Corren malos vientos por España, hasta el extremo de que circula un aire gélido que denigra la política como un daño irreparable a la convivencia nacional. Es frecuente escuchar que la política es una porquería, que todos los políticos son iguales, metiendo en el mismo saco a los que son honrados –los menos– con los que no lo son –los más–, quizá sin reparar en que pese a todas las inmundicias que se le puedan echar encima a esta actividad consustancial con nuestra condición homínida y por tanto simiesca, ni los primates son capaces de prosperar sin organización política.
Basta un somero repaso a nuestro pasado, o a la del resto del mundo, para comprobar que así sucede cuando las sociedades alcanzan un mínimo número de integrantes. Las antiguas tribus ya tenían sus jefes, sus consejos de ancianos o cualquier otra figura rectora de los destinos del grupo. Con el tiempo la sociedad se ha masificado y sus estructuras se han multiplicado, por lo tanto su organización interna se ha sofisticado, a veces hasta límites insospechados. Estas sociedades complejas exigen órganos de gobiernos complejos que a veces se extralimitan y muestran que toda obra humana nunca está exenta de vicios y debilidades.
Si detenemos la vista en la España reciente, el vicio más frecuente de la política es la corrupción. La prensa refiere como el que fuera rey emérito, quien debiera ser el mayor exponente de ejemplaridad, ha tenido sus malas cuentas con la hacienda pública. ¿Qué cabe esperar, pues, del ciudadano de a pie que quiera mirarse en el espejo de quien fue su monarca hasta no hace mucho tiempo? ¿Qué aliciente ha de tener para cumplir con sus obligaciones fiscales? ¿Acaso no es favorecer la idea de que hay indulgencia según la altura que se ocupe en el escalafón? ¿Acaso no es favorecer la picaresca?
Pero entre la más alta instancia del país y el sufrido administrado hay todo un rosario de cargos intermedios que igualmente se miran en el espejo de los puestos de responsabilidad del estado, viendo el reverso plateado del cristal como la antítesis del confort y adquiriendo la conciencia de que hay que apuntarse a la vida muelle, abandonando a los infelices para que sostengan y sufraguen los dispendios del país. Ni que decir tiene que aún quedan personajes honrados y con capacidad de empatía pero, para nuestro mal, no abundan.
La estructura orgánica del país se sustenta sobre cargos políticos que obran a través de la administración a diversos niveles: municipal con sus diputaciones, autonómico y estatal. En nuestro caso, en León tiene un añadido, las juntas vecinales. Algunos de estos estamentos son de libre elección, otros, como son los integrantes del Poder Judicial, lo son por oposición. Así pues ya tenemos reflejados las diversas capas de mando y así es como nos acercamos a la figura de los partidos políticos que rigen la vida española (con permiso de bancos y prensa).
Los partidos políticos españoles
Una mirada desapasionada sobre los diversos partidos que pululan –y a veces polucionan– la vida pública española, nos arroja el siguiente elenco. Al frente del poder ejecutivo se encuentra una coalición presidida por un Partido Socialista Obrero Español que alardea de casi siglo y medio de honradez sin que haya que lamentar por ello desgracias personales. Los casos Filesa antes, los intemporales casos ERE de Andalucía o los modernos escándalos de la primera fila (Ábalos, Cerdán, Koldo y un interminable etcétera) conforman su Gólgota particular. Sus faenas poco aseadas acabarían por llevar a uno de sus ministros a la cárcel (Barrionuevo).
Los partidos estatales ‘sustentadores’ del anterior, a la izquierda del Padre, han sido por este orden, Podemos y Sumar, albaceas erráticos de IU que cual hijos pródigos de la izquierda, han derrochado el capital ideológico en las más peregrinas salidas de pata de banco. La demoscopia ya les anticipa donde se apaga la luz y por donde se cierra la puerta a la hora de salir. Sea para ellos la tierra leve. Pablo Iglesias podría escribir el ‘Manual de Dilapidación del crédito’ a juego con el ‘Manual de Resistencia’, de Pedro Sánchez, o el ‘Manual de Convivencia. La vía andaluza’, de Juanma Moreno Bonilla.
En ámbitos territoriales restringidos, en la siniestra margen, se ubican Esquerra Republicana de Catalunya, Compromís y Bildu, heredero de Herri Batasuna, partido que amparó las deplorables actuaciones de ETA., Bloque Nacionalista Galego (BNG) o el Partido Regionalista de Cantabria (PRC). A la diestra mano, amén de partidos periféricos como el Partido Nacionalista Vasco (PNV) de principios carlistas, están Junts per Catalunya (Junts X Cat) de incierta clasificación zoológica, y también subsisten otros partidos crepusculares como Coalición Canaria (CCa) o Unión del Pueblo Navarro (UPN).
A la derecha del Padre se encuentran otros dos partidos estatales. El uno el Partido Popular (PP), partido de gobierno como humildemente se autodenominan a sí mismos y Vox. El PP ha gozado de los sinsabores de ministros en la sombra como Zaplana, Matas o Rato, si bien tiene más banquillo –de acusados o imputados– en su nómina ministerial, además de tener su sede, Génova 13 tiznada de dinero negro, ese que le dicen B, ratificado por el Tribunal Supremo. A mayores tiene el affaire de los sobres, casos de corrupción como la Púnica, Gürtel y un largo rosario que sería prolijo de enumerar y que causan ‘orgasmos’ entre sus incondicionales.
La flor y nata del PP se ha escorado a estribor y ha nacido Vox. Redentores de la patria, aunque con recetas momificadas y por tanto inmunes al paso del tiempo, arrastran tras ellos a jóvenes que proclaman, inverecundos, las bondades de un régimen franquista que su inmensa mayoría no conocieron. Garantía de escasos aciertos. Algunos de sus epígonos lucen cuerpos atléticos, aunque el tiempo empleado en los gimnasios no se emplea en trabajar, son hijos de familias bien o de quienes quisieran serlo, como lo demostró la gerontocracia zamorana cuando acudió a la inauguración de su sede tras Ortega Smith. Siempre espásticos, jamás esbozan una sonrisa, y ya se sabe aquello de que los necios se ríen de todo y los falsos no se ríen de nada.
León no tiene representación propia, tiene, eso sí, heraldos de partidos mayoritarios, pero le luciría el pelo igual sin ellos. Si acaso ejercen como portavoces de sus respectivos partidos en el Congreso y en el Senado, pero nada tienen que reclamar para León. La precampaña de las autonómicas, lanzada por PSOE, PP y Vox, ha sido deprimente. Los partidos de ámbito estatal son como las matrioskas rusas, no se sabe que están gestando dentro. Los populares nos obsequian con fuego de saturación. Dicen ellos que “aquí menos ruidos y más nueces”. Los socialistas, solidarios con los anteriores, retiran la 'i griega' de Castilla y León. Vox niega la existencia de la Región Leonesa.
¡Respira confiado León! ¡Estás en buenas manos!
Tomás Juan Mata pertenece a Urbicum Flumen, la Asociación Iniciativa Vía de la Plata