¿Cuál es la mejor época del año para hacer el Camino de Santiago?
👉 Viene de la décima parte
Lo primero que hay que tener en cuenta es que la mayoría de nosotros estamos condicionados por nuestras obligaciones familiares o laborales. Aunque, sean cuales sean esas responsabilidades, siempre vamos a encontrar atractivos alicientes para lanzarnos a hacer el Camino en cualquier época. Porque el Camino está abierto todo el año y es una aventura que no entiende de estaciones.
Hay dos factores que se antojan fundamentales a la hora de decidir cuando emprender nuestro viaje a Santiago: climatología y afluencia de gente. Y teniendo en cuenta estos parámetros, los peregrinos más experimentados parecen coincidir en que los meses de abril, mayo y junio en primavera; o septiembre y octubre en otoño, son los que mejores condiciones ofrecen al viajero.
El Camino en primavera y otoño
Un factor fundamental a la hora de elegir la primavera para hacer el Camino son las suaves temperaturas que nos acompañan y el hecho de que los días empiezan a ser más largos. Al principio del otoño, en septiembre y octubre, también los días son todavía largos y luminosos. Esto nos evita tener que madrugar para evitar el calor sofocante más propio de los meses de verano. Uno puede empezar a caminar tranquilamente a las 8 de la mañana para llegar a comer a nuestro destino. Aunque el clima suele ser benigno en esta época del año no hay que olvidar que también puede ser tiempo de lluvias, especialmente en el norte de la península, por lo que debemos ir bien pertrechados con nuestra capa o un buen chubasquero.
Otra de las grandes ventajas de estas fechas es que aún no ha llegado la masificación al Camino y no encontraremos problemas para encontrar sitio en unos albergues que ya funcionan a pleno rendimiento. Y también muchos servicios cerrados durante el invierno empiezan a abrir sus puertas. Es una situación perfecta para el peregrino que viaja solo, porque puede caminar largos tramos consigo mismo, disfrutando plenamente del silencio y de la explosión de la naturaleza en primavera, y a la vez coincidir con un gran número de peregrinos, que si bien no acuden en masa como en el verano ya empiezan a ser bastante visibles.
Respecto a las mejores rutas para hacer en primavera y otoño destaca la Vía de la Plata que recorre España de sur a norte, desde Sevilla a Santiago. En verano se alcanzan temperaturas que sobrepasan los 40 grados y se convierte en un auténtico infierno para los caminantes. Estos suelen madrugar muchísimo y empezar a caminar a las 4 ó 5 de la mañana para evitar el sofocante calor. Y en invierno tampoco es buen momento debido a la falta de servicios. La primavera y los meses de septiembre u octubre son sin duda el mejor momento para recorrer las llanuras o dehesas andaluzas y extremeñas hacía el norte. Y también recorrer el Camino Francés o el Portugués es un plan perfecto para el peregrino que quiera evitar las muchedumbres y el espíritu más ruidoso del verano.
Las rutas que nos pueden dar algún problema por cuestiones climatológicas serían posiblemente las norteñas, el Camino del Norte desde Irún o el Primitivo desde Oviedo. Es justo en estos meses de primavera y otoño cuando encontraremos abundantes lluvias que pueden complicar nuestro viaje, aunque tampoco es algo que un buen chubasquero no pueda solucionar.
El Camino en verano
Son muchos los peregrinos que no tienen más remedio que escoger los meses de verano por motivos laborales. También los estudiantes se suelen lanzar al Camino en verano. Esto hace que la masificación sea el principal problema, especialmente en los tramos finales del Camino Francés, en la provincia de León y en Galicia. Todo depende de lo que busque cada peregrino, introspección o diversión, silencio y naturaleza o conocer gente. La gran afluencia de gente hace que, además, sea más complicado encontrar sitio en los albergues, por lo que se recomienda reservar con antelación (esto es válido para albergues privados u hoteles, como ya sabemos los albergues municipales no admiten reserva). Por otro lado apenas encontraremos la incómoda lluvia en el Camino. Y aunque el calor también puede ser un gran enemigo del caminante, madrugar para evitar las horas más sofocantes puede ser una buena solución.
Una buena opción para el verano serían el Camino del Norte, el Primitivo, el Portugués o el Inglés. Son rutas con menos afluencia de gente y con temperaturas más suaves.
El Camino en invierno
El invierno puede dar a nuestra experiencia una visión totalmente distinta, caminaremos en soledad muchos días pero se crearán vínculos muy especiales con los pocos valientes que han tenido la misma idea que tú. Evidentemente hay que ir preparados con ropa de abrigo, camisetas térmicas y unas buenas botas impermeables, con lo que nuestras mochilas pesarán un poco más. Por otro lado, tendremos que ir con cuidado en los puntos más altos del Camino donde encontraremos nieve o días de niebla. Aunque la belleza de ver los montes nevados es algo que no olvidaremos con facilidad.
👉 Sigue en la duodécima parte