En estos días en los que el verano asoma me cuentan que hay gente que está colapsando. Que se toma días in extremis, incluso antes de lo que había pensado. Que las vacaciones ya pactadas quedan demasiado lejos, que no reciben, que los días se les cuelan por la nuca y les resbalan los datos y la incidencia de cualquier cosa que puedan hacer por su empresa o su propia vida. Que necesitan una pausa urgente.
Hay una nueva noción del tiempo que estamos creando en nuestra relación con las nuevas tecnologías: somos humanos incapaces de avanzar a la velocidad que ellas proponen. Aunque queramos evitarlo, nos sorprendemos mirando el teléfono una y otra vez. Toda excusa es buena: esperando un turno, subidos a un bus, por aburrimiento, por estrés, por informarnos, por perdernos.
Así como escucho que hay gente que está desapareciendo en este fin de curso antes de lo esperado porque sencillamente no puede más, también hay personas que me confiesan que se han desinstalado redes sociales del teléfono: Instagram, Twitter, Facebook… nada de eso a golpe de mano. ¿Por qué? Les pregunto. Porque me daba cuenta de que ni siquiera estaba disfrutando de mi pareja cuando teníamos tiempo para estar solos: ambos haciendo un scroll continúo sin tener noción del tiempo. Horas, incluso, en las que ya no sabes por qué te has metido donde estás y estás leyendo lo que estás leyendo.
Más allá de las redes, la velocidad a la que las herramientas del siglo XXI nos permiten comunicarnos incluso para trabajar es alarmante. Nuestro cerebro es incapaz de retener tanta información enviada con una facilidad extrema y de forma casi gratuita. No podemos asumirlo, no podemos dialogar con semejante avalancha.
En este fin de semestre tan atropellado por la vida misma que tanta gente a mi alrededor siente, han coincidido varias publicaciones que pueden ayudar a reflexionar: ¡Reconquista tu tiempo! de Jenny Odell, publicado por Ariel. Es la segunda entrega de su exitoso Cómo no hacer nada. Y llega también El informe, de Remedios Zafra, otra vuelta de tuerca a su aclamado ensayo El entusiasmo. Los libros, siempre, son una buena estrategia para frenar y pensar sobre qué nos está sucediendo. Y estos, de hecho, son un metalibro.
Mientras miro estas novedades y recuerdo a las personas que me confesaron su hastío y hasta su límite de cansancio, observo cómo las flores van avanzando en un verano en el que ellas siguen su curso a pesar de todo. Digo una y mil veces que desconectar de la naturaleza es otra de las cuestiones que nos está matando. Solo hay que observarla con detenimiento para comprender que hay ciclos y que esos ciclos deben ser respetados.
Engancharnos a una pantalla como un soma libre y moderno solo nos llevará a un agotamiento tan voraz que apenas sí podremos poner alguna resistencia a la barbarie. El verano, tal vez, sea una oportunidad para desintoxicarse, aunque no todo el mundo tenga la oportunidad real de hacerlo. Eso también se puede convertir ya en un privilegio.