El voto de los pensionistas

Una urna de unas elecciones municipales.

Una de estas pasadas mañanas nevadas que nos han servido de reencuentro con el invierno entero y verdadero, fui a comprar el buen pan de leña que se expende en una pequeña localidad de la montaña oriental leonesa. El pan viene de Puebla de Lillo, a cuyo panadero, que reparte su mercancía por los pueblos del entorno, felicito por el disfrute salivar que me procura su horno y me retrotrae a las hogazas que mi padre ferroviario traía a casa cuando era guaje. 

Allí, en el establecimiento donde adquiero la crujiente, prieta y bien elaborada chapata, asistí a una conversación habitual entre dos lugareños cuando se da entre ellos una cierta familiaridad en el trato a lo largo de la vida y existen entre ambos diferencias ideológicas o de partido. 

Quien tenía más edad y con toda seguridad había vivido la larga, oscura y miserable posguerra, provocaba medio en broma medio en serio al otro, más joven y posiblemente proclive al Partido Socialista, afirmando que no había conocido un gobierno peor que el actual, según mantienen en el Congreso algunos voceros de la derecha más o menos extrema.

Hubiera podido mediar en la charla, como por intención me suele pasar cuando caigo en la tentación que siempre me provoca una falacia y tengo confianza para intervenir en el diálogo, pero preferí no hacerlo porque no la tenía. Evité así apuntarle al descontento pensionista que ninguno de los dos, en el tiempo mayor o menor que uno y otro llevamos como jubilados, habíamos disfrutado de un incremento tan alto como el que el actual gobierno de coalición aprobó en los últimos presupuestos generales, y del que se están beneficiando diez millones de personas en este país. En los 13 años de gobierno del PP la subida del Salario Mínimo supuso un 14%. En los cuatro años del gobierno de UP-PSOE la subida ya ha supuesto un 46%.

Probablemente, llevado por su ideología, por su cerrazón dogmática o por su fidelidad inquebrantable a un determinado partido político, ese ciudadano llegará a las urnas este año, como puede que lo hagan otros muchos pensionistas, comulgando con su criterio y haciendo posible quizá que el próximo incremento de su pensión sea el año que viene del 2,5% y no del 8,5% como en 2023. 

Allá cada cual. Si cada pensionista reconociera en esta ocasión la evidencia de los números, al margen de su color político, la campaña electoral de los partidos que integran el vigente ejecutivo no consistiría más que en repetir y hacer notar la diferencia entre esos dos guarismos, a favor de su gestión en esta materia. 

Pero ya sabemos que no será tan fácil con gente como el anciano lugareño, porque lo que prima en el voto de muchos españoles no es la realidad de los datos sino el relato de la realidad que le hacen los medios que frecuenta y, sobre todo, sus propietarios.

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