El Pozo de las Monjas, en Villafranca del Bierzo, un recóndito lugar para refrescarse

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Carlos J. Domínguez

La playa fluvial de Villafranca del Bierzo es un lujo de baño en la provincia pero de desconocido tiene muy poco. Su amplia zona de verde ajardinado, el río tranquilo y encauzado, los chiringuitos de bebidas frescas y picoteo resultan cada verano un atractivo para cientos, para miles de bañistas. No hay más que comprobar cómo se pone este área recreativa más o menos natural en el bullucioso Fiestizaje cada año.

Por eso, si se trata de recomendar un lugar tranquilo, natural, entrañable y muy desconocido para darse el chapuzón del verano, en realidad hay que dejar atrás la playa de Villafranca del Bierzo, remontar paseando unos pocos kilómetros el río Burbia y buscar el llamado Pozo de las Monjas: un oasis de calma comparado con el bullicio playero de la turística villa berciana.

Se trata de ese tipo de lugares donde el baño es tan especial, lo siente uno como tan propio, que cuesta que quien conoce el camino se pliegue a darte las pistas para llegar, como si tuviera miedo a que dar a conocer el Pozo de las Monjas o el Molino de Landoiro situado en la vereda que lleva al río pusiera en peligro esa tranquilidad que atesora. Por eso, para respetar un poco los deseos de los afortunados bañistas veraniegos que disfrutan de este lugar idílico, no daremos todas las pistas.

Diremos, eso sí, que hay que recorrer para llegar al Pozo de las Monjas un camino de un pequeño puñado de kilómetros dirección norte, jalonado por numerosos árboles de especies muy diversas y mayoría de castaños y alisos, cuya sombra hace llevadero el pateo. Más aún si más de la mitad del recorrido se camina junto a un pequeño pero caudaloso canal de agua que nace precisamente del líquido recogido del río Burbia a la altura de la poza. Aún en lo más caluroso del verano, ya sólo este tránsito es una tregua deliciosa.

Llegados a un cruce, cerca del puente sobre el arroyo de Pradela, hecho con un hermoso arco de piedra vieja, tomando la dirección del molino de Landoiro, hoy derruido y triste, el estrecho camino entre los árboles por el que hay incluso que agacharse desemboca en un amplio claro en el mismo Pozo de las Monjas, cuyo nombre no hemos conseguido desentrañar, aunque bien pudiera ser, por qué no, que alguna religiosa descubriera tiempo atrás que en este recóndito lugar podían refrescar sus carnes sin temor a ser sorprendidas en su desnudez.

El lugar parece pensado para el año: avanzando hacia el río aparece una enorme roca que la corriente de siglos ha ido aplanando en varias alturas, de manera que deja espacio suficiente por un lado para estirar una toalla y tumbarse sobre ella, al tiempo que sirve de escalera natural para descender al río sin demasiada dificultad.

También se usa de trampolín si el bañista es cuidadoso y se zambulle hacia una poza situada aguas arriba, que en condiciones naturales supera con creces los dos metros de profundidad, fruto de la fuerza con que la fuerte corriente hace allí rebufo todo el año. Eso en julio, porque habitualmente en agosto el cauce suele embalsarse con ayuda de unas piedras aguas abajo de este punto y la profundidad de la zona crece como metro y medio más, haciendo una suerte de piscina natural.

Es un río, el Burbia. Y está bastante al norte, cerca de su nacimiento. De manera que nadie puede esperar una temperatura del agua templada o suave. No. En el Pozo de las Monjas el líquido está frío, el impacto al entrar lo delata. Pero mantenerse a flote contra corriente hace que el bañista se esfuerce físicamente más que en otros parajes mansos y eso hace entrar en calor con rapidez. Al final, la espectacularidad de los paisajes que rodean el entorno, el cantar fuerte del río, el refrescante momento y la plácida sensación de estar casi aislado del mundo te obligan a permanecer disfrutando un buen rato sobre los morrillos de la orilla, donde la fuerza del agua decrece.

Salir es resbaladizo. Y secarse y regresar desandando el sendero hacia la monumental Villafranca otro aliciente más para conocer un lugar especial donde los haya.

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