Y la incongruencia sentó cátedra en León

Palabras en leonés.

No salgo de mi asombro viendo las disparatadas propuestas que los más patrióticos leonesistas exhiben en defensa de su tierra. La antología de propuestas y especulaciones para alcanzar el cisma de la impuesta autonomía de Castilla y León ya empieza a resultar excesiva, prueba inequívoca de que no hay un criterio claro entre sus demandantes. Ocurrencias hay –no me atrevo a tildarlas de sugerencias– de personas tan bien intencionadas como desorientadas a la hora de alcanzar este objetivo. No se hacen tortillas sin cascar los huevos.  

La cuadratura del círculo parece haber asentado sus reales en León y todo es válido para el convento a condición de que venga precedido de buenas intenciones y tener el foro adecuado. Poco importa ignorar la situación real del paisanaje y sus deseos, basta con tener eco en la opinión pública para sentar cátedra. No seré yo quien emita dicterio alguno hacia las personas bienintencionadas que persiguen el engrandecimiento de su tierra y con las que comparto unas mismas pulsiones que no sé si algún día conocerán las mieles del éxito. De todos modos quisiera verter aquí alguna consideración que me parece de obligado escrutinio público.

Largos años de observación desapasionada, aunque no desinteresada, permiten llegar a la conclusión de que las tres autonomías consideradas 'históricas', tienen como eje axial y elemento distintivo la lengua o el idioma, llámese como se quiera. Es componente tan fundamental que incluso los partidos de ámbito estatal, sin distinción de ideología salvo opciones exóticas, se emplean a fondo en la defensa a ultranza de la misma cada vez que los comicios electorales así lo exigen. Catalanes, vascos y gallegos explotan su particular forma de hablar, lo que se hace extensivo a otras autonomías limítrofes como pueden ser Navarra, País Valenciá o Baleares.

Pues resulta que en León, donde vamos sobrados de argumentos para seguir como estamos, nuestra casi extinta forma de comunicación, que sirvió moneda común en el lenguaje diario de nuestros ancestros, es denostado y tenido a menos, cual si se tratara de un motivo de sonrojo u oprobio que conviene ocultar. Muchos leoneses somos prácticamente ignorantes del leonés que nos debería ser propio porque, por motivos que no vienen al caso, hemos adoptado el castellano como lengua vehicular en detrimento de la propia. Más aún, se utiliza esta pulsión castellana para exigir la uniformidad idiomática en todo el ámbito nacional. Vana pretensión.

¿Dónde se expresan en leonés?

En una visita a Sanabria para contactar con Daniel Boyano Sotillo, tuvo a bien informarnos de  que al Norte de la autovía A-52, en pueblos zamoranos como Porto de Sanabria, tiene lugar la diglosia entre castellano y gallego, con leves toques del leonés que pervive con dificultad, pero al Sur de dicha autovía, al lado mismo de Portugal, la personas de cierta edad se expresan en leonés, si bien tal práctica va declinando por la avanzada edad de sus usuarios. Nuestro anfitrión promueve, con fondos propios, talleres para niños en leonés, labor impagable en mi modesto parecer, porque el primer paso para disfrutar de autonomía es acreditar una lengua.

 Y si se me permite, mencionaré lo que me toca más cerca. En mi casa se utiliza, todavía hoy, formas verbales con 'dijon' o 'hizon' en lugar de dijeron o hicieron. Quien estas líneas suscribe se declara incapaz de pronunciar, no así de escribir, supermercado, helado, etcéra. En su lugar utiliza 'supermercao'´o 'helao', etcétera. ¿Habla de patán? Pues quizá. Pero así lo aprendí y bajo ningún concepto voy a renunciar a esos modismos que me son tan caros. Resumiendo en pocas palabras: el leonés aún no está totalmente muerto, no es cuestión de imponerlo, es de promocionarlo, como haría cualquier autonomía que se precie de sus fundamentos. Hay que hacer del llionés signo de distinción, nada de imposiciones, pero sí de su promoción.

Una somera ojeada al escudo nacional permite descubrir los cuatro cuarteles que lo componen, los cuatro reinos que fueron el germen de España, cada uno de ellos con entidad propia, excepción hecha de León que ya ni ostenta base territorial, ni histórica, ni política, al ser fagocitadas todas ellas por Castilla. Dicho de otro modo, la única credencial que nos queda, el único rasgo distintivo, es el modo de hablar leonés, si tenemos la inteligencia suficiente para ponerlo en valor, cosa más que dudosa viendo tanto detractor. En Vitoria, capital administrativa de Euskadi, comunidad histórica, apenas se escucha hablar vasco pero el Euskera vale para esa comunidad su peso en oro. ¿Somos capaces de entenderlo?   

El mero hecho de que en Miranda do Douro hayan sido capaces de darle carácter oficial al Mirandés, que no es otra cosa que el asturleonés en su modalidad portuguesa, –como lo es el asturianu en Asturias–  debería despertar algo más que el sentido patriótico entre los leoneses que no nos resignamos a ser una mera franquicia castellana. Llevamos mucho retraso a la hora de interiorizar que sin el leonés como herramienta de trabajo y reivindicación, no es viable una autonomía leonesa. Es así de simple: repudiar nuestra lengua supone repudiar las posibilidades de autogobierno. Una incongruencia más. ¿Seguiremos sin entenderlo? 

Tomás Juan Mata pertenece a Urbicum Flumen, la Asociación Iniciativa Vía de la Plata

Etiquetas
stats