Construir desde las ruinas

El Hall Transformado

Roberto Castrillo Soto, Profesor de Historia del Arte de la Universidad de León y Crítico de Arte

Desarrollar una propuesta plástica operando desde la reflexión económica y política e invitar explícitamente a la participación social activa en la misma como parte constituyente de una experiencia artística son los fundamentos que el artista astorgano Jesús Palmero ha utilizado como herramienta inicial para su trabajo Cimientos volubles. La revolución se empieza por el tejado. Artista polifacético, investigador y documentalista, la ejecución de esta obra supone su segundo proyecto de instalación para el hall de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de León tras Philosophical Spiral, realizada en 1997 formando entonces binomio artístico con José Antonio Juárez. Tanto en esta etapa en equipo como en sus producciones en solitario a partir del año 2010, las lecturas e interpretaciones en clave política tanto de la actualidad como de la historia reciente han formado parte habitual de las fuentes conceptuales de su discurso artístico. Un comportamiento y una definición profesional y creativa adecuadas para llevar a cabo la vigésima edición de El Hall Transformado. Si la base de este proyecto anual de intervención plástica en un espacio de tránsito y comunicación de un edificio que representa la formación, el conocimiento y la investigación en Humanidades consiste en la transformación espacial y la interacción con sus dimensiones físicas y significativas, ello no implica ni la impermeabilidad del recinto al contexto sociopolítico ni la autorreferencialidad de las instalaciones planteadas. Muy al contrario, la Universidad en general y la Facultad de Filosofía y Letras en particular se hallan en nuestros días sacudidas por idénticas agresiones, dictadas desde el poder, que el resto de las instituciones y organismos en torno a los cuales se han forjado tanto el conjunto de los derechos sociales e individuales como la constitución y el ejercicio del espíritu crítico de las sociedades contemporáneas. Así, en los últimos años el espacio del hall ha sido escenario de numerosos actos de movilización estudiantil, foro de debate y de expresión que perdura con la presencia de carteles y pancartas que simbolizan la necesidad de gritar de toda una generación. El debate político, siempre latente, se ha hecho público y explícito emocional y visualmente.

Jesús Palmero ha optado por permeabilizar su instalación con esta dimensión contextual planteando una pieza foral y abierta, productora y receptora de manera simultánea. El propio autor la define acertadamente como un contenedor de ideas en torno al desmantelamiento del Estado. De esta definición procede la clara vocación arquitectónica de esta instalación, acentuando dos de los caracteres más elementales de la práctica arquitectónica: la estructura y la construcción, conceptos que el movimiento moderno en la propia arquitectura y diversos grupos de las vanguardias artísticas del siglo XX, en especial los constructivismos rusos activos durante los años veinte, situaron en el centro de un debate teórico planteado en torno a propuestas plásticas y constructivas que aspiraban a transformar el orden social y las conciencias individuales y colectivas. Sin embargo, a diferencia de estos, Cimientos volubles ni se articula desde el optimismo y la fe en el progreso y la técnica como impulsores de una nueva realidad ni convirtiendo al nuevo orden racionalista en paradigma ahistórico. Es, en cambio, una experiencia constructiva desde la consciencia del derrumbamiento y la ruina en que se hallan sumidos los cimientos de aquella aspiración a un nuevo orden social. Así, solo una arquitectura desnuda y rudimentaria se puede considerar autorizada a actuar como archivo desde el que custodiar, investigar y reinterpretar activamente, de forma frágil y efímera pero precisamente por ello fuertemente expresiva en el contexto anteriormente descrito, los términos que han sustentado las modernas teorías sociopolíticas y socioeconómicas de la modernidad. Jesús Palmero ha diseñado este contenedor como esa construcción humilde de pilares y vigas de madera, semitransparente al espacio del hall, envuelta en su sección central por una aglomeración caótica de tableros que distorsionan la limpieza del armazón inicial convirtiéndolo en una arquitectura dislocada, derrumbada, testimonio visual y elocuente de que la solidez de los cimientos conceptuales que cobija es solo aparente. Una arquitectura simbólica inserta en otra fuertemente connotada y con la que establece un relación dialéctica de interdependencia.

Esta construcción preindustrial pero honesta y veraz, tal y como proclamaban a mediados del siglo XIX los autores ingleses John Ruskin y William Morris en sus exigencias para una nueva arquitectura, resguarda, desde su presencia virtual en escaños de madera envejecida, las ideas centrales de dos pensadores contemporáneos a los anteriores, Karl Marx y Henry David Thoreau, expuestas en las obras capitales de ambos, El Capital y La Desobediencia Civil. La presencia-ausencia de los mismos aparece impresa mediante sus nombres pintados en dichos escaños, acompañados por otros de menor tamaño en los que el autor ha escritos algunos de los conceptos básicos de sus teorías sobre política, economía y sociedad: pueblo, gobierno, salarios, impuestos... Todos ellos conforman una asamblea circular y paritaria, solemne en su silencio y rotunda en su contenido. Colgadas de las paredes derruidas de este parlamento ancestral, se sitúan dos pizarras de aula con los términos “plusvalía” y “desobediencia” pintados en blanco, probablemente los términos definidos por Marx y Thoreau más influyentes en el pensamiento contemporáneo. La elección de estos objetos relacionados con el ámbito escolar para plasmarlos responde a la intención del autor de reforzar el sentido parlamentario del espacio interior de la obra, que los miembros de la comunidad universitaria y el público de la instalación pueden usar como soporte gráfico de su propio pensamiento en torno a la lectura histórica que el autor plantea sobre el estado presente y el Estado como sistema inmerso en un proceso de descomposición conceptual.

Jesús Palmero subtitula sus Cimientos volubles con la frase la revolución se empieza por el tejado, extraída del título de la autobiografía del anarquista Lucio Urtubia. El tejado concebido como espacio de libertad de pensamiento e inconformismo civil cuando los cimientos de una arquitectura se tambalean. El artista invita a construir desde las ruinas, a pensar desde la relectura de las huellas simbólicas de los pioneros y la Historia. Y aunque, como exponía lúcidamente Herbert Marcuse, que una obra incluya ideas revolucionarias no hará necesariamente revolucionario al público, todo debate político se centra y dirige a él.

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