El trabajo emocional como arma frente al bullying

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Ical

“Frecuentemente, se nos pregunta qué es lo que pasa por la cabeza de un alumno acosador y en realidad se tiene que ver qué es lo que no pasa. No tienen mecanismos de control adecuados o al menos suficientes para evitar una impulsividad que les lleva a desear algo con mucha intensidad y a maltratar, ya que su cerebro y capacidad intelectual no les permite controlarse ni medir el coste social ni el daño de su acción”.

Así describe el complejo proceso mental que lleva a situaciones de acoso escolar Jesús de Blas, vicedecano del Colegio Oficial de Psicología de Castilla y León y coordinador del programa de atención psicológica en los colegios de la Comunidad con casos de este tipo de violencia. Esta iniciativa ha arrancado ya y atiende en este momento a siete niños de dos colegios.

Los profesionales que participan en este nuevo programa se enfrentan a un perfil que, en el caso de los autores, responde a un carácter “impulsivo, fanfarrón y de falta de control”, mientras que las víctimas suelen presentar “poca habilidad social e integración”. Quien acosa suele tener un status dentro del aula y en su entorno social en general, que suele ser ganado a base de “fanfarronería, prepotencia y algunas manifestaciones un poco exhuberantes”, pero, además, esos alumnos al final acaban teniendo al final problemas de relaciones y de comportamiento.

Mientras tanto, las víctimas de los acosos de forma habitual en el entorno escolar suelen responder a estudiantes con “poca habilidad social, no muy integrados en el aula y que suelen mantener una relación escasa con el resto de compañeros de la clase”.

Para hacer frente a estas situaciones, De Blas señala que la terapia debe centrarse en “un trabajo emocional” que permite activar los mecanismos de control del comportamiento que los autores de situaciones de violencia escolar no poseen, por lo que el psicólogo les dota de nociones simples y elementales. “Así se les inculca que hay cosas que no pueden hacer y que las consecuencias pueden ser graves. Otros procedimientos más largos se centran en entrenamientos intelectuales pero son menos habituales”, arguye.

Además, el programa de atención psicológica se amplía al entorno de los alumnos que están cerca de quien está provocando una situación de acoso escolar y se considera muy importante trabajar con el resto de la clase. “Si el maltratador insulta o veja a alguien y le felicitan y le ríen las gracias eso le gratificará y repetirá la acción, pero si, por el contrario, no se le apoya ni refuerza su comportamiento lo más probable es que éste se extinga”, explica el vicedecano del Colegio.

También se intenta llevar a cabo un trabajo con las familias de quien acosa pero es habitual que cuando se les notifica desde el colegio que su hijo tiene este tipo de comportamiento se nieguen a reconocerlo. “No es fácil actuar con ellos por que no siempre aceptan que estén haciendo daño a otros niños”.

Para detectar el acoso, según los psicólogos, hay que fijarse en alumnos que cambian de actitud en clase de una manera brusca bajando el rendimiento, pasan de ser participativos a cohibirse y tienen cierta reticencia a ir al colegio y tendencia a enfermar con frecuencia. “La sensibilidad, experiencia y formación de los profesorado les permite saber que está pasando algo que no debe ocurrir”, expone.

Primeros casos atendidos

Marta Piñero, jefe del Servicio de Educación Infantil, Básica y Bachillerato de la Consejería de Educación, apunta que los psicólogos han llevado ya a cabo los primeros encuentros con un total de siete alumnos implicados en situaciones de acoso escolar y la solicitud de apoyo profesional procede de dos colegios de provincias diferentes. “Los profesionales han analizado los hechos y emitido un informe con las intervenciones necesarias, cómo deben llevarse a cabo y quiénes deben participar”, afirma.

En ese sentido, recuerda que estas actuaciones que ya se desarrollan “están avanzadas y se llevan a cabo con la cautela requerida”. En la primera solicitud el trabajo se realiza de forma directa con un alumno de un colegio de Primaria, mientras que el segundo caso se ha considerado que, además de con los seis alumnos afectados de forma individualizada, es conveniente que se intervenga también con sus familias y con grupos de alumnos mediante sesiones de formación, sensibilización y motivadoras.

Las autoridades educativas prefieren no indicar ni el colegio ni siquiera la provincia donde se realizan estas acciones como forma de proteger su eficacia.

El protocolo de actuación está muy definido y comienza con un modelo de solicitud que los directores de los colegios dirigen a las direcciones provinciales de Educación -donde hay un responsable del programa de atención psicológica ante situaciones de acoso- acompañado de un informe del orientador del centro y después se envía al centro al profesional de la psicología para que concrete analice lo que ocurre y empiece a intervenir.

Sin embargo, el programa es más ambicioso. Piñero resalta que pretende erradicar no solo el acoso sino también otras conductas de calado que pueden afectar a la convivencia en el sistema educativo. “Se presta atención específica a sus víctimas y también a los agresores, que igualmente pueden ser víctimas, intentando conocer y tratando de corregir lo que les llevó a tener determinados comportamientos”, asevevera.

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