Casi tres décadas de la primera Marcha Negra que inició la lucha por dar futuro al carbón
Este día 8 de marzo de 2021 se cumplen 29 años del comienzo de una movilización social y sindical que puso a Laciana en el mapa nacional e internacional, y fue el condicionante indispensable para que se mantuviese la actividad minera en la comarca como la hemos conocido a lo largo de este último cuarto de siglo. Se cumplen los 29 años del comienzo de la bautizada como 'Marcha Negra', que luego ha tenido multitud de réplicas, y cuya idea original corresponde exclusivamente a Laciana y sus habitantes.
Arrancó con ilusión y timidez, un domingo 8 de marzo a las 9 de la mañana. Cuando 499 trabajadores en activo de MSP y un jubilado de la misma empresa - José María Ares Lago, de 61 años “El Abuelo” de la marcha -dieron sus primeros pasos en la Avenida de la Constitución de Villablino camino de Toreno, fin previsto de la primera etapa. Despedidos por miles de familiares y convecinos, algunos de los cuales les acompañaron en los primeros kilómetros.
Con 503 kilómetros por delante, que los separaban de la capital del Reino. Los caminantes llevaban sus mochilas cargadas con la ilusión de conquistar Madrid y regresar con una solución de futuro para su empresa y sus vidas personales y familiares. Con los temores propios de emprender algo novedoso, distinto a lo que estaban habituados a hacer en sus reivindicaciones laborales, y las dudas normales sobre si se cumplirían o no sus expectativas.
Desde el primer día se sintieron arropados por el cariño y la solidaridad de los vecinos y gentes, que se agolpaban en los arcenes y aceras de las carreteras o las calles por donde pasaban. Fueron recogiendo y almacenando palabras de ánimo, cantos de apoyo, lágrimas, cariño, comprensión y ayuda de todas las formas imaginables, durante los 18 días de caminata.
Los que hicieron el recorrido, vivieron unas experiencias únicas, entre el dolor y el cansancio y la satisfacción del cariño recogido, que cada día los hacía más fuertes y confiados en el éxito de su empresa. Las hemerotecas, fonotecas y videotecas están llenas de textos, voces e imágenes sobre esta proeza, que despertó una de las mayores oleadas de comprensión y cariño hacia una movilización laboral conocida hasta entonces en España.
Y que finalmente, por ese apoyo general de la sociedad, logró su propósito de obtener del Gobierno una solución para MSP, sus trabajadores y la comarca de Laciana. Consiguiendo torcer el brazo de un PSOE gobernante, que desde el principio no vio con buenos ojos la iniciativa, más preocupado por la imagen de la España de la Expo 92 y las olimpiadas de Barcelona 92, celebraciones alegres, que querían trasladar al mundo.
Como respaldo a esta afirmación, solo mencionar, que la TVE de Jordi García Candau, director general del ente por entonces, no emitió una sola imagen, ni una noticia hablada en sus informativos de aquellos 18 días de gloria. Cuando sí fueron motivo de atención para las televisiones privadas, autonómicas o internacionales que, por cierto, ninguna se veía en Laciana.
Por el contrario, los dos periódicos provinciales de la época, el Diario de León y La Crónica 16 de León, que ya venían cubriendo informativamente de forma amplia y con mucha calidad el conflicto de la MSP desde su inicio un mes y cuatro días antes. Dieron una excelente y extensa cobertura informativa continua a la marcha, desplegando una red de enviados especiales, que acompañaron a los caminantes hasta Madrid y dándoles las portadas diarias y amplia información e imágenes en las páginas interiores. Informaciones que en Laciana se consumían ávidamente cada jornada desde primeras horas de la mañana, en cuanto los periódicos llegaban a los kioscos.
10 años después, en el 2002, en los actos conmemorativos que se celebraron en Villablino, los periodistas que cubrieron la marcha aseguraban, que aquellos acontecimientos “fueron una escuela de periodismo para los medios y una lección profesional” (Diario de León de 20 de marzo de 2002).
Lo mismo ocurrió con toda la prensa regional y nacional, que dio una amplia cobertura informativa a la marcha especialmente desde su paso por Valladolid, en el ecuador del periplo. Donde según las crónicas, 50.000 personas se concentraron para recibir a los caminantes. “La manifestación ciudadana es la más numerosa que se recuerda en la ciudad”, subtitulaba en su artículo El Mundo de Valladolid el día 17 de marzo de 1992.
Un interés informativo, que se mantuvo hasta la apoteosis final de la entrada en Madrid el día 25, por todos los medios escritos nacionales. Pese al feo del Ministro de Industria, Claudio Aranzadi, que se negó a recibir aquel día a los representantes de los mineros. Ni él, ni ninguno de los miembros de su gabinete, un error del que seguramente se habrán arrepentido en más de una ocasión.
También en las emisoras de radio de León, en sus boletines locales daban informaciones al instante del discurrir de los acontecimientos, con continuas conexiones con los caminantes y programas especiales un día si y otro también. Aunque en el municipio de Villablino, solo se escuchaban Onda Bierzo, Ser Bierzo y la emisora local Radio Laciana, para el resto éramos una inmensa sombra.
Una protesta pacífica, sin revuelos, sin enfrentamientos con la policía o el resto de la sociedad del entorno, sin causar problemas de orden público o de convivencia. Una protesta como la denominaron algunos columnistas “a lo Ghandi” y que el histórico líder de CCOO Marcelino Camacho resumió así: “Ha nacido una singular forma de lucha que, como ha ocurrido siempre a lo largo de la historia, logrará resultados positivos” (La Crónica 16 del 26 de marzo de 1992).
Y vaya que si acertó Camacho. La Marcha Negra cosechó tal éxito, que permitió a la empresa MSP, abocada en aquellos momentos a su desaparición, lograr una salida de viabilidad y mantener la actividad empresarial durante otros 21 años más, hasta su quiebra y disolución definitiva en 2013.
Pero, antes de nada, pongámonos en situación realizando un boceto del panorama general de España, León y Laciana en aquel año de 1992. Que permita a los menores de 40 años entender un poco mejor, el cómo y el por qué, de llegar a esta situación límite que obligó a agudizar el ingenio de los representantes sindicales de la época.
Panorama general del momento
La situación económica de España en 1991 y 1992, era mejor que la del entorno europeo, sumido en una crisis energética y económica motivada por el incremento de los precios del petróleo debido a la primera Guerra del Golfo, la denominada “tormenta del desierto” a principios de 1991, encaminada a echar a Irak de Kuwait, donde se fueron incendiando todos los pozos petrolíferos que fue capaz y provocando un encarecimiento general del producto.
España aguantó mejor la recesión, por las grandes inversiones públicas que se estaban haciendo, tanto para La Expo´92 de Sevilla, como el AVE y la autovía, Madrid-Sevilla, así como por las generadas para la celebración de las olimpiadas de verano en Barcelona 92. El rebrote inflacionista que ya se venía arrastrando, el endeudamiento excesivo y el paro aumentaron definitivamente a finales del año 92. Provocando lo que se dio en llamar la crisis económica de 1993, que obligó a sucesivas devaluaciones de la peseta.
El Banco de España culpaba a los trabajadores y los salarios de la inflación y el paro, lo que generaba bastante controversia política. Se estaba discutiendo en el Congreso el Plan Energético Nacional, que relegaba al carbón de producción nacional a un segundo plano, y que se aprobó el 10 de abril. Y para colmo el 24 de marzo, un día antes del final de la marcha, arrancaba el debate del Estado de la Nación. Por lo que es comprensible la oposición del PSOE, tercera legislatura de Felipe González, a todo lo que fuese revuelo social y alteración del orden establecido con algaradas o revoluciones silenciosas.
En León mientras tanto ya estábamos enzarzados en “mesas por León”, una que existía para el futuro de la minería, tardó ocho meses en decidir cuáles iban a ser sus líneas de actuación. Ya se sabe si quieres que algo no funcione o se estanque, “crea una mesa o una comisión, que servirá de engañabobos por un tiempo”, se decía ya por aquel entonces.
El PSOE oficial, el de Zapatero en León y de Pedro Fernández en Villablino estuvo en contra de la huelga y la movilización en Laciana desde el principio, abogando siempre en sus declaraciones por buscar y agotar vías de diálogo y hasta asumir incluso que los planes de MSP no eran del todo malos. Aunque al final, si repasamos sus declaraciones, fueron poco a poco acercando sus posiciones y modificando sus criterios iniciales empujados por los acontecimientos. Hasta terminar por proclamarse como hacedores del plan de viabilidad de MSP (La Crónica 16 del 27 de mayo de 1993); firmado y aprobado un año más tarde del fin de las movilizaciones el 20 de mayo de 1993, cuya aprobación se celebró en Villablino con cohetes.
¿Y en MSP qué?
La dirección de la empresa “volvía a las andadas”, que suele decir el vulgo, cuando al finalizar el año 1991 hizo cuentas y vio que aquello se teñía de un rojo sangre de deudas.
Dos años antes había firmado un plan de viabilidad con el Gobierno, por el que les subvencionaron la mayoría de las inversiones – nuevo lavadero, preparaciones en el Transversal, María y Cota 1000 –, les concedieron dos planes de reducción de plantilla vía prejubilaciones, 329 trabajadores en 1987 y 244 más en 1999, se segregó La Camocha con un contrato programa que costó 6.500 millones de pesetas. Les permitieron vender millones de metros de terreno en Ponferrada, recalificados para que fuesen más rentables.
Pero la empresa incumplió su parte. Los niveles de producción bajaron, la ampliación de capital de 1.200 millones comprometida no se hizo más que en la mitad, 600 millones. El lavadero que construía una empresa del presidente del Consejo de Administración, Manuel Cabrera Kábana, Maquina Wesfalia, pasó de un presupuesto inicial de adjudicación de 2.700 millones a un coste final de 3.500 millones, casi un 40 % de sobrecoste, y además la construcción adolecía de numerosos errores técnicos que impedían su puesta en marcha seis meses después de su entrega, y que al final tuvieron que solventar los propios trabajadores de MSP adscritos al lavadero. Mientras que los terrenos de Ponferrada los compró una empresa ligada a la familia del Consejero Delegado, Alfonso García Argüelles, después de tener que anular la primera venta, por un precio muy bajo y tener que hacer una segunda venta, por orden judicial.
A ambos los absolvieron los tribunales de las denuncias que contra ellos se presentaron por administración desleal. Por menos, al expresidente de Baleares, Jaume Matas, por el caso Palma Arena le cayeron 6 años de cárcel. Al final va a ser verdad, lo de que todo depende del juez que te toque.
Con una situación económica y financiera descontrolada y unas deudas iniciales declaradas de 6.500 millones – un año más tarde eran de 16.000 millones – la dirección de MSP elabora un nuevo plan de viabilidad con prisas. En él se propone el cierre temporal del grupo María por tres años, sin garantías de reabrirlo, una regulación de 250 trabajadores, probablemente a la extinción definitiva, la liquidación de los contratos con dos empresas auxiliares Obras Subterráneas con 120 trabajadores y OCCISA con 28 trabajadores y la amenaza pendiente de Endesa de cortar el suministro eléctrico por impago. Amén de otras bagatelas tales como la congelación salarial durante tres años o las modificaciones en los sistemas de trabajo, con incrementos del número de jornadas laborales y disposición de traslados. Y más venta de patrimonio empresarial: paquete accionarial en Minas de Tormaleo, muelle marino de carga en la localidad de Rande en la ría de Vigo, varios pinares, más terrenos en Ponferrada.
Ante esta propuesta, nadie en su sano juicio podía confiar en que esta vez la dirección de MSP sí iba a cumplir sus compromisos. La desconfianza de los sindicatos es absoluta y se niegan a aceptar el nuevo plan, solicitando una huelga en la empresa desde el 5 al 29 de febrero. La última esperanza se cifra en la reunión que el día cuatro de febrero van a mantener con el Director General de Minas, Enrique García Álvarez en Madrid. Nada obtienen en la misma, puesto que Minas da por bueno el nuevo plan de MSP. Y al día siguiente por la noche se inicia el encierro de ocho sindicalistas en el pozo Calderón.
Con ellos hemos querido hablar como cabezas visibles de aquellas movilizaciones tan históricas e importantes para la comarca de Laciana y quizá también, para el devenir futuro de la minería en España a partir de aquel año 1992, al forzar una modificación de los criterios energéticos que el gobierno tenía previstos.
Por ese motivo antes de que llegue, la que pone fin a todas las reuniones y celebraciones y nos vaya llevando uno a uno. Del primero ya nos ha privado, el más veterano Manuel Lastra, que falleció el 29 de septiembre de 2019 a los 72 años, dejándonos un vacío imposible de rellenar. En el recuerdo nos quedan las imágenes de su 45 cumpleaños el 13 de febrero de 1992, durante el encierro, compartiendo la tarta con Adolfo Bernardo, que el mismo día cumplía 32 años.
Les pedimos a los encerrados, muchos de ellos cargados ya de canas, además de los años, que tuviesen la amabilidad de participar en una explicación fiable de aquellos días, que para Laciana y su sociedad supusieron el cambio de su mundo particular.
Solo José Manuel Bruzos excusó su asistencia por motivos personales. Los otros seis están en la foto frente al castillete del pozo Calderón. De izquierda a derecha: Guillermo Murias (60), Enrique Pancorbo (58), Alfredo García (63), José Luis Lago (61), Luciano Leiguarda (70), Adolfo Bernardo (61). Entre paréntesis va la edad actual de cada uno.
La movilización obrera
El uno de enero de 1991 la plantilla de MSP era de 2.667 trabajadores y la población de Laciana de 15.825 habitantes. Entre el 60 y 70% de la población del municipio tenía supeditados sus ingresos, directa o indirectamente, de la actividad empresarial minera. Lo que sin duda fue un factor importante a la hora de involucrar a la gran mayoría de la sociedad local en todos los movimientos y decisiones sobre las movilizaciones y la huelga. Además de un segundo factor favorable, como lo fue la unidad sindical en bloque, sin escisiones o diferencias visibles de ningún tipo.
El día 4 de febrero con el encierro comienza la huelga prevista de 24 días. Además de los encerrados se constituye un comité de huelga integrado por un miembro de cada sindicato: Asociación de Vigilantes, USO, CCOO y UGT. Organización y control son las premisas de cualquier organización o movilización colectiva de cualquier tipo.
Primera acción. El día 7 de febrero un corte de carretera en la AP-66 a la altura del puente Fernández Casado, en el embalse de Los Barrios de Luna. El Gobernador Civil, Antonio Sandoval envía equipos antidisturbios suficientes, con “licencia para matar”, no literal, pero si una expresión que todos entendemos. Lo que provoca una primera reacción de sorpresa, que se transforma de inmediato en indignación y rabia.
Los enfrentamientos entre ambas partes son intensos en el suelo y desde el aire, con un helicóptero de las fuerzas policiales, que alcanza lugares por tierra inaccesibles. Después de varias horas los huelguistas repliegan posiciones y los agentes aprovechan para ensañarse con los coches particulares de los mineros (destrozos, roturas, abollones, ruedas pinchadas, hasta 70 vehículos dañados, 16 detenidos, 11 heridos por ambas partes). Lo que nos da pie para traer ahora el título de la novela de Juan Goitisolo “Paisaje después de la batalla”, para explicar un poco lo que pasó después.
Las imágenes publicadas en los medios provinciales son estremecedoras, obtenidas pese a las amenazas de los agentes y en algunos casos contra los agentes. Incluso la de un camionero gallego, que fue apaleado por los guardias, por el simple hecho de estar en un lugar equivocado en un momento inadecuado, y además le destrozaron parte de la cabina de su camión. Un indicio más que corrobora el comentario anterior de la “licencia especial” que se había dado a los agentes.
Los mineros regresan a Villablino indignados y cargados de rabia, que pretenden descargar en el cuartel de la Guardia Civil al que rodean y apedrean, poniéndole incluso un ojo a la virulé de una pedrada a uno de los miembros del Comité de Huelga (Secundino Blanco), que pretendía, interponiéndose entre apedreadores y cuartel, apaciguar los ánimos.
Las reacciones y declaraciones contra el gobernador o a su favor son numerosas y de todo tipo, incluso se solicita una comparecencia en el Congreso, del Ministro del Interior José Luis Corcuera, para que explique esta actuación de los agentes del GRS (Grupos Rurales de Seguridad de la Guardia Civil).
El día 12 se trasladan más de 2.000 lacianiegos a León, para una manifestación, que finaliza ante la sede del Gobierno Civil, rodeado y protegido por un ejército de policías y guardia civiles, donde Sandoval recibe a una representación sindical para dialogar con ellos.
El comité de huelga, busca reconducir la situación hacia posiciones poco agresivas, “no es nuestro objetivo pelearnos con la Guardia Civil o la Policía, si no lograr soluciones a nuestros problemas”. Sin embargo, el día 17 después de una concentración en Villablino, unos centenares de trabajadores se desplazan hasta la Nacional VI, a la altura de Bembibre, para un corte de carretera, que sirva para llamar la atención fuera de Laciana del conflicto.
Al finalizar el corte varios vehículos son multados por la Guardia Civil por circular a velocidades demasiado lentas, los ánimos se encrespan y terminan en enfrentamientos violentos con algunas decenas de detenidos e intervención de los antidisturbios en las calles de la localidad de Almázcara.
Estos hechos suponen un cambio radical en la forma de actuar del Comité de Huelga, se producen críticas a su falta de previsión y organización, que terminan reconociendo públicamente y desde el encierro, se pide no entrar en ese tipo de debates y mantener la unidad de acción.
Es aquí donde se plantean, que es necesario un cambio en las acciones que se programen, para mantener la unidad, la tensión, el interés y la atención hacia actos concretos. Ante el temor a perder el control de la situación, que partes sociales del colectivo estaban demandando y exigiendo con acciones más contundentes y violentas. Con el riesgo de convertir la huelga en una revuelta anárquica e incontrolable. Como la que se produce en la madrugada del día 27, cuando apedrearon la fachada del ayuntamiento de Villablino.
“Sí, era necesario, mantener la unidad, sacar el conflicto de Laciana y de León, para darlo a conocer y que se supiese que era una reivindicación justa”. Todos los factores estaban en contra de los huelguistas, solo los medios de León daban cobertura, los partidos políticos con capacidad de gobierno estaban en contra, el ayuntamiento, la comunidad, el gobierno central y por supuesto el Gobernador Civil. “Era indispensable intentar algo distinto y entre las ideas surgió la de la marcha, porque no intentarlo, sería duro y difícil pero no imposible”.
Había además condicionantes que estaban provocando una guerra soterrada, siempre en estos casos intencionadamente o simplemente por ignorancia se generan bolsas de descontento y críticas. No se recibían más que palos de las fuerzas de seguridad, después de casi un mes de huelga, no había visos de solución, sin previsiones, ni convocatorias de negociación o reuniones, ni con empresa, ni con partidos políticos, ni con instituciones públicas. En ese runrún del boca a boca, se calificaba a los encerrados de amparase ellos en una postura cómoda. Los hechos no auguraban un futuro a corto plazo, que permitiera mantener la unidad social. Todo eran factores contrarios, “porque no intentarlo” puede ser la mejor razón.
Cuatro días después, se avanza públicamente la posibilidad de una marcha andando hacia Madrid, con datos muy vagos, se habla de 1.000 trabajadores, 15 días de ruta (2 de marzo de 1992, Diario de León), lo que demuestra que no era más que una idea sin elaborar. El día cinco ya se anuncia formalmente, ajustando la participación a los 500 trabajadores y fijando las etapas en 18 días, evidentemente mucho más estudiada y perfilada (Diario de León, 5 de marzo de 1993). Y finalmente el día 6 de marzo, en La Crónica 16 se publica un artículo donde se detallan todas las etapas, su recorrido diario, los medios de apoyo a los trabajadores, cómo se va a hacer la intendencia para dar comida y servicios a los caminantes, buscar lugares donde dormir y asearse, e incluso el coste estimado de gastos (15 millones de pesetas).
Después de asumir que esa iba a ser la iniciativa válida, se pone a un grupo de gente a darle forma, elaborar el programa, las previsiones, la intendencia. Y se espera y desea la colaboración ciudadana de los habitantes de la comarca. Algunos sindicatos consultan a sus órganos regionales sobre las posibilidades de apoyo y respaldo a la realización, obtienen el beneplácito y se da difusión entre los afiliados locales para captar voluntarios, que se cubren casi de inmediato.
Sobre el futuro de “la marcha”, es normal que se generasen dudas y temores, “especialmente una vez que saliésemos de las comarcas mineras del Bierzo y luego de la provincia”. Sin embargo, esas dudas se disiparon el primer día que los caminantes pisaron tierras zamoranas, “la acogida y respuesta social fue excepcional, ayudando a eliminar parte de esos temores iniciales”.
Ninguno de los miembros del encierro se arrepiente de nada de lo hecho, “hemos podido cometer errores, seguro que sí, pero básicamente hicimos lo que había que hacer en aquel momento y salió bien, que es lo realmente importante”.
Y una vez más se ratifican en lo que han venido manifestando en repetidas ocasiones: “Ha sido una experiencia vital muy enriquecedora, de las tensiones, los temores, las inquietudes, la unidad y la amistad”. Entre lo mejor de esos días destacan “la unión social de todos los habitantes y los trabajadores, sin esa unión nada hubiera sido posible, el respaldo social y el cariño recibido de la sociedad española”.
También se sienten gratificados por el apoyo y cariño de los lacianiegos hacia sus familias directas, de las que estaban separados, y que sus familias sintieron cada día de aquellos casi dos meses de encierro (50 días).
No detallo ninguna de las declaraciones, las hago colectivas, porque 30 años después siguen manteniendo los mismos criterios de unidad en las ideas y las expresiones, unos con unas palabras y otros con otras, pero todos coincidiendo en lo elemental de los conceptos y juicios de valoración.
Tengo que agradecer a los participantes su amabilidad, y no puedo olvidar tampoco el agradecimiento al sindicato CCOO de Laciana, que me ha permitido acceder a su amplio archivo de prensa, sin el que me hubiese sido muy difícil, cuando no imposible, completar el artículo.