Los candados del amor también llegan a León

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Milena Pasetti

Quizás por conciencia ecológica, quizás porque las modas pasan, y cambian. El hecho es que los árboles ya no son testimonio del amor entre los jóvenes, luego de soportar durante décadas los tradicionales corazones tallados a punta de navaja.

Ahora, esa responsabilidad ha recaído en los puentes. Son ellos los que en los últimos años han sido testigos del nuevo ritual de moda para dar testimonio al mundo de la fortaleza del amor: dejar un candado en un puente, con nombres pintados o tallados, para luego arrojar (de espaldas) la llave al río.

Los orígenes de esta costumbre no son muy lejanos en el tiempo, y se remontan a una novela de Federico Moccia publicada en 2006 en la que los protagonistas dejaban un candado en el poste de luz del puente Milvio, en Roma. Tuvo tanta adhesión entre los jóvenes, que un año después el poste se cayó, agobiado por el peso de los candados. Fue entonces cuando el Ayuntamiento de Roma mandó a colocar unas barras de acero, que soportan mejor el peso del amor.

La costumbre se extendió rápidamente por muchas ciudades de Europa, y tímidamente ha comenzado a tener su correlato en León. Por ejemplo, en la pasarela sobre el Bernesga, donde al menos una decena de parejas ha dejado sus candados.

El propio escritor ha estado en España esta semana, para la presentación de “Carolina se enamora”, su nueva novela, ha alabado esta costumbre “en tiempos tan carentes de amor”.

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