El termómetro político a un virus que sobreexpone a los líderes, desdibuja a la oposición y dificulta los pactos
La misma crisis del coronavirus tumbó al presidente de Estados Unidos mientras reforzó a la primera ministra de Nueva Zelanda en las urnas, sobreexpuso al jefe del Ejecutivo y desdibujó y descolocó a la oposición en España, forjó un pacto de reconstrucción en Castilla y León que no fue posible a escala nacional, primero laminó y luego reactivó las mociones autonomistas en León y puso a prueba a alcaldes que han reaccionado con medidas en muchos casos miméticas.
La respuesta política llena la agenda de preguntas. ¿Tiene tintes ideológicos? ¿Constata que nunca se reeditarán los Pactos de la Moncloa? ¿Pone en solfa el modelo autonómico? Aun relativizando el impacto de una pandemia que todavía no llena un renglón en la historia, las respuestas de los expertos inciden en las lagunas de una gestión sanitaria que, no obstante, podría pasar menos factura electoral que las repercusiones sociales y económicas.
Con un enfoque histórico, las comparaciones resultan todavía más odiosas que de costumbre. “Necesitamos perspectiva”, dice el historiador y profesor de la UNED en Ponferrada Francisco Balado, sin obviar que el importante grado de incidencia en el eje euroatlántico pone el foco sobre esta pandemia mientras el sida provoca en silencio millones de muertos en ciertas zonas de África. “Y no existe una vacuna cuando aquí ya casi la tenemos en ocho meses”, enfatiza también al exponer que la letalidad “era mayor” en otros episodios como la mal llamada 'gripe española' de 1918, que se cobró la vida de hasta 40 millones de personas en tres años por el millón y medio del coronavirus hasta la fecha.
La globalización de las comunicaciones le da esta pandemia una consideración distinta, opina el politólogo y exdiputado nacional del Partido Popular Eduardo Fernández al aludir a la rápida propagación del virus por el mundo sin dejar de medir el impacto de otros capítulos históricos similares como la peste con su traslación a obras literarias como el teatro de Lope de Vega en el Siglo de Oro. “Y una cuestión no pasa a la literatura si la población no la interpreta como un problema suyo”, añade.
La globalización neutraliza el tinte ideológico de las medidas, señala el politólogo Eduardo Fernández al apuntar a la adopción de recetas muy similares por parte de países de muy variados signos. Y acatamos restricciones que nunca habríamos aceptado en otras circunstancias
La repercusión mundial de una pandemia que afecta a países con distintos gobiernos y hasta regímenes políticos tiene otros efectos. “La globalización neutraliza el tinte ideológico de las medidas”, señala Fernández al apuntar a la adopción de recetas muy similares por parte de países de muy variados signos. “Es la primera vez que, ideológicamente, aceptamos que la sociedad no es la misma. Y acatamos restricciones que nunca habríamos aceptado en otras circunstancias”, abunda antes de alertar de que esas limitaciones “no deberían ir a más” en ciertos derechos fundamentales.
Más que de ideología, Balado prefiere hablar de “propaganda” (“o, si se quiere decir en términos menos peyorativos, comunicación”, apostilla). Y en lugar de la tradicional división entre derecha e izquierda, separa entre “populistas” y “gestores responsables”. Como ejemplos, cita entre los primeros al hasta la fecha presidente estadounidense, Donald Trump, y entre los segundos a la reelegida primera ministra neozelandesa, Jacinda Ardem, con recetas que han causado “división” en un lado y “consenso” en otro con resultados ya conocidos.
En lugar de la tradicional división entre derecha e izquierda, el historiador Francisco Balado separa entre populistas y gestores responsables con los ejemplos de Donald Trump y la primera ministra neozelandesa, uno derrotado y la otra reforzada en las urnas
Precisamente el termómetro electoral se agitó en los recientes comicios en Estados Unidos, donde la gestión de la pandemia agravó una fractura social sin precedentes recientes, indica Balado para subrayar que se trata del primer caso de un presidente estadounidense que pierde una reelección “en una coyuntura económica, salvo lo derivado de la crisis sanitaria, muy positiva”. Fernández incide en esta línea para preguntarse si Trump perdió “por no atajar la pandemia o por el índice de paro” y responderse con que “tuvo más que ver con las consecuencias económicas aun siendo su gestión muy contestada”.
“No será tan importante la pandemia como las consecuencias de la pandemia”
Los dos coinciden en que los costes electorales medirán más las repercusiones que el golpe. “No será tan importante la pandemia como las consecuencias de la pandemia”, resume el historiador al aludir como baremo al impacto de las medidas en las clases medias en los próximos meses. “Va a ser mayor la incidencia de la derivada económica que la de las restricciones o el impacto sanitario”, augura el politólogo al ser preguntado por los próximos procesos electorales.
En términos generales, Balado considera que ha primado el “cortoplacismo” y que, en los gabinetes de los dirigentes políticos, ha pesado más el criterio de los asesores de comunicación que el de los expertos científicos y sanitarios. “Y eso se ve muy claramente en España, donde no sabemos todavía quiénes forman el comité científico”, añade para dejar claro, no obstante, que las decisiones corresponden a los políticos: “Y aquí a veces se han mezclado los políticos y los científicos”.
La sobreexposición de los líderes ha limitado como nunca el papel de la oposición, descolocada y reducida a un protagonismo residual. Aquí han quedado desdibujadas. No han sabido encontrar el equilibro entre criticar y responsabilizar sin caer en el populismo, entiende Fernández
La pandemia también ha sobreexpuesto a los líderes con casos paradigmáticos como el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y sus habituales comparecencias en el 'prime time' televisivo de cada fin de semana de los primeros compases en marzo y abril. Partiendo de que “los líderes tienen que dar cumplida explicación siempre de ese tipo de medidas”, el exparlamentario del PP cree que “lo peor ha sido lo errático” de esas decisiones. El historiador lo ilustra con declaraciones como aquellas en las que Sánchez animó a los españoles a reactivar el consumo en junio tras dar por derrotado al virus con una recurrente terminología bélica. “Y en octubre tuvo que decir el virus estaba otra vez aquí”, remacha.
Precisamente la sobreexposición de los líderes ha limitado como nunca el papel de la oposición, descolocada y reducida a un protagonismo residual. “Aquí han quedado desdibujadas. No han sabido encontrar el equilibro entre criticar y responsabilizar sin caer en el populismo”, entiende Fernández, para quien Sánchez “se habría disparado” en las encuestas como la canciller alemana, Angela Merkel, de no mediar sus propios errores. “El papel de la oposición ha sido muy mediocre. El PP ha tenido un perfil muy bajo y ha estado falto de liderazgo”, abunda Balado aun reconociendo que se movía en un péndulo entre “ser considerada ultraderechista o pactista”. Así las cosas, casi lo único visible ha sido la moción de censura de Vox, que “sólo ha traído crispación y lío”.
La apelación a reeditar los Pactos de la Moncloa apenas duró un telediario con una clase política incapaz de llegar a amplios consensos. Y, aunque en este caso tiene más culpa el que dirige porque la oposición va a rebufo, esto los desacredita a todos, afirma Balado
La gestión nacional de la crisis deja otra asignatura pendiente, en este caso ya conocida: la incapacidad de la clase política española para llegar a amplios consensos. La apelación a reeditar los Pactos de la Moncloa apenas duró un telediario. “Y, aunque en este caso tiene más culpa el que dirige porque la oposición va a rebufo, esto los desacredita a todos”, afirma Balado. Y esta sensación de “pelear cada uno por lo suyo sin ver lo que cae en la calle” será otro elemento que contribuya, junto con la corrupción y la polarización por la atomización del voto y la entrada en el ruedo de partidos “que quieren cambiar el sistema”, a agravar la “desafección” del ciudadano con la política, añade Fernández.
La mayor presencia mediática de la fuerza minoritaria en la Junta
Aunque ahora condicionado por las últimas críticas del PSOE, sí hubo pacto de reconstrucción en Castilla y León. Más allá fue incluso el Ayuntamiento de Madrid, donde el acuerdo incluyó a todo el arco político, “desde Más Madrid a Vox”, resalta Balado para ponerlo como ejemplo “al margen de su resultado”. El consenso no fue total en Castilla y León, donde el Gobierno de coalición de PP y Ciudadanos deja la paradoja de que la mayor cuota mediática recaiga en la fuerza minoritaria con el portavoz y vicepresidente, Francisco Igea, y la consejera de Sanidad, Verónica Casado, a la cabeza.
Igea y Casado han tenido protagonismo casi diario, pero casi siempre para anunciar restricciones o dar el parte de contagios y fallecidos. “Y, pese a tener su papel institucional, Alfonso Fernández Mañueco se ha expuesto muy poco. No ha dado ni una sola mala noticia. Y así no le arriendo la ganancia ni a Igea, ni a Casado”, dice el profesor de la UNED. La circunstancia tiene connotaciones añadidas para la formación naranja habida cuenta de la caída electoral de sus siglas. “Y tener más rédito comunicativo no sé si les servirá para tener un mayor rédito electoral”, sugiere el politólogo.
Pese a tener su papel institucional, Alfonso Fernández Mañueco se ha expuesto muy poco. No ha dado ni una sola mala noticia. Y así no le arriendo la ganancia ni a Igea, ni a Casado, dice Balado
Ahondando en la escala autonómica, la gestión de la pandemia pone en solfa el propio modelo de Estado, primero por la centralización de competencias en marzo y luego por la recuperación para gestionar la segunda ola con 17 recetas diferentes hasta generar un clima de confusión en la ciudadanía. ¿Dañará más esta sensación al modelo autonómico que las propias aspiraciones secesionistas? “Creo que dejará un Estado más débil. La gente se preguntará para qué necesitamos el Estado si cada presidente autonómico afronta el problema de diferente manera”, responde Balado, para quien “falta un elemento que aglutine”. A su entender, debería ser la corona (no como modelo frente a la república sino por su condición de Jefatura del Estado). “Pero hay intereses políticos claros de denostarla”, precisa.
A la espera de ver si sufren las costuras del Estado de las Autonomías, la pandemia ya ha suscitado movilizaciones sociales, algunas incluso con tintes violentos como la ocurrida en el puente de Todos los Santos en León capital. Eduardo Fernández las atribuye “al componente de radicalidad” que subsiste en todas las sociedades, si bien no entiende que “con los cauces de expresión que hay en España vuelen sillas” junto a la Catedral de León sin dejar de preguntarse “cómo habría sido esto con un Gobierno de derechas y Podemos en la oposición”. “No creo que haya poso de revuelta”, opina Francisco Balado, quien dice ver en la población más “temor y miedo” tanto por el virus como por sus consecuencias económicas.
Fernández y Balado presagian un rebrote de las mociones autonomistas. Van a seguir, sin duda, dice el primero. Se van a reactivar, pero buscando el rédito político cortoplacista, cree el segundo
La declaración del primer estado de alarma en marzo dejó en standby las mociones autonomistas, que habían surgido con fuerza a finales de 2019 y caminaban a buen ritmo en los primeros meses de 2020. El caso es que rebrotaron tras la primera ola. “Y van a seguir, sin duda”, dice Fernández, en varias etapas delegado territorial de la Junta en la provincia. “Se van a reactivar, pero buscando el rédito político cortoplacista”, presagia Balado, para quien las mociones son “fuego de artificio” por no concederle recorrido político. Y pese a reconocer que “León tiene razones para quejarse”, aboga por canalizar esas reivindicaciones en una autonomía que reconoce la birregionalidad teniendo en cuenta la falta de un movimiento ciudadano al no tener apenas eco en la comarca del Bierzo.
Sobre si las aspiraciones autonomistas también podrían cabalgar a lomos de una apelación a posibles agravios en el reparto de inversiones y recursos sanitarios, Fernández y Balado coinciden en señalar una noticia reciente: la de las plazas sanitarias que quedaron sin cubrir en la provincia (principalmente en la comarca berciana) en el último proceso selectivo. “Hay otros componentes que no son de gestión”, advierte el primero. “Es el síntoma de que a la gente no le resulta atractivo venir aquí a trabajar”, completa el segundo, para quien los objetivos deberían pasar al menos por “retener el talento y ofrecer un futuro”.
“Los alcaldes deberían ser más proactivos”
La gestión de la pandemia deja una última lectura en la escala de la administración más cercana, los ayuntamientos, desde donde se han dado recetas a veces miméticas como el lanzamiento de bonos de consumo o el aplazamiento de ciertos impuestos. A falta de competencias en materia sanitaria, ¿los alcaldes podrían hacer más cosas? “Creo que deberían ser más proactivos”, contesta Fernández sin dejar de anotar la circunstancia de que los regidores de los principales municipios en población de la provincia llegaron al cargo en 2019. “¿Qué estarían pidiendo desde la oposición?”, se pregunta, consciente de que se enfrentarán a ecuaciones difíciles de resolver: “tendrán que rendirse a la evidencia de que habrá un bajón de ingresos”, mientras “se multiplicará el gasto social”.
“Creo que los alcaldes tardaron en reaccionar, primero por la incertidumbre. Y luego echo de menos una mayor labor social. Y no hablo de repartir alimentos, sino de estar más presentes en la calle. Ha habido cierta atonía, un esperar a ver qué pasa cuando una mayor cercanía no habría estado de más”, sostiene Balado para sí reconocer que el regidor de Ponferrada, Olegario Ramón, ha estado “más receptivo” participando en la última manifestación de autónomos en la Plaza del Ayuntamiento, una de las últimas derivadas de una pandemia que ha puesto de vuelta y media a la política.