Leyendas, avellanas y morcilla para el ladrón, ermitaño y santo de Froilán

Si hay una romería multitudinaria, esa es la de San Froilán. Si hay una fiesta popular que los ciudadanos de León sientan como propia, esa es la de San Froilán. Si hay un momento de exaltación de lo leonés, éste ocurre sobre todo en San Froilán. Como cada 5 de octubre León celebra a lo grande la fiesta del santo lucense nacido en el S IX y que ha pasado a la historia como uno de los más grandes obispos de la diócesis leonesa. No deja de ser curioso que en la capital leonesa y el alfoz se celebre más el patrono de la diócesis que el de la ciudad (San Marcelo), quizás porque las leyendas de San Froilán han traspasado más la barrera de lo popular.

San Froilán tiene su propia leyenda de joven ladronzuelo, algo habitual en la tradición cristiana de 'vestir' a sus santos como redimidos, que a los 18 años tras una crisis espiritual se hace ermitaño retirándose en las montañas bercianas primero y después en el Curueño. Pero el ermitaño empezó a hacerse popular en la transmisión de las enseñanzas cristianas y el pueblo le seguía allí donde iba, comenzando a fundar monasterios y cenobios por las tierras conquistadas por el entonces reino astur-leonés.

De esta época data una de las principales leyendas del santo, la de la domesticación de un lobo. Cuentan que una mañana durante el rezo el santo vió a un lobo que había matado al burro que le acompañaba en sus viajes por las tierras leonesas. Según la leyenda el santo comenzó a hablar con el lobo y logró que sustituyera al burro en sus funciones de acompañamiento. El primer trabajo del lobo habría sido subir las piedras para construir una ermita en Valdorria, que hoy lleva el nombre del santo, y acompañar a San Froilán desde entonces cargando lo necesario como si un buerro fuera.

Tras fundar varios cenobios en la actual Zamora el entonces ermitaño es proclamado en el año 900 obispo de León a petición del pueblo. Una petición a la que accedió el rey y por la que el santo estuvo cinco años de obispo de la capital leonesa, hasta su fallecimiento un 5 de octubre del 905. Fue enterrado en la Catedral.

La 'honra' al santo patrón de la diócesis de León es, indudablemente, el momento de más exaltación de la cultura popular leonesa de todo el año. Pendones, carros engalanados, bailes regionales y productos de la tierra logran la comunión de la burguesa ciudad de León con el mundo rural, que acude de forma masiva a esta celebración.

La morcilla, a la leonesa por supuesto, no puede falta en una comida para este día de San Froilán, al igual que las avellanas, asentada tradición de este 5 de octubre. La leyenda atribuye su compra a los mozos, que para que les perdonasen no poder acudir con sus novias a la fiesta les llevaban bolsas de avellanas como perdones.

Otra curiosa tradición de San Froilán es tocarle (tres veces) las narices a una escultura del santo situada un lateral de la moderna iglesia de La Virgen del Camino para pedirle una concesión. Curiosa porque se forman unas colas inmensas para tocar algo que tiene alrededor de medio siglo pero que ha calado en el imaginario popular, obra por cierto del gran escultor Subirachs. Otra tradición es besar el manto de La Virgen del Camino en la propia localidad. Además de la de subir andando desde León capital para buscar el perdón a los pecados.

Una jornada para disfrutar de lo más típico, tradicional e identitario de León. Pero si vas a La Virgen del Camino mejor andando o en transporte público. Advertido quedas.

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Programa de actos en La Virgen del Camino