2 + 2 = 5

Imágenes falsas de IA del Papa Francisco Fashion y Donald Trump detenido.

Poco importan los hechos si estos son negados, adulterados y expandidos por el mundo con su nuevo y embustero disfraz. Puede ser de forma burda, como acostumbra a hacer el más inconcebible de los presidentes que podía haber dado la democracia americana, ese personaje llamado Trump que suelta por su boquita, o a golpe de teclado y directo a nuestras pequeñas pantallas, unas calumnias tan obscenas como ese apartamento tríplex y recubierto vulgarmente de oro que posee en la torre de Manhattan que lleva su mismo nombre (cómo no). 

Pero también se pueden adulterar los hechos para convertirlos en otra clase de falacia más sofisticada, más inteligentemente perpetrada y, por lo tanto, más sutilmente dañina. En este segundo caso estaríamos hablando de eso que llamamos posverdad, de la distorsión deliberada de una realidad para manipular creencias y emociones, para influir en la opinión pública y en comportamientos sociales. Una auténtica bomba capaz de alterar resultados electorales, un perfecto trampolín para inocular lentamente en la sociedad actitudes tan moralmente censurables como la xenofobia o tan intelectualmente pobres y poco viajadas como el nacionalismo excluyente.

Aunque más allá de todas esas oprobiosas manipulaciones y nocivos mecanismos que nos convierten a todos en unos seres un poco más idiotas cada día, lo cierto (nunca mejor dicho) es que la verdad tampoco importa mucho. ¿Podemos conocer la verdad? ¿Queremos conocer la verdad? La lacónica aunque concluyente respuesta a estas preguntas es no. Porque lo trascendente no es descubrir una verdad absoluta, sino buscarla, perseguir con ahínco su rastro escurridizo, dudar e intentar capturar alguno de sus infinitos reflejos dentro de unos versos, una melodía o un teorema. Pero sabiendo que ningún poema, armonía o fórmula matemática lograrán nunca encerrar, dentro de su naturaleza dogmática, el estallido de una risa o el vértigo de saberse nada. Es más, conozco a un par de doses que, aburridos de sumar siempre cuatro y de vivir dentro de su petulante axioma, un buen día decidieron cambiar su destino y sumar cinco. Y, créanme, poco les importa lo que pensemos ustedes o yo. Es su verdad y punto.

Etiquetas
stats