Hay una mancha roja en el mapa político de España, perfectamente visible en provincias como la de León, que remite al rastro negro del carbón, que a su vez hunde sus raíces en más de un siglo de movilizaciones que no cesaron ni en lo más duro de la dictadura franquista y en una tradición sindicalista que tuvo al regreso de la democracia un trasvase electoral hacia el PSOE, claro ganador de los comicios generales del 23 de julio en las cuencas mineras en un contexto de avance del PP. Se trata de un voto que entronca con ese pasado mientras dibuja una interrogante en torno a un futuro que estará protagonizado por generaciones que crecen ya con las minas cerradas y las centrales térmicas derribadas o en proceso de desmantelamiento.
Hay un “hilo rojo” (la expresión es del historiador Alejandro Martínez, autor del libro La primavera antifranquista. Lucha obrera y democrática en El Bierzo y Laciana (1962-1971)) que conecta las movilizaciones de 1917 con la Revolución de 1934, el papel durante la Guerra Civil y la guerrilla posterior, las grandes huelgas a partir de 1962, la primera Marcha Negra de 1992 y la tercera y última de 2012 como sector a la vanguardia frente a los recortes del Gobierno de Mariano Rajoy. “Se pasó de una vinculación sindical a una cultura política que sigue latente pese al declive industrial”, expone Martínez tras advertir de que en las cuencas mineras todavía subyace “una fuerte identidad de clase” que explicaría en parte los resultados del 23J en algunos municipios.
La periodista y escritora Noemí Sabugal nació en la cuenca del Gordón (en la Montaña Central Leonesa), vive en Ponferrada (capital de la comarca del Bierzo) y se pateó el resto de zonas mineras de España para escribir su libro Hijos del carbón, un ensayo a mitad de camino entre la crónica periodística y la literatura de viajes. La experiencia le sirve para afirmar que las cuencas están cortadas en esencia por un mismo patrón. “Quien tuvo, retuvo”, asegura al hacer la primera lectura de ese mapa fundamentalmente teñido de rojo sin obviar el contexto de unas elecciones generales “muy polarizadas” en las que el planteamiento se resumió en “una cuestión muy de bloques” “Hubo necesidad de voto estratégico. Y el voto útil lo capitalizó el PSOE”, analiza.
Se pasó en las cuencas mineras de una vinculación sindical a una cultura política que sigue latente pese al declive industrial
El PSOE obtuvo su mayor porcentaje de voto en municipios de más de 1.000 habitantes de la provincia de León en Toreno, en plena cuenca minera Fabero-Sil, donde cosechó un 56,42% de los sufragios el 23 de julio. Menos de dos meses antes, su alcalde, el socialista Vicente Mirón, recibió en las elecciones municipales del 28 de mayo un 56,04% de los votos para poder gobernar desde junio con una cómoda mayoría absoluta. “La gente no olvida que los gobiernos del PSOE en la Transición modernizaron los pueblos”, expone para ilustrar con el propio ejemplo de su municipio en dotación de infraestructuras como casa de la cultura, matadero o viviendas de protección oficial. Mirón también habla desde su experiencia como secretario comarcal de Comisiones Obreras en el Bierzo entre 2008 y 2012. “Hay un poso importante de un componente progresista en el Bierzo”, reflexiona mirando a un mapa en el que la mancha roja se extiende a municipios de la comarca sin tradición minera.
Precisamente en la disyuntiva entre el “orgullo minero” de la zona y la necesidad de transitar hacia nuevos modelos económicos alejados de un sector mineroenergético que dejó problemas medioambientales y sanitarios se mueve el historiador Francisco Balado, que habla de un “sustrato de voto de izquierdas” todavía muy latente que encontró un factor añadido en estas elecciones generales “marcadas por una fuerte polarización”. “Y la izquierda consiguió una movilización del voto que no había logrado en las municipales”, apunta sin obviar el peso de la concentración de los sufragios en las dos fuerzas mayoritarias en detrimento del resto de opciones políticas, que quedaron muy desdibujadas tras una campaña en la que apenas hubo cancha para los asuntos más pegados a cada territorio.
Modernización frente a reconversión
Alejandro Martínez habla de “un trasvase que va de lo laboral a lo sindical y a lo político” ya en plena dictadura. Los vasos comunicantes tienen un ejemplo claro: “Hasta los años 2000 en municipios mineros como Fabero o Villablino las direcciones de CCOO se correspondían con las de Izquierda Unida”. Las grandes huelgas mineras de los años sesenta, que prendieron la mecha en Asturias, resultaron claves para el nacimiento de las Comisiones Obreras. El caso es que el PSOE acabó por capitalizar ese voto pese a ser el partido que más tiempo desde entonces ha gobernado en España. “Y es, por lo tanto, el más responsable en el proceso de cierre y reconversión”, advierte Martínez para sí poner en valor “la salida social” diseñada “pese a que la primera idea de Felipe González era hacer un cierre a la inglesa” con el polémico precedente de Margaret Thatcher. El historiador amplía el foco hasta determinar que las cuencas mineras acabaron valorando de la gestión de aquellos primeros gobiernos socialistas “la modernización, la democratización y la europeización” del país incluso a costa de haberse visto perjudicadas en ese proceso.
La gente no olvida que los gobiernos del PSOE en la Transición modernizaron los pueblos mineros
“Hay una historia política en las cuencas que está muy marcada por la tradición sindicalista”, subraya Noemí Sabugal hasta recordar el impacto de “huelgas a las que se sumaban otras industrias periféricas”. Y es que la minería hizo muchas veces de catalizador de la movilización social en comarcas mineras como la lacianiega y la berciana en las que la masa laboral se ampliaba a lavaderos enclavados lejos de las propias explotaciones o sectores íntimamente vinculados como el ferrocarril. El impacto se extendía hasta implicar finalmente a otros vectores en buena medida dependientes como los proveedores de suministros para minas y térmicas que también han caído como consecuencia directa del cierre del carbón tras el fin de las ayudas a la producción en 2018. Y ese sustrato se nota incluso en ámbitos urbanos como Ponferrada, que tradicionalmente cumplía el 'efecto Ohio' de reproducir el voto nacional, alterado esta vez para dar la mayoría al PSOE frente a un PP vencedor en el cómputo de toda España.
Aunque el espectro político situado a la izquierda del PSOE no ha logrado rentabilizar en votos aquella tradición sindicalista vinculada fundamentalmente a CCOO, el historiador Alejandro Martínez sí destaca el resultado de Sumar, con porcentajes de voto superiores a la media provincial en municipios como Fabero y Villablino. Y eso que, avisa a renglón seguido, la opción de Yolanda Díaz se encontraba en las cuencas mineras lejos de caladeros que pasan por su vinculación a “profesiones socioculturales” con mayor público objetivo en entornos urbanos, si bien precisa que las inquietudes en diversos ámbitos de miembros de la dirección de Comisiones en Laciana han servido de “sostén cultural del valle”.
Los ayuntamientos se están encargando, y hacen bien, de mantener la memoria minera como elemento identitario
Al otro lado del tablero político entró también en escena Vox, cuyo líder, Santiago Abascal, insistió durante el debate a tres en Radio Televisión Española en reclamar la reactivación de las centrales térmicas. “Los debates tienen una importancia relativa. Resulta más importante el impacto mediático del debate”, advierte Francisco Balado como punto de partida. Noemí Sabugal, que censura declaraciones “impropias” contra las centrales sindicales del consejero de Empleo de Vox en la Junta de Castilla y León, Mariano Veganzones, considera que la alusión de Abascal “no estuvo acompañada de propuestas reales”, una reflexión en la que abunda Vicente Mirón, que fue secretario estatal de CCOO en Endesa. “Fue un mensaje tan burdo que ya no cuela”, expone al referirse a la inviabilidad de aplicar ese tipo de recetas en un país que “ya tiene un parque de renovables”.
Más allá de esa alusión puntual, el historiador Alejandro Martínez enfatiza que “el antagonista también moviliza mucho voto”, máxime en cuencas mineras en las que subsiste una dialéctica dual del “ellos y nosotros”. “Y a Vox se le sigue percibiendo como un partido de las élites y de los apellidos compuestos”, sostiene para añadir que el mensaje contra la inmigración y de apelación a la seguridad ciudadana de la formación de Abascal no cala en cuencas que “han vivido la experiencia exitosa de la integración de los caboverdianos”. Con todo, Martínez alude a ejemplos fuera de España como el de Nord-Pas de Calais, una cuenca minera francesa en la que los abuelos votan en clave comunista y los nietos a la extrema derecha heredera del Frente Nacional de Le Pen, al que atribuye una diferencia esencial con respecto a Vox: “Es un partido que no es liberal en lo económico”. Y así puede sacar más rédito en zonas que esperan medidas públicas.
Las comarcas mineras están en un momento de mucha incertidumbre. Y esperan que haya propuestas reales de futuro
La cuestión es si la crisis por duplicado que sufren las cuencas mineras puede abonar el terreno para la irrupción de otras opciones políticas situadas en las antípodas ideológicas de varias generaciones de mineros que estuvieron a la vanguardia de la reivindicación laboral. Al PSOE le tocó hacer la primera reconversión, que luego se sustanció en fondos para la reactivación económica y la vertiente social a través de prejubilaciones, y ahora afrontar el futuro ya sin carbón ni térmicas. Y ahí entra en juego la Transición Ecológica. “No conozco a nadie en las cuencas que esté contento con ella”, sentencia Martínez para alertar de que el proceso corre el riesgo de quedarse en la musealización y una agenda cultural sin hallar alternativas económicas. “La transición energética está todavía por hacerse. Las cuencas mineras están a la espera y no muy contentas”, reflexiona Noemí Sabugal.
Ahora que quienes se crían en las cuencas ya no maman directamente la mina, el historiador Francisco Balado considera que “los ayuntamientos se están encargando, y hacen bien, de mantener la memoria minera como elemento identitario” con “la puesta en valor del patrimonio material e inmaterial”. El espíritu pervivirá. ¿Lo hará también la traslación al voto de estas nuevas generaciones? “En el corto plazo, sí; en el futuro ya veremos”, responde Balado tras citar en ámbitos locales contrapesos ligados al factor personal de alcaldes que hicieron carrera teóricamente a la contra como el popular Ángel Calvo en Páramo del Sil. “Las comarcas mineras están en un momento de mucha incertidumbre. Y esperan que haya propuestas reales”, sugiere Sabugal. Consciente de que se está rompiendo aquel “hilo rojo” que conectaba las movilizaciones laborales en distintas etapas históricas, Martínez desliza que la “desesperación” por la falta de alternativas en zonas deprimidas puede abocar a “un futuro incierto”. Pero por ahora, en unas cuencas fundidas a negro, impera el rojo político.