Homenaje al chorro

Un chorro de agua de una fuente en el paseo de La Condesa en León.

¡Qué tiempos aquellos en que sólo odiábamos los lunes! El resto del tiempo ibas de aquí para allá, visitando gente, trabajando un rato, estudiando, o haciendo lo que cada cual se ingeniase para ganarse los garbanzos o asesinar su tiempo, pero con la impresión de que estabas en un sitio, en una ciudad, que todavía era tuya, más allá de lo que dijese tu carné de identidad sobre el lugar de nacimiento o la ficha del censo sobre el empadronamiento.

Ahora, vas por ahí, por otras ciudades, y ya no queda un mísero banco en el que sentarse ni una puñetera fuente en la que echar un trago. Y justo, en eso, hay que señalar que León da gusto, que sigue habiendo bancos por las calles y fuentes por ahí sueltas, las suficientes, bien cartografiadas, para caminar unos cuantos kilómetros sin necesitar avituallamiento de pago.

Por eso es necesario dedicarle, un día cada diez años, un monumento al chorro. Al chorro de la fuente, que con su extraño magnetismo húmedo te impele a beber aunque no tengas sed. Al que vamos por igual los paseantes, los perros y las palomas. A ese chorro abundante, vertical, casi viril, que se burla de las lagrimitas de miseria, diríase exprimidas de la piedra, que se ven en otras latitudes.

Yo creo que hay más fuentes en León que en todo Madrid. Fuentes de estas, de verdad, de las que te ofrecen ayuda, y no de esas dicen que ornamentales que te ponen perdido los días de viento y sirven sólo para bañar la cogorza de hinchas futboleros.

El chorro simboliza, nada menos, la titularidad de los ciudadanos sobre el espacio que habitan. Es transversal, inclusivo, social, interactivo y hasta multimedia si se para uno a escuchar su musiquilla. El chorro no recopila datos sobre sus usuarios, ni obliga a aceptar cookies, ni vende tu identidad a terceros por necesidades del servicio, ni viene con sesenta páginas de términos y condiciones de servicio. Simplemente está ahí, incondicionalmente servicial, fluyendo por igual en soledad o entre el gentío, para que libremente te acerques a él o no.

De vez en cuando hay que escribir algo positivo, y esto es de lo que nos va quedando.

Y en León nos sobran chorros. ¡Tres hurras por todos ellos!

Javier Pérez es escritor. Ganó el premio Azorín en 2006 y acaba de publicar su último libro: La libertad huyendo del pueblo. Se puede seguir su trayectoria y conocer su profusa obra, premiada en varias ocasiones más, en su página web: www.javier-perez.es.

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