Cabezonería a la leonesa

La corporación municipal de León a su llegada a San Isidoro

Antonio Vega

Con un cielo gris que aguantó la lluvia hasta que concluyó la eterna discusión, se ha cumplido un año más la tradición de las Cabezadas en la Basílica de San Isidoro de la capital leonesa. Según la crónica del cánonigo Lucas de Tuy, en 1158 una “pertinaz sequía” llevó al pueblo de León a sacar en procesión las reliquias de San Isidoro para rogarle agua y cuando llegaron a Trobajo del Camino, empezó a llover y la urna alcanzó tal peso que nadie consiguió moverla de allí.

La reina doña Sancha aguardó al lado del arca durante tres días orando y ayunando, hasta que tres niños lograron alzarla y devolverla a la Basílica de San Isidoro.

Desde entonces y en señal de agradecimiento, el pueblo de León, representado por la Corporación municipal, acude al claustro de la basílica de San Isidoro para realizar una ofrenda, originándose un debate entre el síndico municipal que defiende su voluntariedad y un miembro del Cabildo, que le recuerda que la entrega es obligatoria.

Al son de clarines y tambores, custodiados por la guardia real y acompañados de maceros la Corporación municipal, ha acudido esta mañana a la Colegiata de San Isidoro para entregar al Cabildo la ofrenda.

En esta ocasión el síndico municipal era el concejal Julio Cayón y por parte del cabildo isidoriano Amado Urdiales, acompañados por la mayoría del pleno municipal y del cabildo isidoriano, así como los miembros de la Orden del Pendón de San Isidoro, que daban colorido al acto con sus túnicas y capas blancas.

Cayón, vestido con un impecable frac, comenzó recordando al cabildo la historia por la que el ayuntamiento leonés decide, libre y voluntariamente, hacer una ofrenda a San Isidoro. Una ofrenda que recordó que es para el santo, siendo ellos los depositarios de la misma. El sacerdote Urdiales ha reconocido las habilidades oratorias de Cayón pero le ha recordado que le faltaba la palabra foro, dándole un sobresaliente en todo lo demás, pero dudando de que el cirio tuviera la arroba bien cumplida, como es tradición, a lo que Cayón le aseguró que el ayuntamiento siempre cumplía y que urdiales no debería decir “mentirijillas” y que estaba interpretando un papel por orden el abad isidoriano.

Siguió el síndico municipal advirtiendo al cabildo sobre la famosa barrica de vino de 900 años, pidiéndoles que den de probar de la misma a la ciudad de León por vía de su Federación de Vecinos, y desvelando donde se encuentra la barrica al mostrar un mapa con su ubicación. Según Cayón “no se la pimplen toda ustedes, compártanla con la ciudad de León”. Le contestó el portavoz del cabildo que “la costumbre hace ley” y por eso el ayuntamiento estaba obligado a la ofrenda.

Tras unos meneos dialécticos mutuos llegó el momento de sacar las armas pesadas, regalando Cayón al cabildo isidoriano vino misal y buen mosto para rellenar la barrica de vino y un metro para que los miembros del cabildo se midieran la cabeza y vieran cada año hasta donde llega su cabezonería. Urdiales contratacó con uno de los niños que obraron el milagro de levantar el arca de San Isidoro que aludió a la condición de foro de la ofrenda.

Con las primeras gotas de lluvia cayendo en el claustro de San Isidoro finalizaba un año más en tablas la ancestral discusión, a ver si el año que viene logran ponerse de acuerdo.

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