rodero' a no entender “por qué están tirando tendejones, portaladas y no quitan ese peligro, que cualquier día se le cae a un chaval encima... y entonces sí que la Confederación tendrá un problema”. De hecho, malicia que por eso CHD se cubre ahora las espaldas.

El origen de todo: una visita del hombre del Catastro

Otra teoría, en este caso casi unánime, estima que el origen de este último desalojo de Riaño obedece a una pura cuestión de dinero. Porque a nadie se les escapa que las cartas amenazantes llegaran no mucho después de la visita de un funcionario del catastro, que pasó haciendo fotos y tomando notas. “Nos asustó, que aquí si viene alguien de fuera nos enteramos todos, y le hicimos identificarse”, recuerda Ziortza.

Por eso sí tienen claro que en Confederación “mienten como bellacos” cuando dicen que se acaban de enterar de que las casas expropiadas estaban siendo usadas. “Lo saben de sobra, hasta han buscado empresas de aquí para tirarlas, hablaron con Tragsa, lo que pasa es que no han encontrado quien quiera hacerlo”, detalla Pedro Allende.

La cota de seguridad, intocable

El alcalde, Profirio Diez, lo admite, mientras se enroca en su versión oficial: “Tienen que buscar una solución, no cabe otra”. Pero al igual que el presidente de la Junta Vecinal de Burón, Pedro Luis Álvarez, son conscientes de que Confederación no dará el visto bueno a una solución a las bravas sugerida, que pasaría por rebajar medio metro la cota de seguridad oficial establecida, hasta los 1.102,5 metros. Un farragoso trámite legal que, además, sentaría un mal precedente.

Esta próxima semana subirán al epicentro del nuevo conflicto periodistas de El País. Ya pasaron los de Antena 3, provocando, por cierto, hondo malestar entre los vecinos afectados. El conflicto amenaza con alcanzar relevancia nacional porque presenta las mimbres de la tragedia de una imposición contra la montaña de Riaño jamás cicatrizada. Porque “hace 30 años la hicieron muy gorda, muy gorda, fastidiaron el valle, y nunca nos dieron a cambio nada que nos favoreciera”, resume Isabel, poco antes de cerrar el paraguas que comienza a llenarse de pintas de nieve, dejar las madreñas en el portalón y subir las centenarias escaleras del Palacio en el que esperarán acontecimientos.

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