¿Dónde se ha metido todo el mundo (III)? La invasión islámica de León, el asedio del 846 y las repoblaciones cristianas

Excavaciones cripta romana de la Catedral de León. Foto: Turismo de León.

Tras el primer artículo de esta serie, en el que narramos la primera 'desaparición' de habitantes del campamento de la legión romana, dejamos en el segundo artículo de esta serie nuestra Legio en el siglo VII convertida en una ciudad fantasma y a punto de desaparecer por completo, cuando en el año 711 los musulmanes cruzaron el estrecho de Gibraltar. Como el lector ya sabe, su comandante Tariq derrotó en Guadalete al último rey visigodo, don Rodrigo, lo que da comienzo a la dominación islámica de la península.

Llama la atención el bajo número de tropas implicadas en la invasión. Tariq desembarcó un ejército de entre siete a doce mil hombres, casi todos bereberes norteafricanos, que los historiadores actuales consideran una cifra inflada y no creen que superase los cuatro mil soldados con los que obtuvieron una victoria total en Guadalete.

Con la puerta abierta de toda la península, otro ejército cruzó el estrecho al año siguiente con 18.000 hombres con la intención de su conquista completa. Una cifra de nuevo minúscula en comparación con la extensión del territorio, pero lo cierto es que en cinco años quedó casi 'liquidada'.

Estas cifras tan exiguas, a mi modo de ver, están en proporción con la población hispana. Para entonces había llegado al mínimo y, como explicábamos en la anterior entrega, las viejas ciudades romanas no alcanzaban más de un tercio de sus habitantes, con suerte, porque muchas estaban deshabitadas. La población en estos momentos probablemente ya tocó fondo y para mí una buena prueba del hundimiento demográfico son las cifras de los ejércitos con los que se llegó a controlar la península. Es sintomático que “unas decenas de miles” sean cifras infladas por las crónicas, mientras que en época romana un ejército de este tamaño solo era apropiado para una campaña a nivel local.

En la conquista musulmana también hubo ante todo mucho colegueo que explica muchas cosas. La población debía estar bastante harta de los visigodos, así que cuando los comandantes musulmanes llegaban ante una ciudad, la solución más habitual era alcanzar un acuerdo, que los árabes llamaron 'amán', por el que se pagaban impuestos a los nuevos señores y no les molestarían mucho más.

En una segunda fase, los viejos aristócratas, que nunca les ha gustado pagar impuestos se convertían al islam, para librarse de las contribuciones. Y así, media Hispania estuvo de colegueo con los musulmanes. El caso más famoso es el de la familia de los Casio de Zaragoza, una familia de origen romano, que con los visigodos siguieron en la 'pomada' y probablemente controlaban parte del valle del Ebro. Al llegar los musulmanes pactaron para seguir en el gobierno y además se convirtieron al islam. Se pasaron a llamar los Banu Qasi, o la familia de los Casios. Durante varios siglos fueron los auténticos reyes del valle del Ebro con capital en Zaragoza. Pero no fueron los únicos, porque hubo muchos más.

¿Hay alguien en Legio?

Por lo visto, hacia el año 714 o 715 el ejército musulmán llegó hasta Astorga y sus gobernantes aceptaron pactar y someterse junto con todo el distrito que gobernaban. Las fuentes cristianas prefieren contar que hubo una resistencia feroz, cosa que suena a 'quedar bien' y no que estuvieron de colegueo con el moro. Por entonces también había 'bulos' y crónicas que se escribían de forma interesada. Como ahora.

León, como decíamos en la anterior entrega, era una ciudad fantasma, así que los ejércitos pasaban de largo y las cosas se cocían en Astorga. No obstante, la muralla de León era un buen baluarte y en las primeras décadas del siglo VIII la arqueología ha registrado la presencia de una guarnición asentada aquí.

Se trataba de gente procedente del Norte de África, los bereberes que según las fuentes históricas formaron parte de los ejércitos invasores. Se habían desplazado con sus enseres, entre ellos su vajilla norteafricana, que es bastante reconocible y que ha permitido identificarlos.

La tropa se asentó en las viejas termas romanas, cuya solidez la mantenía en pie durante la Edad Media, para custodiar la puerta de la muralla. Esa puerta que los romanos llamaron 'porta principalis sinistra' y siglos después se denominaría 'Puerta Obispo'.

El desierto del Duero

Hacia el año 740 los bereberes estaban bastante hartos de sus señores de origen árabe. Les habían hecho el trabajo sucio de la guerra de conquista, a cambio de promesas, que no habían cumplido. Así que, los nobles árabes se estaban pegando la vida padre en Córdoba y a los norteafricanos les tocaba hacer guardia en murallas, en lugares perdidos del Norte y pelando frío.

Así que a mediados del siglo estalló una gran rebelión que incendió el Norte de África y todo Al-Ándalus, que en ese momento nos incluye. Y las guarniciones, como la que vigilaba las murallas de León, se fueron y abandonaron multitud de plazas fuertes de todo el Norte.

Para entonces el pequeño reino de Asturias, con capital en Cangas de Onís, aprovechó la coyuntura. Su rey, Alfonso I, vio la situación clara y bajó de las montañas a ver qué pasaba y a rio revuelto...

Las crónicas cristianas afirman que ocupó una larga lista ciudades abandonadas por las tropas musulmanas, entre ellas León y Astorga. Pero como los asturianos eran tan pocos, no podían mantener guarniciones así que, según afirma la Crónica de Alfonso III, se llevó a todos los habitantes hacia las montañas.

Y aquí empieza la polémica probablemente más famosa sobre ciudades fantasmas: el llamado desierto estratégico del Duero.

Muchos historiadores, como el gran medievalista Claudio Sánchez-Albornoz, creyeron a pies juntillas la afirmación de la crónica. Sobre el papel era una buena táctica llevarse a la población para convertir el valle del Duero en 'tierra de nadie' y crear un desierto que protegiese el pequeño reino cristiano y, por ejemplo evitar que un ejército musulmán se aprovisionase por el camino. La idea tuvo sus adeptos: al fin y al cabo era una estrategia bastante hábil.

Con los años, los medievalistas empezaron a dudar del desierto estratégico (es interesante leer el libro de José Ignacio de la Torre sobre la Edad Media Hispánica para informarse sucintamente de ella), por que las noticias históricas que proporcionaban las mismas crónicas eran contradictorias. Y pongamos como ejemplo León.

Cien años después, en el año 845 ó 846 el hijo de Abd al-Raḥman II –que subiría al trono del emirato como Mohamed I de Córdoba– asedió León, lo que quiere decir que no pudo tomarla directamente, a pesar de que la población fuera escasa. Sus defensores tampoco quisieron quedarse a ver qué pasaba y una noche evacuaron la ciudad. Los musulmanes entraron, saquearon la ciudad e incendiaron las viviendas.

Pocos años después, en torno al año 856 el rey asturiano Ordoño I volvió a recuperarla y afirma que reparó sus murallas, junto con otras ciudades que ya era capaz de controlar. Parece la fecha en que la ciudad empieza a recibir un aporte de población como para que a comienzos del siglo X pudiera ser la sede de los monarcas cristianos.

¿Y las fuentes arqueológicas?

Hay que reconocer que tenemos problemas para datar con precisión los objetos de la Alta Edad Media. En particular la vajilla de cerámica, que son los objetos de uso diario más comunes en el pasado. A día de hoy, resulta muy difícil identificar la población en el siglo VIII, salvo a los bereberes de las termas romanas. Aunque empieza a haber muestras para pensar en la presencia de gentes en muy baja cantidad.

Con el paso lo largo del tiempo es más fácil identificar las huellas de la población, que además va siendo más abundante en el siglo IX, cuando ya tenemos constatado un alto aporte de habitantes en la ciudad. Será el final de su etapa como “ciudad fantasma”.

A lo largo de su historia la ciudad de León sufrirá muchas más crisis. A finales del siglo X el terrible Almanzor la conquistará y saqueará. Sufrirá la 'peste negra' en el siglo XIV como muchas otras ciudades peninsulares. Epidemias en el siglo XV, XVII o XVIII que volvieron a mermar su población. Incluso la gripe, maliciosamente llamada 'española', entre 1918 y 1920.

A pesar de todo la ciudad ha salido adelante, como vamos a hacer ahora. Se ha logrado recuperar de situaciones que parecían imposibles, e incluso después ha llegado a brillar.

A pesar del trance en que vivimos y que ahora intuimos un negro futuro, la Historia nos enseña que no tiene por qué ser así.

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Documento de consulta: José Avelino Gutiérrez González y Fernando Miguel Hernández. 'La cerámica altomedieval en León: producciones locales y andalusíes de Puerta Obispo

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