La agonía entre las llamas del urogallo cantábrico: los incendios de León podrían suponer su completa extinción

Ejemplar de urogallo cantábrico, 'Tetrao urogallus cantabricus'.

Carlos J. Domínguez

La provincia de León se ha visto duramente golpeada por la oleada de incendios forestales de este verano, que ha calcinado miles de hectáreas de espacios naturales protegidos, incluidas áreas esenciales para la supervivencia de especies en peligro de extinción. Destaca sobre todo el caso del urogallo cantábrico, aunque también el oso pardo y otros símbolos vivientes de la biodiversidad cantábrica casi única en el mundo.

Diversas organizaciones ecologistas y el propio Gobierno central alertan de que el fuego ha puesto en jaque a la biodiversidad leonesa y ha arrasado hábitats clave que tardarán décadas en recuperarse. Algo que se teme que podría hacer desaparecer de manera prácticamente definitiva al urogallo cantábrico, ya que apenas dos meses antes de los incendios el más reciente estudio cifraba en sólo 209 los ejemplares en el mundo de esta especie entre León, sobre todo, y también en Asturias. Y es que muchos de los siniestros han afectado precisamente a su hábitat más intacto a ambos lados de la Cordillera Cantábrica

Según los últimos datos del Ministerio de Transición Ecológica, el total de Castilla y León registró en agosto 141.264 hectáreas quemadas, una de las cifras más altas de todo el país, solo por detrás de Galicia. Un récord histórico. Así lo ha detallado este viernes la La vicepresidenta tercera y ministra de Transición Ecológica, Sara Aagesen. Y una parte muy importante de esta superficie se corresponde con la provincia de León, donde las llamas afectaron a áreas de la Red Natura 2000 y espacios emblemáticos como la reserva de Omaña y Luna o el entorno de Las Médulas, entre otros muchos. El Ministerio no da cifras provincializadas.

El impacto sobre la fauna, sobre todo la más delicada, es demoledor. Aagesen confirmó que los incendios han dañado zonas críticas para más de 350 especies en régimen de protección especial, recoge Efe. En León, destacan los casos del urogallo cantábrico, con 2.273 hectáreas de su hábitat quemadas; y el oso pardo, con 1.815 hectáreas afectadas. También han sufrido graves pérdidas especies como la cigüeña negra, el águila imperial ibérica, el milano real y el buitre negro, presentes en varios de los espacios arrasados.

SEO/BirdLife coincide en gran medida con una valoración catastrófica. Esta semana advertía de que la totalidad de las Áreas Importantes para las Aves (IBA) donde subsiste el urogallo cantábrico han resultado dañadas este verano, de modo que esta especie, cuya población ya había quedado reducida a apenas unos 200 ejemplares en su conjunto, ve aún más comprometido su futuro. “Las grandes masas forestales donde encuentra refugio y alimento han sido devastadas, lo que compromete seriamente la viabilidad de la especie en la Cordillera Cantábrica”, alertan desde la ONG.

La cría en cautividad como única esperanza

La última esperanza podría ya ser a esta altura la cría en cautividad. Para ello, la Junta de Castilla y León tiene en marcha desde hace unos pocos años en una finca de la provincia leonesa, eso sí, alejada de su hábitat, el llamado Centro de Cría del Urogallo Cantábrico. Las instalaciones se iniciaron en julio de 2020 en la finca ‘Dehesa de Valsemana’, en el municipio leonés de La Ercina, y ha habido sucesivas ampliaciones en para habilitar más módulos de incubación y cría, así como la inminente inyección de otro medio millón de fondos europeos, todo ello encargado directamente a la empresa pública Tragsa.

El consejero de Medio Ambiente, Suárez-Quiñones, en el Centro de Cría del Urogallo en Valsemana (León).

La inversión global prometida públicamente por el consejero de Medio Ambiente de la Junta. Juan Carlos Suárez-Quiñones, es de 5,1 millones hasta el año 2026, contando con parte de fondos de recuperación procedentes de Europa.

Su objetivo es trabajar previamente tanto con ejemplares como con huevos de urogallos de linaje boreal y centroeuropeo para poner a punto las técnicas y protocolos de manejo, incubación y alimentación previamente a la llegada de ejemplares ibéricos. En septiembre y octubre de 2021 el centro recibió 24 ejemplares juveniles de urogallo de origen centroeuropeo: 8 procedentes de Austria (4 machos y 4 hembras), más 6 de Holanda (2 machos y 4 hembras), más 6 de Castro Urdiales (Cantabria) de diferente edad (3 machos y 1 macho y 2 hembras (más jóvenes que los anteriores), y 4 hembras procedentes de Bélgica.

El oso pardo padece también la pérdida de hábitat y de alimento en los montes leoneses. La desaparición de arandaneras, brezales y zonas boscosas incendiadas limita su capacidad de supervivencia en un momento clave, cuando los ejemplares se preparan para la hibernación.

El fuego ha golpeado además a otras especies emblemáticas, como el águila imperial ibérica, afectada en 19 Áreas Importantes para las Aves (IBA) y en riesgo de abandono de territorios por su fuerte fidelidad al hábitat; el buitre negro y la cigüeña negra, presentes en varias zonas arrasadas con pérdida de áreas de cría y alimentación; y las aves esteparias, entre ellas el aguilucho cenizo, la alondra ricotí o el sisón común, especies ya en situación crítica que han perdido territorios clave en León y otras provincias.

Muerte directa y más

Los expertos recuerdan que los efectos no se limitan a la pérdida de masa forestal: durante los incendios, numerosos animales mueren por asfixia, inhalación de humo o colisiones en medio de la confusión. Incluso los que logran escapar afrontan la falta de alimento y agua, así como una fuerte competencia en las zonas no calcinadas, lo que aumenta el estrés y la mortalidad.

En el Congreso, la vicepresidenta tercera subrayó que la ciencia lleva años advirtiendo de que el cambio climático, con olas de calor más frecuentes y duraderas, multiplica las condiciones favorables para grandes incendios. Estudios recientes indican que, en ausencia de este calentamiento global provocado por la acción humana, la probabilidad de sufrir siniestros de tal magnitud sería una vez cada 500 años, frente a la frecuencia actual de apenas una vez cada 15.

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