La placenta donde creciste te pudo cambiar la vida

Ecografía del test de cribado realizada en la semana 13. / SINC

agencia Sinc

La bolsa donde pasamos nueve meses antes de ver la luz es una gran desconocida para la ciencia. Cuando nace un bebé, normalmente, la placenta se desecha. Sin embargo, el órgano que ha sido el primer hogar del feto, y que probablemente marcará su salud para siempre, queda desaprovechado para la investigación médica.

Los científicos tienen muy claro que no todo es herencia genética. Los factores de riesgo de enfermedades no transmisibles, como la hipertensión, acechan ya desde la concepción. Incluso antes de que el padre y la madre hayan pensado siquiera en reproducirse, sus hábitos pueden afectar a su futura descendencia.

Conscientes de la cantidad de secretos que se pierden en nuestros primeros sacos vitales, científicos de los Institutos Nacionales de Salud de los EE UU (NIH, por sus siglas en inglés) han conseguido que el Estado destine 41,5 millones de dólares al Proyecto Placenta Humana (HPP). La financiación, que se anunció el pasado 26 de febrero, se empleará para desarrollar, entre otros avances, tecnologías de monitorización de la placenta en tiempo real y test de detección de ADN fetal en sangre materna.

La principal dificultad es cómo estudiar la placenta en acción. Cuando los médicos pueden disponer de una, ya no funciona: es un órgano separado del feto. Por eso, se recurre a modelos animales. Aunque cada mamífero es un mundo, la información sobre el desarrollo placentario de otros primates es muy valiosa para los investigadores.

“Tu experiencia como feto incidirá en el resto de tu vida”, asegura a Sinc Julienne Rutherford, investigadora en la Universidad de Illinois (Chicago, EE UU), autora de un llamativo estudio sobre embarazos gemelares de las monas tití (Callithrix jacchus) publicado en la revista de acceso libre PLoS ONE.

Esta especie de primates, de tamaño pequeño y pelos blancos en la frente y las barbas, habita en las selvas amazónicas de América Latina, donde vive en grupo y forma parejas monógamas. “Más que monos, parecen ardillas ogremlins”, describe Maria Teresa Abelló, conservadora de primates del Zoo de Barcelona.

Lo más habitual es que den a luz dos camadas de gemelos cada año. “Tienen un ciclo reproductivo corto. Es una de las pocas especies monógamas en las que el macho comparte la crianza de los cachorros desde el principio, colaborando en la alimentación y en el transporte”, narra Abelló.

Según las observaciones de Rutherford, las titíes gemelas y las trillizas se quedaban embarazadas con la misma frecuencia, pero, al alcanzar la edad reproductora, las hembras que habían nacido de un alumbramiento triple tenían tres veces más partos de crías muertas.

Más información: http://www.agenciasinc.es/Reportajes/La-placenta-donde-creciste-te-pudo-cambiar-la-vida

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