Los colores de Ai Weiwei
Los colores son un fenómeno óptico que tiene también el poder de estallar sobre la imaginación humana, son como trémulos ladrillos de luz que sirven para despertar ciertas y primitivas emociones que no podrían existir con otras piezas. Los colores se transforman al contacto de otros colores, sugiriendo distintos estímulos visuales según hayan ordenado las infinitas letras de su ortografía cromática, estableciendo un diálogo entre ellos que se concreta en nuestro pensamiento con esa sutil precisión que da forma a las ideas. Porque un azul no es el mismo azul al lado de un verde, de un amarillo o de un rojo.
Creo que fue Matisse quién fue más allá y señaló que un centímetro de azul no es lo mismo que un metro cuadrado del mismo azul. Como tampoco es lo mismo un círculo azul que ese mismo azul contenido en un cuadrado. Cualquier tono está modificado por el tamaño o la forma de la superficie, por su textura, por todos los tonos que le rodean, por el espacio que la imagen está creando o por la luz que derrama el cuadro. En definitiva, no hay arte sin transformación. Esa magia de ser capaces de ver el mismo cuadro de mil distintas maneras es lo que apela a nuestras emociones de una forma tan visceral y genuina.
Las piezas que utiliza Ai Weiwei para crear sus cuadros son unos diminutos bloques de Lego que unidos con precisión de alquimista terminan configurando poderosas y elocuentes imágenes. Con esos trazos de plástico de hasta cuarenta colores diferentes el artista chino produce obras que recrean famosos cuadros de la historia del arte o que modifican fotografías de prensa, unas composiciones que adquieren su verdadera dimensión cuando el espectador se aleja para observar con perspectiva la explosión de color que se concreta en la imagen final.
Además, todas las creaciones de está deslumbrante exposición que se puede disfrutar hasta el domingo en el MUSAC fusionan arte y activismo político, centrado este último en las distintas crisis de refugiados y expatriados que siguen asolando nuestro planeta desde hace ya demasiado tiempo. Sus cuadros, y esas esculturas de bambú que el artista ha creado empleando técnicas tradicionales de fabricación de cometas, son un elocuente grito que nos recuerda las abyectas cicatrices que siguen sangrando en el mundo. Como el propio Ai Weiwei ha comentado en alguna ocasión: “Son muchas las fronteras que hay que desmantelar, pero las más importantes son las de nuestros corazones y nuestras mentes; esas son las fronteras que separan a la humanidad de sí misma”.