Julio Llamazares regresa a la novela con 'Vagalume': “Tengo prisa por escribir pero no sé escribir deprisa”

Julio Llamazares es escritor.

César Combarros / Agencia ICAL

Para Julio Llamazares (Vegamián, 1955), los escritores son luces en la noche, luciérnagas (vagalumes, en gallego) que iluminan el oscuro cielo de la historia mientras intentan sobrevivir y ser testigos del tiempo que les ha tocado vivir. De ello, de los misterios que encierra la escritura y la vida, habla Vagalume (Alfaguara, 19,90 euros), su séptima novela, que acaba de llegar a las librerías españolas. En esta historia de fantasmas, de ausencias y de misterios, el autor de La lluvia amarilla plantea una honda reflexión sobre su oficio a través de una narración caleidoscópica, con múltiples capas y voces narrativas que se encierran y develan unas en otras, como si de una muñeca rusa se tratara.

Han pasado ocho años desde la publicación de Distintas formas de mirar el agua, ¿por qué ese lapso?

Las cosas llevan su tiempo, pero en ese periodo no he dejado de escribir. En 2018 publiqué Las rosas del sur, que es la segunda entrega del viaje por las catedrales, y estaba escribiendo Vagalume cuando llegó la pandemia y la interrumpió, porque era tan fuerte lo que estaba ocurriendo que era incapaz de seguir con ella. Fue entonces cuando me puse a dar forma a esa especie de diario o de cuaderno de campo que es Primavera extremeña, que se publicó en 2020. Todo ello aparte de que yo escribo despacio. Tengo prisa por escribir pero no sé escribir deprisa. A Vagalume le he dedicado tres o cuatro años de mi vida.

La novela narra la búsqueda de un hombre en torno a un misterio que rodeó a su mentor, Manolo Castro, un proceso que le lleva a reflexionar sobre “la propia esencia del escritor”.

Cada novela es para mí la respuesta a una pregunta. Yo lo concibo así, y quizá eso explique por qué no he escrito tantas novelas. Tengo 68 años y después de haber dedicado toda mi vida a escribir solo he escrito siete. La pregunta a la que responde Vagalume sería por qué se escribe, para qué se escribe y qué sentido tiene este misterio de la literatura y de la escritura. Y en respuesta a esa pregunta ha surgido esta novela, a partir de esa imagen del escritor como una luz en la noche, como una luciérnaga en la noche del mundo que da una luz extraña, mientras los demás duermen. Así me veo yo a mí mismo. 

¿La literatura es para usted eso, una luz en la oscuridad en estos tiempos de ruido?

Sí. En la oscuridad de la historia de la humanidad al final lo que queda, tras el paso de los siglos, son las voces de los escritores y de los artistas (que es una palabra muy devaluada). Cuando abres un libro vuelves a escuchar a Homero, Cervantes o a Dante, y su luz se vuelve a iluminar en la noche. La historia de la humanidad es una gran oscuridad llena de luces encendidas como esos cielos de verano oscuros y llenos de estrellas. Esas estrellas son las luces de los escritores y artistas que han intentado contar, en su nombre y el de cuantos vivieron en su tiempo, su forma de entender la vida.

La novela está salpicada de reflexiones sobre las motivaciones e impulsos que llevan a alguien a escribir. ¿Esa meditación sobre el oficio le ronda la cabeza desde que comenzó en ello?

Seguramente. Yo suelo escribir de noche. Muchas veces paro, me asomo a la ventana y veo que la gente va y viene, que va de fiesta, que vuelve… A veces pienso si no estaré yo perdiendo la vida en algo que no tiene nada que ver con la vida. Quiero decir que, mientras escribes, la vida sigue, y muchas veces te planteas por qué has dedicado tu vida a algo tan extraño. Luego, cuando se marcha ese pensamiento sigues escribiendo, porque es tu manera de estar en el mundo. Es aquello que decía Pessoa: escribir es mi manera de estar solo, que es la definición más precisa que he encontrado en otros autores sobre lo que ha sido mi vida. Solo se vive una vez, y yo esa vida la he dedicado a contar con palabras lo que siento y lo que pienso de la vida y del misterio de la vida. De eso trata Vagalume, en realidad es mi vida, sin que sea estrictamente autobiográfica, claro.

¿Quién fue su Manolo Castro particular, esa persona que le hizo prendarse de la escritura?

En mi vida ha habido varios Manolos Castro con otro nombre. No ha sido uno solo, sino unos cuantos los referentes que tenía en mente mientras daba forma al personaje. Podría dar algún nombre concreto y ellos mismos se quedarían sorprendidos. Recuerdo por ejemplo a Gamoneda, que en realidad no fue mi mentor como periodista porque él nunca ha hecho periodismo, o a Manolo Nicolás, que luego dejó el periodismo pero que fue el primero que me dio una oportunidad en el año 80 como periodista, en un efímero semanario de León llamado Ceranda. Es gente que luego ha seguido ahí, como faros en la niebla, que te sirven como de modelo moral y de referencia. No porque te digan o enseñen algo concreto, sino porque están ahí y fueron importantísimos para ti en un momento dado de tu vida, y se alegran o entristecen con tus alegrías y tus penas, aunque no te lo digan.

La literatura es el territorio que empieza cuando se acaba el periodismo, pero son partes del mismo mundo

Vagalume también se puede entender como un canto de amor al periodismo.

Sí, porque al final el periodismo y la literatura está muy entremezclados. Hay muchísimos escritores que son a la vez periodistas y periodistas que son a la vez escritores, porque la herramienta con la que nos manejamos es la misma: es el lenguaje, las palabras como forma de comunicación, que es uno de los tesoros que nos ha dado la condición humana. Para mí son dos caras de la misma realidad, un reportaje es una novela para leer en el día y una novela es un reportaje para leer en el tiempo. Decía Rosa Montero, a quien me gusta mucho citar, que cuando escribía haciendo periodismo escribía lo que sabía, y que cuando hacía literatura escribía lo que no sabía que sabía. Es decir, la literatura es el territorio que empieza cuando se acaba el periodismo, pero son partes del mismo mundo.

¿Cuál fue el chispazo que le llevó a esta historia?

La novela surge de una historia real que conocí. El editor de mis primeras novelas en Seix Barral fue Mario Lacruz, que había sido escritor y dejó de escribir para dedicar su vida a la edición. Fue uno de los grandes editores españoles de los años 60, 70 y 80, y tenía tres novelas espléndidas que quedaron un poco eclipsadas por su labor como editor. Poco después de su muerte, cuando yo ya no publicaba en su editorial, un hijo me contó que la familia descubrió que, como el protagonista de Vagalume, se había dedicado a escribir por las noches sin que nadie lo supiera, y que guardaba en un armario bajo llave una docena de novelas, algún guion de cine, una biografía de Gaudí… Esa revelación está en el origen de de esta novela.

Una novela que, en definitiva, habla de la verdadera esencia de escribir.

En un pasaje se dice algo que yo repito muchas veces en coloquios con los lectores o cuando he ido a los institutos para que la gente entienda lo que es verdaderamente escribir: para mí un escritor es aquel que seguiría escribiendo aunque no lo leyeran. Esa prueba, si se llevará a la práctica, haría que dejara de escribir el 90 por ciento de las personas que se dedican a publicar libros. Tengo la convicción de que, en España y en todo el mundo, hay mucha gente que escribe libros pero muy pocos escritores.

En Vagalume rinde tributo también a toda una generación de escritores que se vieron obligados a sobrevivir en la posguerra publicando bajo pseudónimo novelitas del Oeste y policíacas. 

Siempre me han fascinado los autores de esas novelas que yo leía con voracidad en mi adolescencia. Los suyos eran los únicos libros que había donde yo vivía cuando era un chaval. Apenas había literatura culta y lo que tenías a mano era eso. Con el tiempo supe que esas obras eran fruto del esfuerzo y de la pena de mucha gente, que se vio condenada a escribir ese tipo de libros porque no podían ejercer su trabajo por motivos políticos. Es el caso del famoso Marcial Lafuente Estefanía, de Fernando González Ledesma (que escribía con el seudónimo Silver Kane), de Miguel Oliveros (que firmaba como Keith Luger) o el propio teórico del anarquismo Eduardo Guzmán (conocido como Edward Goodman). Esos personajes que a mí me hicieron soñar y viajar por las praderas del oeste americano o por las ciudades americanas están en ese viejo Vagalume, un antiguo maestro que no se puede ganar la vida porque le han depurado y sobrevive a través de la escritura.

Tengo la convicción de que, en España y en todo el mundo, hay mucha gente que escribe libros pero muy pocos escritores

Es muy bella su historia, la de un hombre que, en sus últimos años, relee constantemente sus propias novelitas del Oeste para no olvidar quién es. 

Es la descripción de lo que es la vida. Al final la vida de un escritor es lo que ha escrito. Ahí está su vida y lo demás no dejan de ser anécdotas. Por eso ese personaje pasea casi siempre solo por esa residencia de ancianos, leyendo sus propias novelas para saber quién fue. Esta novela es también un homenaje a esos escritores que trabajaron forzados como galeotes, una forma muy digna y respetable de escribir, por eso incluí un reconocimiento como el que el hijo hace a su padre con esa novela que le prohíbe a su vez la censura. Al final es una sucesión de escritores secretos, unos personajes que siempre me han atraído mucho.

En Vagalume conjuga multitud de voces narrativas, todas ellas de escritores. Está la suya, la de César, el protagonista, la de Manolo, la del padre de Manolo… ¿Crear esa estructura de muñecas rusas fue lo más complejo?

Difícil es todo a la hora de escribir una novela. Para mí es fundamental cómo se articula la estructura, porque Vagalume al final es una reflexión sobre el sentido de la escritura y de la vida, y la relación que hay entre ellas. Eso se puede intentar contar de mil formas, y yo al final elegí una estructura que es una especie de muñeca rusa: dentro de una novela hay otra, y dentro de esa aparece otra, incluso múltiples fragmentos de novelas que son las que ha escrito no el narrador, sino el personaje cuya vida investiga el narrador.

¿Por qué decidió construir la historia en clave de novela de suspense?

Es algo que nunca había experimentado, porque mis novelas siempre han sido más intimistas o literarias. Esta también lo es, pero bajo el envoltorio una novela de suspense, cosa que me ha divertido hacer porque lo que me gusta en cada libro es cambiar el registro para no repetirme. Si quitas la novela de suspense lo que hay debajo es un ensayo literario.

Se escribe y se lee para entender la vida y para soportarla

Entre sus páginas se dice que “escribir era más que una vocación; era una forma de sobrevivir al tiempo, al vacío de los días y su irreparable pérdida”. En su caso personal, ¿lo que le empuja a escribir ha ido cambiando con el paso del tiempo?

No sé si ha ido cambiando. Quizá he ido entendiendo más qué es lo que me empuja a escribir. Yo soy un chaval de un pueblo perdido en la montaña de León, que desde que tiene uso razón se dedica a escribir, y es algo sobre lo que he pensado muchas veces: por qué yo hago esto y por ejemplo mis hermanos, que llevaron una vida parecida a la mía, no. Con el tiempo he llegado a la conclusión de que para mí escribir no es un oficio. De hecho yo podría vivir sin escribir, podría haberme dedicado a otras cosas, como al ejercicio del derecho, que fue lo que estudié, y sin embargo en la práctica no puedo vivir de otra forma, porque la manera que yo tengo de estar en el mundo es a través de la escritura, y ya no voy a cambiar a estas alturas porque ni puedo ni quiero. Si volviera a vivir y pudiera elegir, elegiría la forma de vida que he tenido. No desde un punto de vista material, sino emocional y moral.

Carracedo, uno de los personajes más lúcidos de la novela, dice: “Siempre se escribe con una intención”. ¿Cuál es la suya? 

Dejar testimonio de mi paso por el mundo, soportar la verdad; porque se escribe y se lee para entender la vida y para soportarla. Cada uno escribe por unos motivos y a veces por varios, que pueden ser incluso contradictorios, y yo tengo claro por qué escribo, por eso que decía al principio citando a Pessoa: porque es mi manera de estar solo.

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