Villablino recuerda a sus maestros en la Escuela Sierra Pambley

Portada del libro

ileon.com

El Club Xeitu acaba de editar un nuevo libro, el 'Epistolario' de Juan Alvarado y Albo, con el que se inicia la conmemoración del centenario de la muerte del recordado profesor de la Escuela de Sierra Pambley de Villablino. La edición recoge más de doscientas cartas escritas por Juan Alvarado entre 1888 y 1914, años de su llegada y muerte. La mayoría de ellas cruzadas con el fundador de la escuela, Francisco Fernández-Blanco de Sierra y Pambley, y los institucionistas Francisco Giner de los Ríos, Gumersindo de Azcárate y Manuel Bartolomé Cossío, así como otras personas relacionadas con la entidad académicas.

El relato de la publicación se inicia con el viaje que, en el otoño de 1888, trajo a Juan Alvarado a Villablino, acompañado de Giner de los Ríos y Cossío, escasos días antes de que tuviera que iniciar su tarea educativa. La narración, muy minuciosa, llega al detalle de explicar cómo el anfitrión, don Paco Sierra, hubo de irse sin ver a los visitantes por enfermar repentinamente su hermana, que murió al cabo de un mes, o las sensaciones de los primeros días en un pueblo y entre unas gentes que hasta poco antes de su viaje el forastero no conocía.

Juan Alvarado, un joven de veintitrés años nacido en Viveiro (Lugo), huérfano de padre y estudiante de Ciencias en Madrid, llegaba con la intención de permanecer como profesor un curso o a lo sumo dos, buscando entre tanto otra forma de sustento para él y sus hermanos. Sin embargo, el destino hizo que se asentara en el valle y en él terminara sus días, al cabo de veinticinco años de una fructífera labor que dejó huella.

La edición, anotada y comentada por Víctor del Reguero, revela aspectos hasta ahora desconocidos o poco tratados: los motivos que llevaron a don Paco Sierra a fundar la escuela, tras el desengaño electoral que sufrió en 1881 y la temprana muerte de su hermano Pedro; la emigración a América y las consecuencias de la Guerra de Cuba, con los jóvenes de cada pueblo mutilados, heridos o muertos, algunos alumnos de la propia escuela como Vicente Fernández 'El Capitán' de Robles o Manuel Valcárcel, hijo de El Martiecho. Los cambios experimentados por un Villablino que pasó de la ganadería y agricultura tradicionales a la modernidad, con la apertura de la carretera, los nuevos comercios y una arquitectura regionalista propia del momento, o hitos como la construcción de un puente roblonado en 1911, impulsada por el propio Alvarado para facilitar el paso de ganados y carros de un lado al otro del río Sil, tienen también un espacio de relieve en la narración.

La enseñanza de la Escuela de Sierra Pambley, inspirada y supervisada por la Institución Libre de Enseñanza, entra también de lleno en muchas de las cartas con recomendaciones de actividades, prácticas, lecturas o aspectos pedagógicos. Una enseñanza activa, ajena a la religión, sin libros de texto pero con cuadernos y apuntes para fomentar la atención y destacar el entendimiento sobre la memorización, trabajos manuales como indispensable formación práctica, lecturas y tertulias para fomentar el interés por la literatura e incentivar la conversación, prácticas de agricultura en una pequeña huerta con jardín próxima a la escuela, excursiones por el entorno o la llegada de los primeros aparatos –las más de las veces de París– que eran auténticas novedades: el microscopio, el teodolito y sus medidas precisas, la linterna mágica, el praxinoscopio y su secuencia de imágenes que al girar el tambor proyectaba la ilusión del movimiento... En palabras del propio Manuel Bartolomé Cossío, “hacer que el niño no sea solo partícipe, sino el principal actor de su propia educación, que bulla en él la vida; que todo le hable; que sienta el deseo de verlo todo, de cogerlo todo, de comprenderlo todo”.

La publicación ahonda también en las realizaciones sociales de Juan Alvarado, desde la primera mutua contra la mortalidad del ganado al sindicato de selección de ganados, hasta la Liga de Amigos de la Escuela de Laciana o la apertura de algunas de las primeras minas de carbón de la comarca, sobre las que se aportan curiosidades, mapas y hasta una libreta de cuentas y jornales. Toman protagonismo también sus trabajos de recopilación etnográfica y antropológica, dentro de una corriente nacional que hizo posible la extensión del conocimiento y la recopilación sobre unas tradiciones que, con la modernización social de la industrialización, comenzaban a languidecer. La colección de cantares de boda, los trabajos de investigación para el Ateneo de Madrid, la recopilación de palabras del patsuezu o su colaboración con Ramón Menéndez Pidal, al que recibió en Laciana en el verano de 1910, se citan y explican en las páginas del libro.

En suma, 748 páginas con ilustraciones inéditas y documentos, en las que se hace un repaso pormenorizado por el cuarto de siglo en que Juan Alvarado permaneció en el Valle de Laciana, hasta su muerte el 8 de septiembre de 1914. De ella se cumplen ahora cien años y por ello el Club Xeitu ha querido recuperar la memoria del profesor con este nuevo libro y algunas otras actividades que irán desarrollándose en los próximos meses.

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