En León no hay palmeras. Pero yo he visto… delante de la fachada de la casa de los Panero mismamente… usted ha visto palmitos. Palmitos elevados. Plantas procedentes del Himalaya que aguantan hasta veinte grados bajo cero. De peluda estípite –el tronco de las palmeras y palmitos se llama estípite– más gruesas o finas según sean de procedencia gallega (gordas) o levantinas –más finas o egipcias–. Estípite es un término arquitectónico que describe una estilizada pilastra en forma de pirámide truncada inversa. ¿Quién trajo el palmito de hirsutas estípites o Trachycarpus fortunei a estas septentrionales tierras? Pues el escocés Robert Fortune, como inmortaliza su nombre científico, –el del palmito–: trachycarpus significa fruto duro. El afortunado escocés recorrió China de 1840 a 1843 disfrazado de campesino y sin saber una palabra de ninguno de sus idiomas para apoderarse de los secretos de la plantación del… té. El té inglés de la India fue traído a occidente de la China por un escocés. Manda cojones. ¿Y por qué, señor Rodera, nos descarga todos estos datos de nulo interés y poquísima risa? Pues porque me instalaron tres enormes ventiladores de techo con aspas, hélices o propelas color café que me evocan, al igual que las indianas palmeras, LO COLONIAL. El término colonial a estas alturas debería retrotraernos más bien a los genocidios de Leopoldo II de Bélgica u otras matanzas –algunas en curso– provocadas por la divertida tesis de que hay Estados que sencillamente pueden –¡incluso deben!– explotar hombres, plantas y minerales de otras latitudes. Mas no, a mí lo colonial me da ganas de tomarme un whisky en los jardines del Bibighar, o en los frescos porches de la granja de la baronesa Blixen o del Charlton Heston de Cuando ruge la marabunta. Es el mito también de EL ESCRITOR SUDOROSO que, descamisado y pitillo en boca teclea furiosamente su novela o su crónica desde desierto o jungla, ora buscando a Abd el-Krim, ora denunciando al PKI y olvidándose de la quinina, pero siempre con un calor de la hostia. Malaria y pesadillas. Y ventiladores de techo. Un Paul Bowles, un Conrad, un… iba a decir Capote, pero las crónicas tangerinas del de Nueva Orleans no sudan nada. Aparte de los ultramarinos abanicos, y como acto posesivo de mi jungla particular en lo ruroagrícola –¡Dios, cómo estaba todo!–, acabo de colgar en el portalón un panamá –de verdad– y un salacot –falso o de juguete–. Más colonial e imperialista, imposible. Salakot en tagalo significa sombrero. Curiosamente los panamás, pintaos –o jipijapas– están hechos de apretada Carludovica palmata –o jipijapa–, originaria de donde son los panamás: Ecuador. Se denominan así porque con ellos se tocaban los obreros del canal homónimo. Así todo. De hecho los anglos –los del té– al sombrero mexicano de gran ala le dicen… sombrero. Empecé botánico, termino igual. Momento de hacer –Celestino– mutis. Jo, jo, jo. Bueno, parece que refresca con las tormentas...