Miel africana con ascendencia berciana

ICAL Construyendo colmenas en Santo Tomé

D. Álvarez/Ical

La sabiduría popular dice que de Dios viene el bien y de las abejas, la miel, aunque ambos conceptos se dan la mano gracias a iniciativas como 'Miel para Santo Tomé', en la que ha participado durante las tres primeras semanas del mes de julio el apicultor berciano Carlos Fernández, propietario de las empresas 28 Lunas Miel y Cerveza Castreña. Con más de 15 años de experiencia en el sector apícola, se desplazó a la pequeña isla africana para compartir su conocimiento con los habitantes nativos, con la meta de que dentro de unos años se puedan llegar a exportar los productos de la colmena, lo que ayudará a mejorar la economía del país.

Así, el objetivo del proyecto consistía en dejar 25 colmenas autosuficientes, aparte del material de extracción, procesamiento y envasado para la comercialización de miel. “Estamos convencidos de que 'Miel para Santo Tomé' nos permitirá ver la miel de este país comercializada, que creará empleo y que mejorará de alguna manera la vida de muchas familias en la isla”, afirma el cooperante, que durante 22 días ha compartido vivencias y aprendizajes con los nativos, a los que asegura que seguirá ayudando desde el Bierzo o en posteriores viajes. “Esta iniciativa no acabó el día 22 sino que continúa y espero que sea durante mucho tiempo”, asegura el cooperante.

“La intención de este proyecto es acercar la profesión de apicultor a los habitantes de Santo Tomé, ofreciéndoles recursos materiales y formación apícola”, insiste Fernández, que recuerda que en la isla no existía, hasta su llegada, ningún apicultor. “Esperamos generar empleo y ayudar a mejorar la economía del país”, reitera el cooperante, que recalca que el objetivo de la acción es que los nativos aprendan a explotar al máximo sus recursos naturales.

La iniciativa ha contado con colmenas, herramientas y trajes llegados desde España en barco y montados sobre el terreno. Varias empresas apícolas, como Ecocolmena o Bee Natura, han colaborado en el proyecto aportando capital y recursos materiales. Además, la iniciativa cuenta con la colaboración de misioneros portugueses, brasileños y americanos. Por su parte, los enjambres son autóctonos, ya que éste era un aspecto fundamental del proyecto. “Mi labor en Santo Tomé consistió en enseñarles a coger enjambres y cómo ocuparse del mantenimiento y cuidado de la colmena, evitando de esta manera que se sigan quemando abejas para coger miel”, explica Fernández.

En esa línea, el cooperante explica que su principal cometido ha sido “transmitir conocimientos apícolas y dejar en funcionamiento un apiario con varios enjambres capturados en la isla”. La intención, continúa, es que los habitantes del país africano puedan seguir ampliando este colmenar con las técnicas que han adquirido durante su estancia.

Además, Fernández ha formado a los participantes en el proyecto sobre las distintas opciones que tienen a la hora de recolectar más productos derivados de la colmena, como el polen, el propóleo o la cera. Pese a que el objetivo principal es la recolección de miel, el cooperante también ha explicado a sus alumnos el proceso de elaboración de hidromiel, una de las bebidas que distribuye Cerveza Castreña.

ICAL Carlos Fernández (D) en Santo Tomé.

Miel con aroma a uva pasa

Respecto a las características propias de la miel que se elaborará gracias al esfuerzo de los cooperantes que han participado en la iniciativa, Fernández explica que “las diferencias son notables en comparación a las mieles de nuestra zona”. Esto se debe, prosigue, a que el néctar principal que recogen las abejas en la isla africana proviene de árboles como la palmera, el cocotero o el árbol del mango, lo que aporta un sabor que resulta extraño a un paladar europeo. “El aroma me recuerda a una uva pasa”, señala Fernández.

Según las previsiones de los organizadores de la iniciativa, en un plazo de siete meses, los nativos estarían preparados para empezar a preparar miel en tarro para su posterior venta al público. Sin embargo, Fernández no se atreve aún a poner una fecha exacta para la aparición del primer bote en el mercado. “El trabajo de campo es amplio y conlleva tiempo”, se excusa.

El proyecto de cooperación está organizado por los misioneros de la isla y en especial por Carlinho, un joven de 14 años que vive en Cádiz, de padre español y madre brasileña. Fernández lo define como “el precursor de la idea” y valora que “ha movido cielo y tierra para llevar a cabo este acto de cooperación”. Con la ayuda de sus padres, y de Bruno, el pastor de la misión en la isla, Carlinho dio forma a la idea y se encargó de conseguir colaboradores para el proyecto.

Como asegura la leyenda que pasó con Newton y el descubrimiento de la ley de la gravitación universal, la fruta también jugó en este caso un papel fundamental, ya que en la conversación entre el misionero y el impulsor del proyecto se mencionó que las abejas siempre acudían a un fruto cuando cae del árbol. “Ahí fue cuando Carlinho preguntó por las abejas y los dos se dieron cuenta de que nadie estaba aprovechando en la zona este maravilloso recurso natural”, recuerda Fernández.

Desde esa conversación, Carlinho y Bruno decidieron que podían mejorar un poco la vida de Santo Tomé enseñándoles una nueva profesión y aportándoles medios. Tras superar las trabas burocráticas y completar la búsqueda de inversores, proveedores, transporte para mercancía internacional y ayuda material y técnica, el proyecto se puso en marcha con la búsqueda de voluntarios para el trabajo de campo.

“Vi una oportunidad para crecer como apicultor y también como persona, así que me presenté como voluntario. Cuando me dijeron que me habían seleccionado fue con cinco días de antelación, ya que el apicultor que había sido seleccionado como primera opción no podía hacer el viaje por motivos personales. No me lo pensé dos veces y me preparé con toda mi ilusión para dar lo mejor de mí”, explica el cooperante.

Equipaje emocional

De su estancia en África, Fernández se trae de vuelta en su maleta “la aventura de tratar con abejas distintas a las nuestras, con sus riesgos y dificultades a la hora de capturar enjambres, la gratificación de poder enseñar lo que a mí me han enseñado sobre la apicultura a otras personas y sobre todo la gente maravillosa con la que he tratado”. “Me han tratado como en casa, hemos forjado una amistad, seguimos en contacto a través de internet, y creo que serán parte de mí siempre, les estoy muy agradecido”, resume.

En ese sentido, el cooperante elogia el carácter “trabajador y humilde” de los habitantes de Santo Tomé, así como sus ganas de aprender. “Tienen mucha ilusión puesta en esta oportunidad, son agradecidos y valientes, a pesar de su desconocimiento sobre el riesgo que conllevan las abejas”, explica.

Fernández destaca la experiencia de cooperación como “única y llena de buenos deseos”. “Intentar mejorar la vida de las personas sean de donde sean es algo que no se puede explicar con palabras, nuestra intención es continuar con el proyecto hasta que esté bien instaurado, haremos seguimientos continuos y visitas a Santo Tomé cada cierto tiempo, queremos y creemos que se puede lograr algo grande y siempre que se necesite de nuestra ayuda, de una forma u otra se la daremos”, promete.

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