La pesadilla de creer ser el culpable
Horror. No hay otra palabra que lo describa. Hoy todos los españoles tienen en su mente esa palabra tras el accidente de tren más importante en víctimas oficiales de España. 79 van ya. Una hora después 80. 80 personas como cualquier otro ciudadano de este país, que confía en el viaje en tren como uno de los más seguros. 80 personas que tenían familia, amigos, que podía haber sido cualquiera de los más de 46 millones de personas que viven en España. Y todavía hay más de treinta entre la vida y la muerte. Espantoso.
Un suceso de estas características ocurre muy pocas veces. Posiblemente las dos últimas veces en que se ha parado el corazón de los españoles sean el accidente aéreo de Spanair de 2008 y los atentados del 11-M en 2004. Pero los tres tienen cosas en común y a la vez son diferentes. El accidente de ayer y el del avión de Spanair se producen en verano, durante las vacaciones; los dos son siniestros de transporte con muchos muertos y a la vez supervivientes. Los atentados del 11-M se parecen por la ayuda ciudadana y por la imagen descrita por un policía dentro de un vagón, con el corazón encogido en un puño al oír sonar los teléfonos móviles rodeado de fallecidos. Otra vez esa terrible circunstancia en el imaginario del ciudadano español se produce en Santiago. Insoportable.
Una tragedia de estas características supera todo lo concebible para la mente humana, que necesita, por naturaleza, encontrar un culpable para soportar ciertas situaciones. No hay nada peor que un accidente sin explicación, sin motivo. ¿O sí? ¿Qué estará pensando ahora mismo el maquinista que llevaba el convoy? ¿El mismo que salió corriendo tras el accidente a intentar salvar a la gente sin pensar en su vida? ¿Qué pensará la gente de él? ¿Se puede vivir creyendo que eres el culpable de lo ocurrido? Su frase recogida por los medios de comunicación anoche mientras hablaba por teléfono: “Descarrilé, qué le voy a hacer, qué voy a hacer” es quizás una de las descripciones de desolación más absoluta dentro del 'shock' provocado por el accidente.
El ser humano es empático por naturaleza; es decir, siente lo que los demás sienten. Por ello, el accidente de Santiago de Compostela es algo que no puede evitar sufrir prácticamente nadie que haya viajado en tren, salvo aquellos enfermos mentales que no tengan sentimientos. Pero lo ocurrido es tan fuerte, tan poco esperado, tan injusto e incomprensible que, mientras asciende el número de muertos, no hay capacidad de pensar más que en el horror. Y de recrearse en ello. España está en 'shock'; ya pensará dentro de unos días cómo superarlo.
Y mientras tanto la figura del maquinista, solitaria, pegada a un móvil creyéndose culpable de la situación. Una figura sobre la que todavía nadie mira con lupa, pero sobre la que se va a centrar toda la atención y, muy posiblemente, la culpa del suceso aunque haya que esperar nuevos datos de lo ocurrido. Y él lo sabe. Hoy posiblemente viva en un estado catatónico, con dificultad para hablar, para articular palabra, mirando al horizonte de la pared. Sabiendo que lo más probable es que su vida como tal ha discurrido se haya terminado. Pensando en 79 muertos. En 80. Oyendo que ya son ochenta. En que ayer por la noche eran 45. Sin saber aún que hay treinta más que están entre la vida y la muerte en los españolas. Imposible pensar. Pensar en ello produce pánico, terror. Revivir si tocó el botón o no. Cómo lo hizo. Cómo se fue el tren, cómo se le fue de las manos y de paso se escapó la vida de tanta gente inocente. ¿Quién podría soportarlo? Lo que le ocurre es lo más parecido a la muerte en vida.
El ser humano necesita encontrar culpables para comprender ciertas situaciones, porque le cuesta mucho hacerse responsable de ellas
Una “maldición de por vida”
“No es que sea ya una pesadilla, es que para el maquinista lo que ha ocurrido es una verdadera maldición sea o no el culpable de lo ocurrido; cosa que no se sabrá hasta que haya una investigación reposada. Incluso no habiendo tenido la culpa, si se demostrara eso, él conducía; se sentirá responsable para siempre”, explica Miguel Ángel Cueto, del Centro de Terapia de Conducta (Cepteco). Este psicólogo de reconocido prestigio nacional apunta que el ser humano “necesita encontrar culpables para comprender ciertas situaciones, porque le cuesta mucho hacerse responsable de ellas, y es lógico, porque supera todas las repercusiones imaginables y, además, es tal desgracia que provoca un estado de 'shock' nacional que aumenta de forma exponencial el foco de atención sobre esta persona. Nadie querría estar en su pellejo y todos, por empatía, sienten vértigo sólo de pensarlo... pero a la vez todos, aunque sean cautos y comprensivos, lo tienen presente como el culpable que tendrá que pagar por lo ocurrido”.
El problema que surge en estas situaciones son “los juicios de valor apresurados y la lógica ansia de venganza de algunos familiares de los afectados que cuando pasemos el estado de 'shock', el luto que viene en estos días, pasará a ser rabia provocada por el dolor de esta injusticia inesperada y la pérdida de seres queridos”. Para Cueto, “se van a tardar años en superar este accidente que, para colmo, se produce justo en la fiesta de Galicia; imposible que sea como hasta ahora posiblemente en decenios”.
Impacto. Duelo. Rabia. Aceptación. Quedan muchos días y muchas historias que contar de este terrible suceso. Aún sigue el conteo de muertos y hay muchos heridos graves que no se sabe si saldrán de esta. Llegarán los entierros y, tras unos pocos días, saldrá la rabia natural del ser humano ante pérdidas tan incomprensibles como éstas. “Lo triste es que habrá personas que no podrán superar esta situación sin querer condenar culpables. Otras que la aprovecharán para sus fines políticos partidistas, porque siempre hay gente que saca rédito de estas desgracias. Otras que tendrán que vivir un infierno preguntándose qué ha ocurrido de verdad y muchas, muchas más, el resto de los españoles, tendrán que vivir el espectáculo mediático y de investigación, el juicio, las teleseries y todo lo que conllevan estas cosas antes de que se llegue a la aceptación de lo ocurrido”, explica el psicólogo leonés.
Estrés postraumático en los rescatadores y accidentados
Se abre un camino muy difícil con mucho estrés postraumático en los que estuvieron entre los amasijos del Alvia de Santiago de Compostela. Tanto en los pasajeros que hayan sobrevivido como en los rescatadores. “Se conjugan además la suma de imágenes de otros momentos durísimos de la Historia de España como esos móviles sonando sin que nadie pueda contestar a ellos, aquello que se vivió en el 11-M y que impactó tantísimo se ha vuelto a reproducir como una jugarreta del destino. Todo esto es algo tan duro que hay que intentar atajar de inmediato con un buen equipo de psicólogos de emergencia. Cuanto antes se comienze a trabajar en evitar los sudores fríos, las pesadillas, el revivir constantemente el horror que se vivió, mejor para todos”, afirma.
Por ello “es vital contar con ese equipo de psicólogos de emergencia que intenten ayudar a la gente a evitar que revivan el infierno que están sufriendo en el lugar del accidente”. Hay que tener cuenta que esa prevención, como han demostrado los servicios psicológicos ingleses, “evitará muchísimo gasto en salud mental y médica”, porque permite que la gente alcance cierta resiliencia -la capacidad de recomponerse, de que un cuerpo quede igual que antes, de que una mente se recupere de algo tan tremendo- y pueda aceptar. “El objetivo que nos queda ahora, por injusto, traumático y espantoso que haya sido este accidente es aceptarlo y adoptar medidas para que no pueda volver a ocurrir”.
Es vital contar con ese equipo de psicólogos de emergencia que intenten ayudar a la gente a evitar que revivan el infierno que están sufriendo en el lugar del accidente
“Somos seres que fallan”
Lo que sí quiere dejar claro Miguel Ángel Cueto es que hay que tener en cuenta que los fallos son algo inherente al ser humano: “Se falla más que se acierta, es el mecanismo de aprendizaje; pero a veces los fallos conllevan aceptar la responsabilidad por horrorosa que sea, como es el caso, porque producen consecuencias gravísimas”. Es consciente de que “el ser humano no puede vivir tranquilo sin encontrar un culpable, le da demasiado vértigo no encontrar explicación a las cosas” y aconseja “que la gente sea empática de forma un poco racional, como lo está siendo ahora de manera irracional arrastrada por el espanto, y que tenga en cuenta que cuanto antes se asuman las responsabilidades por parte de todos, antes se podrá aceptar y superar esta situación. Y que en este tipo de situaciones los responsables habrán de asumir sus cargas, pero que no se les puede exigir más porque ya tienen suficiente castigo para el resto de su vida”.
Quedan muchos años para que esto se olvide. Es sólo el principio del conteo de muchas víctimas más en forma de responsabilidad asumida u obligada por las investigaciones que se realizarán. “Hay que intentar ser comprensivo, no buscar la venganza, aunque la rabia lleva por caminos insospechados. ¿Y si no fue culpa del maquinista? Hay que ponerse en su sitio o recordar accidentes como el de Enschede en Alemania, que tras la investigación se descubrió que era por algo inesperado y nadie tuvo la culpa. Además, si no lo hizo queriendo hay que ser comprensivo con él. Que saliera corriendo de la máquina para salvar a la gente que podía habla realmente bien de su persona, pero es cierto que su vida ha dado un giro extremo que no es deseable para nadie”, apunta el director de Cepteco.
El objetivo: salir adelante
Lo que queda claro después de este tipo de desgracias, tanto para las víctimas como para sus salvadores o el país que se ha visto impactado por ellas es que “hay que salir adelante”. Para Cueto “quejarse no sirve más que para estar reviviendo todo esto una y otra vez, no salir del dolor nunca” y explica que incluso entre los prisioneros de los campos de concentración nazis -“el mayor exponente de la maldad y el sufrimiento humano”- hay gente que lo superó, lo aceptó y tiró para adelante y hay otra que los sufrió intensamente toda la vida. “Tenemos que trabajar entre todos para mejorar la resilencia de los ciudadanos, ya que eso ahorrará disgustos y gastos innecesarios en el futuro. Es difícil, pero hay que intentar conseguirlo”.
Un camino muy difícil en el que las acusaciones, las venganzas, la rabia, el dolor y el intentar superar lo inexplicable mantendrán a un país pendiente de algo que deja un trauma profundo. Y más con los medios de comunicación que lo muestran en detalle. “Habrá gente que termine pidiendo la cabeza del maquinista o de los directivos de Adif o de los políticos; eso es normal -apunta Miguel Ángel Cueto-, necesitamos culpar para olvidar. Lo que hay que tener en cuenta es que hay que evitar más injusticias y quizás el estado de dolor y rabia no sean los más adecuados para exigir responsabilidades a nadie. Hay que aceptar lo ocurrido para pedir esas responsabilidades sabiamente”.
Hay que aceptar lo ocurrido para pedir responsabilidades sabiamente
Un ejemplo de ello en el cine es, según este experto, la película estrenada hace poco 'El vuelo' de Denzel Washington, en el que un piloto de aviación que ha bebido consigue salvar de forma increíble un vuelo con muchos pasajeros pero donde mueren algunos, entre ellos su amante. De héroe a villano y las consecuencias de asumir actos, una exploración cinematográfica de estos momentos “que quizás sea buena de ver hoy para los españoles para reflexionar sobre la situación que nos espera vivir cuando pase el primer duelo y llegue la comprensible rabia antes de la aceptación”.
“Los seres humanos somos capaces de salir adelante. Sólo los muertos no pueden. Si estamos vivos al menos se lo debemos como homenaje a los que no tienen ni oportunidad de conseguirlo”, sentenció Miguel Ángel Cueto.