Escribir para reverdecer

Atardecer en Maragatería.

Llega el otoño y este año es un alivio y a la vez un temor: aflojamos los hombros, la tensión del agosto que se nos escapó entre las llamas y la angustia pero, al mismo tiempo, sentimos en la nuca el soplido del fantasma que nos advierte del peligro que supondrá olvidar demasiado rápido lo que ha pasado en nuestra tierra. Ardimos y seguiremos siendo ascuas que bailan en el vacío si no ponemos remedio a la causa fundamental que nos arrasa: el olvido. Y el aislamiento.

Este verano cada cual ayudó con lo que tenía a mano: algunos con sus conocimientos de monte salieron a indicar por dónde transitarlos, otros cocinaron en grandes ollas para alimentar las bocas que trababan de salvarnos, otros aprendieron a hacer cortafuegos con una azada poco a poco mientras otros, muchos, pusieron gasolina y tiempo para que sus tractores se convirtiesen en herramientas urgentes para frenar la voracidad de las llamas. Reavivamos la facendera que tenemos tejida en la memoria y eso fue hermoso.

Yo, como pude, escribí. Y, como no quiero que dejemos de compartir aquello que nos hace ser lo que somos, lo que mejor sabemos hacer cada cual, a partir de este otoño abro mi escuelasavia.com al encuentro: quiero que todas las personas que lo deseen vengan a la Maragatería para ejercitar una herramienta que vale mucho más de lo que nos quieren hacer creer. Escribir, aunque no seamos profesionales, sirve para reestructurar el pensamiento, para agitarlo, para desenredar lo que se nos amarra a la garganta y al corazón. Y sirve, mucho más, cuando ese ejercicio no lo hacemos de forma solitaria, sino en comunidad. Y, por suerte, no hace falta mucho despliegue: ganas, espacio, comprensión y escucha. 

Pasé muchas horas en mi cocina transformando todo lo que la huerta ofrece en alimento para el invierno helado que seguro llegará tras este verano tristísimo. Pasé muchos atardeceres temblando sin saber muy bien a qué dedicar el objetivo de lo que había creado con SAVIA, cómo adaptarlo a una utilidad urgente en este contexto de abandono y desesperanza. Y un día entendí que lo que había aprendido en la Argentina, que era escribir por el placer de escribir mismo y compartirlo con los demás, era el siguiente paso. Allí las personas se unen en las casas de los escritores para compartir sus ideas, sus textos, y también un café o un vino, para abrirse a la compañía de otros que, como ellos, tratan de entender a través de la lectura y la escritura el mundo que les rodea. No es un espacio que empieza y termina, sino una costumbre que se instala en la vida y la mejora, de a poco, sin ruido, con la solidez de las cosas que crecen despacio y se convierten sin anunciarlo en pura raíz. 

Por eso tras los fuegos, las facenderas resucitadas y la lucha contra el olvido, no se me ocurre nada mejor que abrir las puertas del refugio, invitar a quien lo desee a que se siente en la mesa de mi cocina y escriba. Para encontrarnos, para crear comunidad, para imaginar otra tierra posible, para no olvidar y para tejer una red cada vez más poderosa que sea, también, raíz. Si quieres unirte a los talleres de escritura que realizaré a partir de otoño, escríbenos a info@escuelasavia.com. Y si no, no vengas pero, por favor, no olvides y cuando te pregunten qué pasó en nuestra tierra en el verano de 2025, di que ardimos pero para reverdecer. 

Etiquetas
stats