“En 20 años no he conocido a nadie que haya votado una sola vez a Mubarak”

Nacho Ares, en uno de sus viajes a El Cairo, delante del Museo.

Isabel Rodríguez

Hosni Mubarak no se va. A pesar del clamor del pueblo egipcio en contra de su presidente, éste persiste en su empeño de continuar hasta las próximas elecciones. Los ciudadanos no desesperan y confían en que su insistencia desemboque en la salida del dirigente como ocurrió en Túnez hace unos semanas. “Será la historia quien me juzgue”, ha declarado. El pueblo egipcio ya ha redactado sentencia.

Pero es raro que lo haya hecho. Que se haya movido para protestar. “Me ha sorprendido mucho porque el pueblo egipcio ha sido siempre bastante tranquilo y, exceptuando cuando el año pasado ganó la Copa África, ni siquiera se manifiestan demasiado en las festividades”, asegura Nacho Ares (León, 1970), historiador especialista en Egipto y director de la Revista de Arqueología. “Egipto siempre ha sido muy conformista, ha tenido que pasar algo como lo de Túnez para que se muevan”, declara.

Sospecho que el saqueo del Museo Egipcio fue una táctica de Mubarak

Sabe de lo que habla. Ares mantiene desde hace años una casa en El Cairo como centro de operaciones y viaja al país de los faraones varias veces cada mes. Su última visita fue hace tres semanas y la revuelta le ha pillado en Madrid pero mantiene contacto diario con la gente de allí y está permanente conectado a la televisión árabe Al Jazeera, ésa que el Gobierno de Mubarak ha silenciado en todo el país.

Igual que ha hecho con Facebook, con Twitter y con cualquier posibilidad de transmitir lo que está ocurriendo: arrancarlos de cuajo. Saben que las redes sociales contribuyeron al triunfo de los tunecinos y no están dispuestos a que ocurra lo mismo. “Mientras un millón de personas se manifestaban en su contra, la televisión pública mostraba planos cercanos de militares apoyando al presidente”, denuncia Ares.

Y se atreve a decir más: “Sospecho que lo del saqueo del Museo Egipcio fue una táctica de Mubarak porque lo que se destrozó no tenía mucho valor y las informaciones sobre el asunto son contradictorias y ambiguas”, comenta.

El “quiero y no puedo” de los egipcios

Pero, la pregunta es : ¿por qué ahora? ¿Qué ha pasado en Egipto para que termine estallando este movimiento? “Las clases medias vivían en un quiero y no puedo, estaban acostumbrados a ver mucha televisión extranjera, en la que la gente tenía grandes casas y coches”, explica Ares. Y, sin embargo, cuando volvían sus ojos del monitor se encontraban con una realidad bien diferente. Para comprar un litro de leche tenían que gastarse el equivalente a 1,20 euros y, sin embargo, el sueldo de un funcionario sólo roza los 120. “Allí con dos euros vive una familia al día”, asegura Ares.

Y proporciona un par de anécdotas que ayudan a entender esa aspiración de poseer: “Cuando salieron los móviles, el que tenía uno hacía sonar continuamente las melodías para hacerse notar; ahora muchos llevan el pinganillo del bluetooth sobre la oreja para que se vea, aunque luego no les llame nadie”.

Egipto no aceptaría un Gobierno extremista que maquillara sus libertades

Así que ese quiero y no puedo del que habla terminó por estallar, pero a pesar de las imágenes, de la tragedia de las pérdidas humanas, este leonés comenta que, por lo que le transmiten sus conocidos, al menos hasta el martes, “había una relativa tranquilidad” en el país. “El otro día fue una amiga hasta mi casa para ver si todo estaba en orden y se encontró con unos tanques aparcados y en la calle a unos militares jugando al fútbol con varios chavales que había allí”, relata.

Por todo esto, y a pesar de la prudencia necesaria en estas ocasiones, Ares no comparte el temor extendido en Occidente de que en Egipto se repita la historia de Irán y algún líder extremista aproveche el descontento para subir al poder. “Egipto está bastante occidentalizado, en las grandes ciudades la clase media tiene un conocimiento muy grande de lo que es occidente a través de la televisión satélite o internet así que no creo que aceptaran un gobierno islamista que maquillara sus libertades”. Y añade: “Me parece que los Hermanos Musulmanes no son tan extremistas ni tan exacerbados como se les considera en Occidente”.

El asunto es que de lo que ocurra en Egipto, podrían derivarse consecuencias para otros países. “No sé qué puede pasar con Israel, lo que no se le puede negar a Mubarak es que ha garantizado cierta estabilidad en la zona, no podemos olvidar que ha sido muy importante en los tratados de paz entre árabes e israelíes, pero claro, ha tenido a su pueblo abandonado y hundido en la miseria”, denuncia.

En cualquier caso, si hubiera una elecciones democráticas en el país, sería toda una novedad. “El 98% del voto en las elecciones solía corresponder a Mubarak y yo en los 20 años que llevo viajando allí cuatro o cinco veces al mes, todavía no he conocido a nadie que le haya votado una sola vez”.

Un respaldo ficticio, un apoyo frágil que hace temer al Gobierno a pesar de que Mubarak continúe aferrado al poder. “Tienen miedo y prueba de ello es que su mujer ya se encuentra en Londres”. Él continúa agarrado con uñas y dientes a la silla que ha calentado durante 29 años, pero son muchos los que la empujan para hacerle perder el equilibrio.

Los países de alrededor se mantienen alerta ante un posible contagio. El rey Abdalá de Jordania ha cambiado a su primer ministro. En Marruecos ayer consiguieron detener a 40 profesores que se disponían prenderse fuego. La llama está prendida. Queda por ver hasta dónde se extiende.

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